Noche de alcohol, v¨ªdeos y sangre en el Hogar del Soldado
"?Tranquilos! ?Me van a poner una multa de cuatro millones y aqu¨ª no ha pasado nada!", dijo el sargento Miravete tras matar de un disparo cabo Ferrer
"?Tranquilos! ?Me van a poner una multa de cuatro millones y aqu¨ª no ha pasado nada!" El soldado Jordi Esparo declar¨® ante el juez que el sargento primero Juan Carlos Miravete Duque empez¨® a proferir frases inconexas tras disparar contra el cabo Samuel Ferrer Caja, de 19 a?os, en la madrugada de aquel fat¨ªdico 19 de abril de 1997.Pero las palabras del sargento no le hubieran parecido tan absurdas de haber sabido que 12 a?os antes, el 4 de julio de 1985, ¨¦ste fue condenado en Consejo de Guerra a un a?o de prisi¨®n y cuatro millones de multa, precisamente, por un delito de imprudencia con resultado de muerte, en la persona del sargento Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez Manzano. Tambi¨¦n entonces, seg¨²n la sentencia, Miravete manipul¨® su pistola "con ¨¢nimo de bromear, tras haber ingerido bebidas alcoh¨®licas".
Es previsible que est¨¢ vez no tenga tanta suerte. El sargento ser¨¢ juzgado a partir de hoy en el Tribunal Militar Territorial de Barcelona por maltrato de obra a inferior con resultado de muerte y extralimitaci¨®n en el ejercicio del mando. El fiscal militar reclama 18 a?os y diez meses de c¨¢rcel, adem¨¢s de 15 millones de indemnizaci¨®n para la familia de la v¨ªctima; mientras que la acusaci¨®n particular eleva las penas a 21 a?os de prisi¨®n y 39 millones de pesetas.
En total ser¨¢n 50 testigos y ocho peritos los que ayuden a reconstruir lo sucedido aquella noche en el Hogar del Soldado del Acuartelamiento de Candanch¨² (Huesca). El ¨²nico que no acudir¨¢ a declarar ser¨¢ el teniente del Ej¨¦rcito nicarag¨¹ense Jos¨¦ Espinoza Iglesias, que hace tiempo regres¨® a su pa¨ªs.
Seg¨²n el relato del fiscal, la tragedia empez¨® a gestarse al mediod¨ªa del 18 de abril, cuando el sargento Miravete, de 38 a?os, que ostentaba la m¨¢xima responsabilidad del cuartel, comenz¨® una ingesta de alcohol que a lo largo de las horas siguientes incluir¨ªa varias cervezas, seis copas de vino blanco y cuatro o cinco de pachar¨¢n.
Pese a ello, considera que s¨®lo sufr¨ªa "cierto estado de embriaguez superficial, manteniendo una suficiente capacidad en sus facultades como para conocer, paso a paso, el alcance de sus actos". El propio acusado, en su primera declaraci¨®n, que matiz¨® m¨¢s tarde, dijo "que no estaba borracho y sab¨ªa perfectamente lo que hac¨ªa".
La velada se inici¨® con la proyecci¨®n de un v¨ªdeo sobre un curso de monta?a, en el que aparec¨ªa un teniente ya fallecido. Miravete mand¨® ponerse firmes a los 20 o 25 soldados presentes y les hizo brindar por el teniente, aunque, como era el ¨²nico que llevaba una copa, los dem¨¢s se limitaron a levantar la mano en el aire. Mientras se proyectaba el v¨ªdeo, el sargento les arengaba a voces pregunt¨¢ndoles qu¨¦ eran, a lo que ellos deb¨ªan contestar: ?Esquiadores! "Nadie se resist¨ªa", declar¨® el soldado Sergio Terr¨®n, "porque lo ve¨ªan como una cosa divertida, todo era cachondeo".
De los gritos se pas¨® a las flexiones, que Miravete ret¨® a realizar con una sola mano, y de ¨¦stas a la exhibici¨®n de defensa personal. El sargento cogi¨® por el cuello al soldado Javier Hern¨¢ndez y lo levant¨® en el aire, apret¨¢ndole hasta que confes¨® que ten¨ªa miedo a morir.
Para entonces, nadie prestaba atenci¨®n a la pantalla, donde se proyectaba El sargento de hierro. "Yo soy como ¨¦se", dijo Miravete refiri¨¦ndose al protagonista, tras ordenar que quitasen La jungla de cristal para poner "una pel¨ªcula de verdad".
A partir de ese momento, la broma adquiri¨® tintes macabros: sac¨® su pistola y apunt¨® a la cabeza a varios soldados. Entreg¨® el arma, ya montada, al cabo Ferrer y le orden¨® enca?onar y disparar a sus compa?eros, primero, y a ¨¦l mismo, despu¨¦s. "?Por qu¨¦ no me matas?", le espet¨®. "Porque usted no se lo merece", le dijo el joven.
Tras recoger la pistola, Miravete hizo adem¨¢n de devolv¨¦rsela a Ferrer, pero son¨® un disparo y ¨¦ste se desplom¨® en el suelo. "?Mi sargento! ?Me ha matado!", fueron sus ¨²ltimas palabras. Todos los testigos coinciden en que el cabo no lleg¨® a tomar la pistola que le tend¨ªa su jefe. Seg¨²n los peritos, es imposible que ¨¦sta se disparase sin apretar el gatillo. El sargento se neg¨® a que le hiciesen la prueba de la parafina en la mano derecha.
El cabo Jos¨¦ Sah¨²n vio como, en medio de la confusi¨®n, Miravete se guardaba el casquillo en un bolsillo para arrojarlo despu¨¦s en el retrete de oficiales. Antes de su detenci¨®n, se enfrent¨® a un grupo de soldados, a los que advirti¨® que deb¨ªan contar lo que ¨¦l les dijese. "Seg¨²n lo que usted diga, mi sargento primero", le replic¨® Sergio Lombar. Lo agarr¨® del pecho y se llev¨® la mano a la cartuchera, pero afortunadamente ya estaba vac¨ªa.
Aunque Miravete fuera absuelto, como pretende su defensor, no volver¨¢ al Ej¨¦rcito. Los psiquiatras militares han dictaminado que su alcoholismo es incompatible con la carrera de las armas. Demasiado tarde para sus dos v¨ªctimas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.