El Valencia pag¨® sus miedos

Tanto retrocedi¨® el Valencia en el ¨²ltimo tramo del partido, que al final tuvo lo que se merec¨ªa: el empate del Liverpool, un equipo discreto que s¨®lo se pareci¨® un poquito a su historia en esos ¨²ltimos momentos. Las tres primeras partes del choque, el grupo de Ranieri fue mejor que el conjunto ingl¨¦s, al que lleg¨® incluso a vacilar. Despu¨¦s, sin embargo, el Valencia pag¨® su excesiva soberbia. Y tambi¨¦n sus temores, excesivos. O quiz¨¢ su falta de peso europeo. El rival contaba con un tal Owen, que apareci¨® cuando deb¨ªa y sirvi¨® un centro cantado a un tal McManaman, que elimin¨® con su cabezazo, toda la fiesta valencianista. Demasiado triunfalismo.Y eso a pesar de que el defensa serbio Djukic tuvo una primera parte imperial: cort¨® cuanto quiso, dribl¨® en su propia ¨¢rea cuando le apeteci¨® y le sac¨® a Owen la lengua cada vez que se encontraban. En ese periodo Owen pareci¨® un pajarillo encerrado en la jaula por los experimentados guardianes valencianistas, Bj?rklund, Soria y, sobre todo, Djukic. Otra cosa result¨® McManaman, que, como en la ida, se march¨® cuanto quiso de unos y otros mirando de reojo hacia el palco, donde dicen que estaba Pirri.

Siguiendo ¨®rdenes del general Ranieri, el Valencia hizo lo que deb¨ªa en el primer tiempo: encimar al Liverpool, encajonar a Owen y lanzar a toda mecha a Ilie y a L¨®pez. ?stos, sin embargo, se perdieron unas veces en el exceso de individualismo del rumano y otras en la confusi¨®n del argentino. As¨ª hasta que, a un suspiro del descanso, Ilie envi¨® al poste y L¨®pez recogi¨® el cuero y lo deposit¨® en el cesto. Con el viento del resultado en la espalda, el Valencia empez¨® a adornarse por momentos. Lo hizo Djukic, por supuesto, que ensay¨® incluso una serie de desplantes taurinos ante el aterrorizado gusto de la hinchada valencianista. Y lo hizo, c¨®mo no, Ilie, que busc¨® a los zagueros por el simple placer de burlarlos.

En realidad, el Valencia se puso a tocar en el centro del campo y a esperar a que se abriera m¨¢s tarde o m¨¢s temprano la defensa inglesa. Se abri¨®. Pero al grupo de Ranieri le falt¨® la pegada de otros d¨ªas. El Liverpool, para entonces, ya hab¨ªa desaparecido del mapa. Entre otras cosas, porque Berger practic¨® el absentismo e Ince, tan sobrevalorado, evidenci¨® sus notables carencias.

El Valencia brill¨® en general m¨¢s de lo acostumbrado, pero arrastr¨® todo el partido el desacierto de Popescu. Fuera por el orgullo herido de un legendario equipo, fuera por el p¨¢nico que le entr¨® al Valencia, despert¨® el Liverpool en el ¨²ltimo cuarto. Y pas¨® de un susto a otro en Mestalla hasta el infarto final. Primero fall¨® Fowler, a quien, solo ante Ca?izares, se le engarrot¨® la pierna. Pero m¨¢s tarde surgieron Owen y McManaman, que no fueron tan ben¨¦volos. Para eso son los dos mejores jugadores ingleses del momento. El Valencia, por su parte, no supo superar el golpe. Qued¨® sonado, sobre todo porque Ranieri ya hab¨ªa cambiado a Ilie. ?Qui¨¦n deb¨ªa volver a desequilibrar el partido?