El espacio interdigital
Son¨® el tel¨¦fono y era la chica de las encuestas. Llama todos los jueves, despu¨¦s de comer, porque conoce perfectamente mis costumbres y sabe a las horas que estoy y a las que salgo. Me pregunt¨® cu¨¢ntas veces me cambiaba de calcetines a la semana y si los prefer¨ªa de algod¨®n o de fibra. Reconozco su voz enseguida. Otras veces quiere saber a qui¨¦n voy a votar y si prefiero los grandes almacenes a las tiendas peque?as. Pr¨¢cticamente, le he dicho todo acerca de m¨ª: qu¨¦ programas de televisi¨®n veo, cu¨¢ntos metros cuadrados tiene mi casa, qu¨¦ colonia me gusta m¨¢s y si soy partidario del fl¨²or en la pasta de dientes. Encuesta a encuesta, he ido cont¨¢ndole mi vida sin que yo supiera nada de la suya. No digo que en alguna ocasi¨®n no la haya mentido para aparentar m¨¢s de lo que soy, pero b¨¢sicamente tiene mi perfil. Lo de los calcetines me pareci¨® demasiado.-Cada vez me preguntas cosas m¨¢s ¨ªntimas -le dije.
-Yo no hago los cuestionarios -respondi¨®-, pero vivo de ellos, compr¨¦ndeme.
-No, si te comprendo, pero a m¨ª tambi¨¦n me gustar¨ªa conocer alg¨²n detalle de tu ropa interior.
-Pues nada, pregunta lo que quieras.
Averig¨¹¨¦ tres o cuatro cosas un poco avergonzado, y no segu¨ª investigando porque me pareci¨® que ella no pon¨ªa ninguna pasi¨®n en sus contestaciones. Respond¨ªa de un modo fr¨ªo, informal, como si hablara de otra, lo que me produjo un malestar indefinido. Al final, le dije que me cambiaba de calcetines dos veces al d¨ªa para parecer m¨¢s limpio de lo que soy, pero ella interpret¨® que sudaba mucho y me recomend¨® unos polvos que hay que ponerse en los espacios interdigitales. Eso dijo, "interdigitales", y me excit¨¦, vete a saber por qu¨¦. De todos modos, no me gust¨® dar esa imagen de persona sofocada: creo que sudo lo normal, ni poco ni mucho. Respecto a si prefer¨ªa el algod¨®n o la fibra, no lo sab¨ªa a ciencia cierta, as¨ª que dije que la fibra, que la anuncian mucho ahora, aunque creo que m¨¢s para digesti¨®n que para los pies.
La chica me dio las gracias, como siempre, y luego pas¨® mucho tiempo sin que me llamara. Empec¨¦ a preocuparme, no s¨¦ por qu¨¦, y al d¨ªa siguiente, como si me hubiera le¨ªdo el pensamiento, son¨® el tel¨¦fono despu¨¦s de comer y era ella. Esta vez no quer¨ªa hacerme ninguna encuesta: la hab¨ªan despedido o no le hab¨ªan renovado el contrato basura y estaba en la calle la pobre. Por lo visto, no ten¨ªa a nadie en Madrid, y me pregunt¨® si pod¨ªa quedarse en mi casa unos d¨ªas.
-Despu¨¦s de todo -a?adi¨®-, vives solo y tienes una casa grande, con dos ba?os.
Es cierto que viv¨ªa solo, pero en lo otro le hab¨ªa mentido. La verdad es que tengo un apartamento con un dormitorio y un sal¨®n, sin cocina independiente. Y un solo ba?o, desde luego. Me daba verg¨¹enza confes¨¢rselo, pero me pareci¨® m¨¢s prudente.
-Adem¨¢s, no tengo microondas -a?ad¨ª- ni lavavajillas.
Ella dijo que ya lo hab¨ªa supuesto (nadie dec¨ªa la verdad en las encuestas telef¨®nicas), pero no le importaba. Pod¨ªa dormir en el sof¨¢ y no me estorbar¨ªa.
Me pareci¨® absurdo decirle que s¨ª, pero era tal la intimidad que se hab¨ªa establecido entre nosotros a trav¨¦s de las encuestas telef¨®nicas que era como negarle el cobijo a un familiar que pasa por Madrid de camino a otro sitio. Sin embargo, una relaci¨®n con una voz no es lo mismo que una amistad con un cuerpo entero. La voz es lo m¨¢s inmaterial que poseemos, lo m¨¢s tenue, quiz¨¢ lo menos nuestro. A m¨ª me gustaba su voz, pero no pod¨ªa decirle que dejara la voz y se fuera con el resto de s¨ª a otro sitio, de manera que le di la direcci¨®n y me sent¨¦ a esperar.
Al rato son¨® el timbre de la puerta y entr¨® una chica muy menuda, muy joven. No me la hab¨ªa imaginado as¨ª, pero me gust¨® m¨¢s que en mis fantas¨ªas: una rareza, porque suele suceder al contrario. La invit¨¦ a tomar asiento y, como ten¨ªa en la cabeza la descripci¨®n de su ropa interior, trat¨¦ de imaginarla casi desnuda, pero ella se dio cuenta y dijo que tambi¨¦n ella me hab¨ªa mentido respecto a eso: normalmente llevaba bragas de algod¨®n porque era al¨¦rgica a los tejidos sint¨¦ticos. Luego sac¨® los libros y se puso a estudiar. De esto hace un a?o y todav¨ªa no se ha ido. Lo malo es que ha empezado a llamar una chica de otra agencia de encuestas y he vuelto a decir que vivo solo y que tengo dos ba?os. Lo de los dos ba?os es mentira, pero lo otro, pese a la presencia de la estudiante, contin¨²a siendo verdad. No tengo remedio.
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