35 horas: 'ora pro nobis'
Es muy arriesgado exponer una idea compleja de manera simple, y no s¨®lo por la profanaci¨®n que comporta, que no es poca, sino, y sobre todo, porque conduce a la soluci¨®n m¨¢gica, a la respuesta religiosa, lo cual es a¨²n m¨¢s peligroso cuando dicha respuesta se formula brillantemente.Algo as¨ª pasa con lo de "trabajar menos, para trabajar todos", que pol¨ªtica y sindicalmente se concreta en las famosas 35 horas. De repente hemos encontrado una soluci¨®n sencilla capaz de resolver -o aliviar al menos- uno de los principales problemas de las sociedades modernas, el desempleo, y su tradicional aliado, el empleo subalterno. Por fin, las fuerzas de progreso hemos conseguido trazar la divisoria: quien est¨¦ a favor de las 35 horas es de izquierdas; quien est¨¦ en contra, de derechas. Es el fin de la melancol¨ªa.
Pero desgraciadamente la sencillez de la respuesta no se compadece con la dificultad del problema, cuya soluci¨®n dista mucho de una compasiva declaraci¨®n de intenciones.
Es cierto que existe una relaci¨®n directa entre tiempo de trabajo y volumen de empleo, y no menos cierto que la reducci¨®n del tiempo de trabajo es un objetivo no s¨®lo deseable, sino tambi¨¦n necesario, tanto para combatir el paro como para ganar calidad de vida. Pero el problema, como siempre, no radica en lo que queremos, sino en c¨®mo conseguirlo. La reducci¨®n del tiempo de trabajo ha sido una constante en el debate sociolaboral desde hace 150 a?os, desde que se promulgaron en Inglaterra las primera leyes a favor de los menores y dieron lugar a la famosa pol¨¦mica entre Marx y Senior, la conocida como "¨²ltima hora de Senior". Defend¨ªa este economista que el beneficio del empresario se concentraba en la ¨²ltima hora de trabajo y que, por tanto, si se reduc¨ªa el trabajo una hora se reduc¨ªa el beneficio, y con dicha reducci¨®n se cancelaban "las expectativas empresariales", y con ellas, la creaci¨®n de riqueza. Tesis que el tiempo se ocup¨® de demostrar falsa. Sigui¨® el debate y muy pronto se lleg¨® a la reivindicaci¨®n de la "jornada de ocho horas". Puede resultar hoy en d¨ªa un poco sorprendente recordar cu¨¢l fue el origen del "Primero de Mayo". Surgi¨® en el Congreso Obrero de Par¨ªs de 1890, para reivindicar la jornada de ocho horas -lo que no era ninguna utop¨ªa, pues ya exist¨ªa en alg¨²n que otro sitio-. Se acord¨® entonces celebrar el Primero de Mayo, en todo el mundo, para reivindicar la jornada de ocho horas. Fue un salto fenomenal hacia adelante; no olvidemos que no hab¨ªan pasado ni 60 a?os desde que se alcanzara por la Ley de 1833 el primer gran logro de los trabajadores ingleses: la jornada de cinco y media de la ma?ana a nueve de la noche; pero, eso s¨ª, para los j¨®venes de 13 a 18 a?os, nada m¨¢s que 12 horas continuadas (!). Y puede resultar sorprendente porque despu¨¦s de 110 a?os, y habi¨¦ndose multiplicado la productividad por una cantidad que somos incapaces de precisar, el m¨®dulo habitual de jornada sigue siendo hoy el de ocho horas. Parece que ahora somos m¨¢s lentos.
Hacia 1830, en Europa se trabajaban unas 3.200 horas al a?o. Desde 1970 nos hemos estabilizado en torno a las 1.700, y hay muchos que defienden, quiz¨¢s Michel Rocard sea el m¨¢s significativo, que desde que se produjo esta estabilizaci¨®n "se ha venido desarrollando en Europa el desempleo a gran escala", de donde deduce que es menester intensificar la reducci¨®n. Ilustrativo al respecto es el "documento de trabajo" sobre la reducci¨®n del tiempo de trabajo del Parlamento Europeo de 7 de febrero de 1995, cuyo ponente es justamente Rocard.
Lo cierto es que, a partir de la d¨¦cada de los setenta, el debate sobre el tiempo de trabajo en Europa adquiere una dimensi¨®n distinta. Hasta entonces era una reivindicaci¨®n de la poblaci¨®n ocupada para mejorar su calidad de vida; ahora se convierte en una pol¨ªtica de empleo sintetizada en la repetida frase de Guy Aznar: "Trabajar menos para trabajar todos", lo que nos conduce a las 35 horas y al famoso reparto de trabajo.
Esta situaci¨®n, entre nosotros, se ha intentado gestionar de tres maneras distintas: la latina, que apuesta por la reducci¨®n a trav¨¦s de la ley; la alemana, caracterizada b¨¢sicamente por la negociaci¨®n, y la holandesa, cuya se?a de identidad es la enorme extensi¨®n del contrato a tiempo parcial.
