El tratamiento pol¨ªtico de la crisis vasca
El horizonte de paz que se vislumbra en la maltratada sociedad vasca es un elemento de claro optimismo cara a la superaci¨®n de la crisis que lastra su convivencia desde hace d¨¦cadas. La excepcionalidad en que el terror ha tenido sumida hasta ahora su vida pol¨ªtica puede contemplarse hoy como un hecho superable si se confirman las esperanzas de ver definitivamente cerrado el cap¨ªtulo de la violencia. Una superaci¨®n entendida como la posibilidad de afloramiento del pluralismo social real de la sociedad vasca a su escena pol¨ªtica. En el futuro inmediato, todo hace pensar que este reforzamiento del pluralismo pol¨ªtico se traducir¨¢ en la disminuci¨®n de la presi¨®n nacionalista en el pa¨ªs.Esta circunstancia es la mejor garant¨ªa de la superaci¨®n de una crisis que pasa necesariamente por un redimensionamiento del nacionalismo, que vuelva a conectar la realidad de Euskadi con lo que ha sido su tradici¨®n pol¨ªtica a lo largo del siglo XX.
Los efectos de la paz necesitar¨¢n un tiempo para conseguir la superaci¨®n de una excepcionalidad vivida durante tantos a?os. Un proceso de salida de la crisis que s¨®lo o fundamentalmente en el marco vasco podr¨¢ saldarse satisfactoriamente en toda su profundidad. Mientras tanto, ser¨ªa conveniente no precipitar expedientes que puedan contribuir a la permanencia forzada de esa excepcionalidad.
Entre estos expedientes -aut¨¦nticos arbitrios, podr¨ªamos decir-, el primero y m¨¢s burdo ser¨ªa la pretensi¨®n de reconocimiento de un derecho de secesi¨®n a favor de la Comunidad Aut¨®noma Vasca y, puestos a ello, del conjunto de nuestras comunidades aut¨®nomas. Se trata de un remedio que choca frontalmente con el orden constitucional y con la existencia misma de un Estado nacional que est¨¢ en la base de nuestro actual orden democr¨¢tico. El derecho de secesi¨®n no es una cuesti¨®n implanteable en el mundo actual, pero es tributario de unas condiciones que no se dan en modo alguno en la pol¨ªtica espa?ola. Soluci¨®n de ¨²ltima instancia, trata de dar respuesta al bloqueo de otros tipos de organizaci¨®n del pluralismo territorial, a la negaci¨®n de la vigencia de los derechos y libertades fundamentales y a situaciones de opresi¨®n econ¨®mica o territorial insalvables mediante el recurso a los expedientes ordinarios liberal-democr¨¢ticos. Abierto el recurso al mismo en situaciones excepcionales, resultar¨ªa una arbitrariedad presumir su existencia en una vida espa?ola actual que rechaza su reconocimiento de conformidad con una pr¨¢ctica pol¨ªtica universalmente admitida en el orden pol¨ªtico occidental.
El segundo arbitrio capaz de complicar las cosas es un reconocimiento oportunista del derecho de autodeterminaci¨®n, entendido como sin¨®nimo de profundizaci¨®n en la democracia, en el autogobierno. La clave de esta pretensi¨®n podr¨ªa radicar en una definici¨®n a la baja para su introducci¨®n, exigiendo posteriormente las consecuencias impl¨ªcitas al derecho de autodeterminaci¨®n tal como se entiende en el actual marco de las relaciones internacionales.
El tercer arbitrio que pretende abrirse paso entre nosotros es el del reconocimiento de los derechos hist¨®ricos a favor de una comprensi¨®n de los territorios hist¨®ricos, incluso ampliados a Catalu?a y Galicia, como corpora anexa presentes en el pacto que gener¨® la presente Constituci¨®n. Una concepci¨®n organicista sin fundamento en la l¨®gica liberal-democr¨¢tica que presidi¨® la elaboraci¨®n del texto constitucional y que priva de sentido la existencia del sujeto constituyente. Contra semejante recetario, parece razonable insistir en las soluciones pol¨ªticas previstas en el esquema constitucional:
1. Pluralidad nacional basada en la convivencia de una naci¨®n espa?ola de preferente signo pol¨ªtico y unas nacionalidades culturales de mayor significaci¨®n cultural.
2. Acentuaci¨®n de una pr¨¢ctica de lealtades compartidas en el marco de una "pluralidad de jurisdicciones" como la que orientar¨ªa el proceso de construcci¨®n europea.
3. Insistencia en la dimensi¨®n plural de los hechos nacionales espa?oles y, en concreto, de la nacionalidad vasca e imposibilidad de concebir un esquema de pluralismo nacional a escala estatal que no vaya acompa?ado de un paralelo esquema pluralista en el seno de las nacionalidades.
4. Reconocimiento decidido de los "hechos diferenciales" dentro del esquema constitucional existente.
El Estado, la pol¨ªtica espa?ola de signo global, no tiene otro marco de referencia ante la cuesti¨®n que el respeto a estos cuatro recursos b¨¢sicos, olvidando cualquier tentaci¨®n arbitrista. Una pr¨¢ctica pol¨ªtica que vendr¨¢ favorecida por la previsible evoluci¨®n de las opciones pol¨ªticas vascas y por el claro consenso de las fuerzas pol¨ªticas nacionales en la materia. Ayudar¨¢ a su desarrollo el que, mejor que empe?arse en una cruzada antinacionalista, se trate de encontrar un lugar de encuentro de todas las sensibilidades nacionales espa?olas, incluida, por supuesto, la de car¨¢cter global con base en la naci¨®n espa?ola, con unos rotundos valores liberal-democr¨¢ticos que favorezcan el di¨¢logo entre esas diferentes sensibilidades en un marco de creciente integraci¨®n supranacional. Resulta obligado a este respecto bucear en unos precedentes hist¨®ricos liberal-democr¨¢ticos al servicio de un nacionalismo pol¨ªtico, de una comunidad patri¨®tica, capaz de legitimar la acci¨®n del Estado nacional.
La sensatez de que han hecho gala los partidos pol¨ªticos, reduciendo la negociaci¨®n con ETA al campo de las medidas de gracia y excluyendo abiertamente la negociaci¨®n pol¨ªtica, debe ir acompa?ada de una reflexi¨®n social paralela que conceda pleno sentido a una actitud que no solamente es el fruto de la prudencia, sino de la razonable aplicaci¨®n de la l¨®gica democr¨¢tica a una situaci¨®n complicada que puede requerirlo todo, menos la formulaci¨®n de arbitrios m¨¢s o menos bienintencionados.
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