La ORA
El Ayuntamiento de Madrid la ha tomado con la ORA. Quiere decirse que ha recrudecido las medidas de control del tiempo que permanecen parados los veh¨ªculos donde hay establecida la obligaci¨®n de pagar una tasa por estacionamiento. El motivo oficial es resolver el problema que hay en la capital, por el desfase que existe entre los escasos espacios disponibles y la enorme cantidad de conductores que los demandan para estacionar sus veh¨ªculos. Pero no debe de ser esa la raz¨®n de fondo -sino satisfacer la habitual voracidad recaudatoria de los municipios- porque el problema mayor del tr¨¢fico en Madrid no es el estacionamiento sino la propia circulaci¨®n de los coches. Y eso no lo resuelve la ORA.La circulaci¨®n viaria es un grave asunto que al Ayuntamiento se le ha ido de las manos. Quiz¨¢ venga de atr¨¢s y alcanza ya tal envergadura que ponerlo en orden constituye ardua tarea. Pero para eso est¨¢. Uno recuerda la ¨¦poca aquella del seiscientos, cuando los ciudadanos pudieron comprar su primer coche y empez¨® a intuirse que, si segu¨ªa increment¨¢ndose la circulaci¨®n, el estacionamiento podr¨ªa convertirse en un serio problema. Y recuerda tambi¨¦n los lamentos de quienes ten¨ªan coche cuando nadie hab¨ªa so?ado con semejante lujo -alg¨²n marqu¨¦s, los nuevos ricos del estraperlo, los privilegiados del r¨¦gimen a quienes se conced¨ªan licencias de importaci¨®n- porque algunos d¨ªas no pod¨ªan dejarlo delante del portal pues les usurpaba el sitio un advenedizo con su seiscientos.
En aquel tiempo aparcar no presentaba dificultades y, sin embargo, las multas eran inmediatas. Al que dejaba el coche en un paso de peatones, o tapando la visibilidad de un sem¨¢foro -no digamos si se lo saltaba-, o simplemente a menos de cinco metros de una esquina, se le ca¨ªa el pelo. Parad¨®jicamente, cuando aument¨® el parque automovil¨ªstico el celo de los agentes de la autoridad empez¨® a decaer, y fuera por exceso de trabajo, por dejaci¨®n de funciones o por pura incompetencia municipal, se lleg¨® a lo de hoy. Y lo de hoy es -basta con salir a la calle para verlo- que muchos conductores rebasan ampliamente la velocidad m¨¢xima permitida; que se ponen a competir con los dem¨¢s automovilistas y hacen una conducci¨®n peligrosa; que se saltan los sem¨¢foros en rojo. Y, al parar, estacionan en doble fila.
La capacidad viaria de Madrid se reduce entonces a la mitad; quiz¨¢ menos. Calles anchas, por culpa de los coches estacionados en doble y hasta en triple fila, quedan convertidas en una v¨ªa angosta de un solo carril. La circulaci¨®n se hace entonces lenta, o es imposible porque ese carril queda taponado. La doble fila, adem¨¢s, impide salir a quienes estaban estacionados junto al bordillo de la acera, sin molestar a nadie. Con las nuevas medidas sobre la ORA, muchas veces ocurrir¨¢ que a estos automovilistas se les multa por rebasar el tiempo de estacionamiento permitido, mientras los de la doble fila que les bloquean y entorpecen la circulaci¨®n, se van de rositas.
El caos que caracteriza al tr¨¢fico de Madrid no s¨®lo es una cuesti¨®n de molestias. La masa ingente de coches parados en los atascos, soltando humos por los tubos de escape, produce una maloliente e irrespirable contaminaci¨®n de mon¨®xido de carbono y eso es -no el tabaco- lo que est¨¢ envenenando a los madrile?os. La actividad ciudadana en todos sus aspectos se ve seriamente resentida por las dificultades que plantea trasladarse a cualquier lugar. Los accidentes tambi¨¦n son una grave consecuencia de todo ese desorden circulatorio. Los expertos ofrecen datos significativos: mientras los accidentes de carretera causan mayor mortandad, los accidentes en zonas urbanas con heridos graves duplican a los que se producen en la carretera.
Las tareas de un Ayuntamiento son de gran complejidad. Su gesti¨®n ha de abarcar todos los ¨®rdenes de la vida ciudadana que, obviamente, comprende facilitar el desarrollo econ¨®mico, promover viviendas, ampliar zonas verdes, establecer ¨¢reas de recreo, incrementar la actividad cultural, crear servicios y montar las adecuadas estructuras; principalmente una red viaria que permita la r¨¢pida y segura comunicaci¨®n. Y esto es lo que falla. Pretender arreglarlo poniendo multas a quienes est¨¢n correctamente estacionados s¨®lo porque rebasan la ORA, es lo que la sabidur¨ªa popular suele definir como el chocolate del loro. O en otras palabras: una solemne tonter¨ªa.
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