Aunque estamos m¨¢s cerca del modelo latino, siempre viene bien recordar la experiencia holandesa. El crecimiento de la poblaci¨®n activa en Holanda es superior a la media comunitaria; su tasa de desempleo en los ¨²ltimos 15 a?os ha mejorado significativamente; desde hace 20 a?os no presenta evoluci¨®n negativa en el empleo, y en el periodo 83-94 ha disfrutado del descenso m¨¢s significativo en el n¨²mero de horas media trabajadas. El m¨¢s elevado de la UE, un 12%, frente a un escaso 3% en Espa?a, el m¨¢s bajo. Podemos identificar el milagro holand¨¦s en el 36% de tiempo parcial, con tendencia al alza, pero no es ¨¦ste en realidad el milagro, el milagro es que la inmensa mayor¨ªa de los trabajadores con contrato a tiempo parcial, m¨¢s del 85%, est¨¢ satisfecha con su tipo de contrato y que los empresarios han apostado por esta modalidad, lo que les ha exigido invertir en organizaci¨®n y tecnolog¨ªa. En suma, lo que ha conseguido Holanda es la organizaci¨®n social de la reducci¨®n.
No cabe comentar ni siquiera m¨ªnimamente la ley francesa del pasado 19 de mayo, pero s¨ª que creo ¨²til recordar que nadie discute que se trata de una ley documentada. El Dares (Direcci¨®n de Estudios y Estad¨ªsticas) realiz¨® la siguiente pregunta: "?Cu¨¢les son los efectos de la reducci¨®n del tiempo de trabajo sobre el empleo?", a dos organismos cualificados: el OFCE (Observatorio Franc¨¦s de Coyuntura Econ¨®mica) y el Semef del Banco de Francia (Servicio de Estudios Macroecon¨®micos), y a partir de aqu¨ª se iniciaron las simulaciones que permitieron racionalizar el debate. Y en base a ellas, sostienen los expertos que alumbraron la experiencia francesa de las 35 horas, "la moderaci¨®n salarial constituye el centro neur¨¢lgico para obtener ¨¦xito con una pol¨ªtica de reducci¨®n del tiempo de trabajo". Es decir, que el mecanismo es un poco m¨¢s complejo que el del sonajero, y menos tiempo de trabajo no siempre significa m¨¢s empleo. Es m¨¢s, son de la opini¨®n que de los cuatro elementos que intervienen en la creaci¨®n de empleo a trav¨¦s de esta pol¨ªtica, s¨®lo uno de ellos es la propia reducci¨®n del tiempo de trabajo; los otros son la moderaci¨®n salarial, el incremento de la productividad del trabajo y el incremento de la rentabilidad del capital. Y si no se producen los cuatro, no se produce el beneficio de la creaci¨®n de empleo.
Quiero con ello decir que de poco vale la reivindicaci¨®n de las 35 horas y la aplicaci¨®n mim¨¦tica de la experiencia francesa si antes no nos hemos detenido en analizar nuestra propia realidad, para lo cual es necesario, resulta obvio, conocerla, pero ya estamos de nuevo, desdichadamente, con "la dram¨¢tica persecuci¨®n de lo obvio".
Para empezar, y seg¨²n el estudio de la OCDE -que no es que sea el Libro Sagrado, pero, bueno, algo es-, en Espa?a se trabajaban en 1996 1.810 horas a?o; 165 horas m¨¢s que en Francia, 250 m¨¢s que en Alemania y, Dios m¨ªo, 438 m¨¢s que en Holanda. Por aqu¨ª, lo habitual es escuchar que los trabajadores espa?oles son unos vaguetes y que est¨¢n todo el d¨ªa de puente; pues de repente uno se entera de que los holandeses tienen tres meses m¨¢s de vacaciones que los espa?oles. De esc¨¢ndalo.
Y ello conduce a una doble conclusi¨®n: la reducci¨®n del tiempo de trabajo debe ser un objetivo prioritario, y esto, a tenor de los datos expuestos, parece poco contestable, pero la aplicaci¨®n mim¨¦tica de la experiencia de un pa¨ªs que trabaja 165 horas menos que nosotros provocar¨ªa un serio descalabro en la competitividad de nuestras empresas, con la consiguiente depresi¨®n en el mercado de trabajo.
Por ello es bueno centrar el debate en Espa?a, y centrarlo despu¨¦s de que seamos capaces de contar con una verdadera encuesta sobre la realidad de nuestro pa¨ªs en lo que a jornada se refiere -realidad ¨¦sta, les aseguro, bastante impenetrable-; el paso siguiente es un serio compromiso de los agentes sociales de "legalidad horaria"; es un asunto que a ellos compete y ellos deben resolver; es infantil pensar que es algo que se pueda solucionar con m¨¢s y m¨¢s inspecciones de trabajo.
Y a partir de aqu¨ª hay que empezar a hablar, y hablar de verdad, de la manera m¨¢s laica posible, sin despreciar de antemano ninguna posibilidad, sin ninguna autoexclusi¨®n previa, pues resulta dif¨ªcil imaginar cualquier escenario sin la presencia del Gobierno. Y conscientes b¨¢sicamente de dos cosas: que los trabajadores espa?oles trabajan mucho y es bueno y necesario que trabajen menos, y que la reducci¨®n del tiempo de trabajo es un instrumento eficaz para reducir el desempleo. Si se usa bien, claro, como todo en la vida.
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