Del "ring" a gobernador de Minnesota
"Me parece que vamos a ver a los pol¨ªticos pasando muchas horas en los gimnasios a partir de ahora", dijo ayer Bill Clinton. El presidente comentaba as¨ª la novedad m¨¢s pintoresca de las elecciones norteamericanas del martes: la elecci¨®n de Jesse el Cuerpo Ventura como gobernador del Estado de Minnesota. Ventura es independiente, pero menudo independiente. De 1,92 metros de altura y 113 kilos de peso, interpret¨® durante a?os el papel de malo en esos espect¨¢culos circenses de lucha libre ama?ada que tanto gustan a los norteamericanos y fue luego actor secundario en filmes de pu?etazo o disparo cada treinta segundos de Arnold Schwarzenegger.Ahora, sin embargo, Ventura, preferido por sus compatriotas de Minnesota a los candidatos oficiales de los partidos dem¨®crata y republicano, es un hombre nuevo. "No volv¨¢is a llamarme el Cuerpo", dijo ayer. "Soy Jesse el Cerebro Ventura". "Mis rivales", prosigui¨®, "dec¨ªan que votar por m¨ª era desperdiciar la papeleta. Pues qu¨¦ bien, resulta que esos votos desperdiciados les han enviado a ellos a la basura". Ventura se present¨® a las elecciones bajo la bandera del Partido Reformista de Ross Perot, aquel hombrecillo cargado de millones que se interpuso en 1992 en la reelecci¨®n de George Bush y de carambola le permiti¨® a Bill Clinton conquistar la Casa Blanca. Pero hasta que lleg¨® Ventura, el Partido Reformista jam¨¢s hab¨ªa ganado un esca?o en el Congreso de EE UU o un cargo de gobernador de Estado, y probablemente no volver¨¢ a ganar otro. Lo que el martes hizo el 37% de los electores de Minnesota -menores de 30 a?os en su mayor¨ªa- fue darle una patada en el trasero a los dos partidos tradicionales con las botas de cuero de luchador de El Cuerpo. Atenci¨®n, esta pelea era de verdad y Ventura no lo ten¨ªa f¨¢cil. Sus rivales en el cuadril¨¢tero pol¨ªtico eran de peso, sobre todo el dem¨®crata Hubert Humphrey III, fiscal general de Minnesota e hijo de un vicepresidente de EE UU del mismo nombre. Pero el luchador acab¨® en un asalto con Humphrey y el aspirante republicano. Y eso que para pagarse la campa?a tuvo que pedir un pr¨¦stamo personal de 300.000 d¨®lares (unos 42 millones de pesetas), una cifra seis veces inferior a la gastada por cada uno de sus rivales. A los analistas pol¨ªticos norteamericanos les sal¨ªa ayer humo de la cabeza intentando explicarse el fen¨®meno. Quiz¨¢ se les escapaba lo m¨¢s f¨¢cil: que la gente tiene sentido del humor. Y que, cuando las cosas le van bien, o sea, cuando hay pan y libertad, puede permitirse el lujo de expresar su descontento con los pol¨ªticos con una broma. Ya lo dec¨ªa Thomas Jefferson, el redactor de la Declaraci¨®n de Independencia de EE UU: "Una peque?a rebeli¨®n de vez en cuando es una buena cosa".
Ventura, de 47 a?os, casado con una ex camarera y padre de dos hijos, entr¨® en liza electoral a trav¨¦s del programa de radio que anima en una emisora local. Su candidatura fue tomando cuerpo a medida que los electores empezaban a apreciar su buen humor y su franqueza, que, como es habitual en el que fue su oficio, alcanza la fanfarroner¨ªa. Uno de sus anuncios de televisi¨®n presentaba a un ni?o que jugaba con un mu?eco de pl¨¢stico representando a El Cuerpo y que aplastaba a otro llamado El Diablo de los Intereses Especiales. Y en un debate televisado con sus rivales, Ventura se present¨® ataviado con traje de camuflaje y un sombrero de explorador australiano.
Pero Ventura, adem¨¢s, no dice disparates. Si se le escucha bien emite opiniones sensatas sobre todo tipo de temas pol¨ªticos, sociales o econ¨®micos, que dice haber adquirido durante los cuatro a?os en que fue alcalde del peque?o suburbio de Brooklyn Park. El campe¨®n se define como conservador en materia presupuestaria -es decir, partidario de no gastar m¨¢s de lo que se recauda y de no asfixiar al contribuyente con impuestos excesivos- y progresista en asuntos sociales -apoya el derecho al aborto y la plena igualdad para los homosexuales-. Y encarna el sentido com¨²n del hombre de la calle cuando declara estar dispuesto a darle unas vueltas a la posibilidad de legalizar la prostituci¨®n y las drogas, si ello puede terminar con el ciclo infernal de la delincuencia. Ventura, que hizo la guerra de Vietnam en la Marina, no se llama en realidad as¨ª, sino James George Janos. Adopt¨® el apellido Ventura al ver ese nombre en un mapa de carreteras de California. "Sonaba bien para un luchador", dice.
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