Drama venezolano
Si Venezuela ten¨ªa graves problemas, los resultados de las elecciones del domingo pueden agravarlos, ya que han asentado la perspectiva de una victoria en las presidenciales del pr¨®ximo 6 de diciembre del ex golpista Hugo Ch¨¢vez. El antiguo teniente coronel, al no conseguir en 1992 por las armas lo que entonces se propuso, pretende ahora cambiar el sistema pol¨ªtico venezolano con un respaldo popular. Ante el peligro desestabilizador que supone Ch¨¢vez, la soluci¨®n no es un golpe militar que interrumpa un proceso democr¨¢tico, aunque sea para cerrar el paso a alguien que ha demostrado, hasta ahora, no valorar precisamente las urnas. La democracia venezolana est¨¢ ante una dura prueba.La victoria de Ch¨¢vez y su Polo Patri¨®tico -alianza de siete partidos heterog¨¦neos, arrastrados por el suyo propio, el Movimiento V Rep¨²blica- en las elecciones legislativas y en 23 gobernadur¨ªas, es la derrota de la clase pol¨ªtica y los partidos tradicionales en Venezuela. La socialdem¨®crata AP (Alianza Democr¨¢tica) se ha mantenido a duras penas, y el democristiano Copei se ha hundido. El terreno estaba abonado por la corrupci¨®n, la crisis econ¨®mica provocada por la ca¨ªda del precio del crudo -que nutre la mitad de los ingresos estatales-, una inflaci¨®n superior al 50% y una insoportable y creciente desigualdad social. Los partidos tradicionales no han estado a la altura de las circunstancias. El voto del domingo ha sido una reacci¨®n contra ellos. Pues tras Ch¨¢vez y sus seguidores, y a la espera de resultados finales sobre los que se cruzan acusaciones de fraude, el siguiente vencedor ha sido Henrique Salas R?mer, ex socialdem¨®crata convertido al neoliberalismo, con una formaci¨®n, Proyecto Venezuela, tambi¨¦n de reciente creaci¨®n. Frente a Ch¨¢vez las fuerzas pol¨ªticas est¨¢n divididas. Y, sin embargo, la mejor manera de frenar a quien se rebel¨® contra el Estado en 1992, ser¨ªa presentar a las presidenciales un candidato de uni¨®n de los dem¨®cratas.
Ch¨¢vez es un valor desconocido. Se le interpreta por sus precedentes golpistas, lo que no resulta nada tranquilizador. Bebe en todas las fuentes y lo mismo se reclama de la tercera v¨ªa de Blair que del castrismo, de la c¨¦lula como forma de organizaci¨®n social o de los sindicatos populares de participaci¨®n pol¨ªtica. En este terreno ha dejado ver claramente sus intenciones: la convocatoria de elecciones constituyentes para cambiar la estructura de Venezuela de arriba abajo, comenzando por el Poder Judicial. Quiere ver comit¨¦s de salud p¨²blica en lugar de los actuales tribunales. El temor que despiertan f¨®rmulas tan ajenas a la democracia es que pretenda, bajo una u otra f¨®rmula, dar un golpe de Estado desde la presidencia. Como Fujimori, aunque no apoyado en el neoliberalismo econ¨®mico, sino imbuido de un revolucionarismo confuso, que recuerda tesis fracasadas en el pasado. Pese a un proclamado humanismo, no se sabe bien lo que Ch¨¢vez propugna. En tal situaci¨®n, las inversiones, extranjeras o nacionales, no regresar¨¢n f¨¢cilmente a un pa¨ªs que las necesita para sobrevivir.
Ch¨¢vez, que ya puede dejar su impronta en las C¨¢maras legislativas, es un producto del drama venezolano, pero no parte de una soluci¨®n razonable. Si gana las presidenciales, malo, pues Venezuela puede ir a peor. A pesar de ello, el Ej¨¦rcito no debe intervenir con el pretexto de evitar que triunfe en las urnas un antidem¨®crata. Hay que dejar que los pol¨ªticos resuelvan la situaci¨®n dentro del respeto a las reglas del juego. Lo peor es el ruido de sables que empieza a haber en Am¨¦rica Latina, lo que no deja de sobrecoger a la luz de su historia inmediata.
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