Europa, Jap¨®n y el fantasma de Keynes
Once pa¨ªses de la Uni¨®n Europea est¨¢n preparados para fusionar sus monedas para siempre en el euro. Mientras llega ese d¨ªa, ?est¨¢n cambiando esos gobiernos su idea sobre cu¨¢les son las normas que van a determinar el valor del euro? Como ha demostrado la historia del d¨®lar estadounidense, una amplia uni¨®n monetaria tiene ventajas, pol¨ªticas y econ¨®micas. Lo que sigue siendo un interrogante abierto es si estos beneficios se pueden producir artificialmente en un corto periodo de tiempo y entre econom¨ªas y gobiernos diversos. Dado que los gobiernos cada vez temen m¨¢s que esos beneficios s¨®lo se produzcan a largo plazo, el compromiso de contenci¨®n fiscal que marc¨® la carrera hacia el nacimiento del euro se est¨¢ suavizando, ya que los l¨ªderes intentan reconciliar la moneda ¨²nica con su necesidad urgente de promover crecimiento y empleo.Los socios de la Uni¨®n Monetaria Europea est¨¢n renunciando a su soberan¨ªa monetaria, voluntariamente, desde luego, pero no deja de ser una renuncia. Los pa¨ªses miembros ya no tendr¨¢n una pol¨ªtica monetaria individual, y ni siquiera una pol¨ªtica fiscal discrecional. Ya no podr¨¢n solucionar los desequilibrios de los pagos y sus consecuencias macroecon¨®micas mediante maniobras con el tipo de cambio, como hizo con ¨¦xito el Reino Unido en 1992, por ejemplo.
Los economistas partidarios del euro alegan que todo aquello que se pueda realizar mediante ajustes en el tipo de cambio se puede conseguir tambi¨¦n mediante cambios en el precio de los productos b¨¢sicos y de los salarios. Sin embargo, es algo probado que estas soluciones s¨®lo funcionan de manera lenta e imperfecta. Mientras tanto, mantener el euro como moneda fuerte exigir¨¢ mantener altos los tipos de inter¨¦s; y el coste en puestos de trabajo, exportaciones y crecimiento del PNB ser¨¢ tambi¨¦n necesariamente elevado.
Dado el alto desempleo cr¨®nico y los deslucidos resultados macroecon¨®micos de Europa occidental, a los europeos les convendr¨ªa m¨¢s tener bajos tipos de inter¨¦s y una moneda menos fuerte, raz¨®n por la cual es absurdo considerar los mercados monetarios, como suelen hacer los pol¨ªticos, como algo similar a una competici¨®n ol¨ªmpica. Las monedas, y el valor de las mismas, no son un fin en s¨ª mismo, sino medios para alcanzar resultados econ¨®micos realmente importantes.
Lo mismo sucede con los mercados financieros en general. La globalizaci¨®n financiera, que significa b¨¢sicamente la libertad de realizar cualquier transacci¨®n financiera deseada, independientemente de las monedas implicadas, o de la radicaci¨®n o nacionalidad de aquellos que realizan dicha transacci¨®n, no es un fin en s¨ª mismo. Hay que evaluarlo con pragmatismo. Es necesario que el banco central, incluido el Banco Central Europeo, pueda realizar cambios en sus tipos de inter¨¦s, un tanto independientemente de los tipos de mercado mundiales, para llevar a cabo una pol¨ªtica monetaria orientada hacia sus propios objetivos econ¨®micos. Para evitar un arbitraje que tienda a enmendar las intervenciones del banco central, los pa¨ªses, en especial los peque?os, precisan poner obst¨¢culos frente a movimientos indeseados de inversi¨®n y retirada de fondos en su moneda. ?se es el principal prop¨®sito de los impuestos sobre transacciones de divisas que se est¨¢n estudiando en todo el mundo, y de mecanismos como los requisitos de reservas suplementarias que Chile impone a los dep¨®sitos de extranjeros. La protecci¨®n contra una globalizaci¨®n financiera extrema es esencial para mantener una pol¨ªtica econ¨®mica s¨®lida.
Por consiguiente, la austeridad, que hoy en d¨ªa parece ser la defensa habitual contra la inestabilidad monetaria, no es un ingrediente esencial para solucionar las crisis econ¨®micas nacionales e internacionales. Y muchas veces ni siquiera es constructiva. Las econom¨ªas con problemas precisan de reformas estructurales, pero los programas de recuperaci¨®n macroecon¨®mica son la prioridad inmediata. Europa deber¨ªa tener esto en cuenta.
Jap¨®n es un ejemplo clar¨ªsimo al respecto. Su estancamiento y sus espasm¨®dicas recesiones son la consecuencia de una incre¨ªble incompetencia en pol¨ªtica macroecon¨®mica. Jap¨®n padece un verdadero caso de enfermedad keynesiana. Incomprendida en la d¨¦cada de 1930, esta enfermedad condujo a la Gran Depresi¨®n. En esa ¨¦poca, el mensaje de Keynes era nuevo, y los pol¨ªticos todav¨ªa no lo hab¨ªan asimilado. Los pol¨ªticos japoneses de hoy en d¨ªa no tienen disculpa. De hecho, los socios de Jap¨®n en el G 7 (incluidos los europeos, que tambi¨¦n podr¨ªan sonrojarse aqu¨ª, porque su pol¨ªtica se basa en un punto de vista radicalmente antikeynesiano) han estado pidiendo a?o tras a?o a Jap¨®n que aplique una pol¨ªtica keynesiana. Jap¨®n aparece en los titulares como la culminaci¨®n del virus asi¨¢tico, pero no se ajusta a esa plantilla. Jap¨®n no se est¨¢ quedando sin reservas extranjeras. No precisa avales. No se imponen la austeridad y el sacrificio. Es necesario m¨¢s gasto, p¨²blico y privado, incluso gasto que genere d¨¦ficit, a gran escala y de manera sostenida, tanto para consumo como para inversi¨®n.
Es necesario suspender todas las consignas a favor del ahorro hasta que la econom¨ªa japonesa recupere las expectativas empresariales y las inversiones. Considerando el da?o que el desastroso comportamiento macroecon¨®mico de Jap¨®n ha tenido para Asia y el mundo, junto con la aparente incapacidad de los japoneses de disfrutar gast¨¢ndose dinero en s¨ª mismos, quiz¨¢ el Gobierno del pa¨ªs deber¨ªa transferir unilateralmente grandes cantidades de yenes a otros pa¨ªses asi¨¢ticos o a otros pa¨ªses pobres del mundo, para proyectos de desarrollo y alivio de la pobreza, a cambio tan s¨®lo de que esos yenes se gasten en Jap¨®n. Es interesante ver a las ¨¦lites financieras mundiales intentar evitar el esencial pero inc¨®modo consejo keynesiano que en la actualidad est¨¢n dando a Jap¨®n, y cambiar el tema a la reforma financiera. Liberalizaci¨®n dr¨¢stica de las instituciones financieras japonesas, y fijar el medio bill¨®n de d¨®lares (alrededor de 71 billones de pesetas) en cr¨¦ditos incobrables en los libros de los bancos japoneses. Es la familiar ret¨®rica de sacrificio y dolor. Es cierto que estas reformas son importantes. Reconstruction Finance Corporation, en 1932, y Resolution Trust Corporation, en la d¨¦cada de 1980, son dos buenos precedentes en Estados Unidos. Pero carece de fundamento pensar que los problemas bancarios causaron el desastre japon¨¦s o que su resoluci¨®n restaurar¨¢ la prosperidad. El fantasma de Keynes planea sobre Europa y Jap¨®n.
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