La UE lleva su solidaridad a la zona de China castigada por las inundaciones

De la alta pol¨ªtica y los negocios a la ayuda humanitaria. El presidente de la Comisi¨®n, Jacques Santer, cambi¨® ayer el itinerario de su gira en China, centrada en la pol¨ªtica y la econom¨ªa, para llevar la solidaridad europea a la regi¨®n de Hubei, la m¨¢s castigadas por las inundaciones. Wuhan, su capital, es un centro agrario de ocho millones de habitantes -nada que ver con la solemnidad fara¨®nico-mao¨ªsta de Pek¨ªn ni con la barcelonesa fragancia de Shanghai- que este verano casi desaparece bajo las cinco peores tempestades de agua de los ¨²ltimos 300 a?os.

La provincia, tan poblada como Francia, ha sido muy castigada. Casi un mill¨®n de personas heridas o enfermas, centenares de muertos, p¨¦rdidas de casi un bill¨®n de pesetas. "Medio mill¨®n de personas contin¨²an sin techo", calcula Montserrat Batll¨®, coordinadora de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF).La Uni¨®n Europea ha aportado su grano de arena para contribuir a paliar el drama -bien gestionado por 100.000 soldados y una Administraci¨®n disciplinada y opaca, ambas cosas a lo comunista-, a trav¨¦s del apoyo de la agencia humanitaria ECHO, el impulso de varias ONG y la financiaci¨®n de varios programas alimentarios y m¨¦dicos por valor de 600 millones de pesetas. "Sabemos que nuestra aportaci¨®n es una gota de agua en el oc¨¦ano de vuestras necesidades", dijo Santer en un acto p¨²blico en Wuhan antes de acudir a la zona siniestrada, "pero estamos aqu¨ª para demostrar que cuando se tienen amigos se comparte con ellos no s¨®lo la felicidad, sino tambi¨¦n la desgracia". "Todas las provincias chinas han aportado su ayuda en estos meses, y tambi¨¦n Europa: es en estos momentos cuando se ve qui¨¦nes son tus amigos de verdad", respondi¨® el gobernador, Jiang Zhuping.

El agua ha vuelto a su lugar. Pero queda el lodo, y los pozos contaminados. Donde hubo casas de ladrillo queda un mont¨®n de chatarra. Desde las tiendas de pl¨¢stico y desde la angustia clavada a los ojos en la cima de los diques -que en algunas zonas no resistieron la marea de 31,8 metros y quebraron-, los lugare?os han vuelto a sus pueblos de origen. Como Zhongbao, el m¨¢s volteado por la naturaleza -y por la insuficiencia de las protecciones-, donde es leyenda la ni?a que se agarr¨® a un ¨¢rbol durante nueve horas, toda una noche, siguiendo la orden de su abuela arrastrada por las aguas, y salv¨® la vida.

Ah¨ª acude Santer. Con serenidad tao¨ªsta, las gentes hormiguean en la reconstrucci¨®n de sus hogares. A diferencia de otras zonas flageladas por la cat¨¢strofe, "aqu¨ª se han puesto a trabajar", musita con admiraci¨®n.

Ni resignaci¨®n, ni desesperaci¨®n, ni drama truculento, ni pasividad hasta que lleguen m¨¢s ayudas, por m¨¢s que algunos no tendr¨¢n con qu¨¦ pagar el nuevo hogar: un campesino gana 42.000 pesetas anuales, lo mismo que un periodista ingresa cada mes. "No esperan, act¨²an", retrata Michel Mason, el delegado de ECHO en el pa¨ªs. La ayuda humanitaria funciona, pero mucho mejor cuando los protagonistas est¨¢n dispuestos a ayudarse a s¨ª mismos.