Tiempo de sectas
Durante la pasada semana la cuesti¨®n de las sectas ha sido abordada en el Congreso de los Diputados, con comparecencia ministerial incluida. Como ocurre en estos casos, los medios de comunicaci¨®n se han hecho eco del tema, por lo que hemos podido escuchar y ver diversos reportajes sobre las sectas, confesiones de ex miembros, opiniones de expertos, etc. Se manejan cifras diversas sobre su capacidad de penetraci¨®n en la sociedad, cifras que lo mismo permiten hablar de las sectas como una lamentable pero poco extendida an¨¦cdota que como una pavorosa y amenazante plaga. Y es que no es f¨¢cil aproximarse al mundo de las sectas, al menos si se pretende huir del efectismo. Para empezar, resulta complicado deslindar el fen¨®meno sectario de otros fen¨®menos religiosos o parareligiosos, casi tanto como distinguir convenientemente entre el magma de realidades que se ocultan bajo la denominaci¨®n de secta: confesiones religiosas minoritarias, manifestaciones de maravillosismo en torno a apariciones y curanderismo, mezclas de esoterismo y parapsicolog¨ªa, o simple y pura estafa. Sobre todo, no se sabe lo bastante de sus miembros, esas personas que, seg¨²n la afortunada caracterizaci¨®n de Rosen, han alcanzado "las orillas m¨¢s extravagantes de la cordura". El actual fen¨®meno sectario suele ponerse en relaci¨®n con procesos culturales propios de las sociedades modernas, entre los que destacan el pluralismo cosmovisional y el correlativo ascenso de la soledad y el anonimato. Hoy es posible que los individuos se construyan de una manera bastante singular dot¨¢ndose de un repertorio cultural que no se parezca en nada al de otro ser humano. Puede que comparta diversos componentes de su repertorio con diferentes grupos de personas, pero en tanto que repertorio integrado -en tanto que conjunto de valores que conforman su identidad- pasa a ser una cuesti¨®n individual. Esta situaci¨®n genera oportunidades y riesgos. Hay quienes se adaptan bien a un escenario en el que conviven m¨²ltiples interpretaciones del mundo: son los "virtuosos del pluralismo". Para la mayor¨ªa de la gente, esta situaci¨®n genera confusi¨®n e inseguridad. Pero el fen¨®meno sectario no es de hoy. Acaba de publicarse un libro de Damian Thompson titulado El fin del tiempo. Fe y temor a la sombra del milenio, mediante el cual podemos recorrer a lo largo de la historia el componente de inseguridad y de miedo presente en todas las sectas, miedo que se acent¨²a con la cercan¨ªa del fin de un milenio. Este temor contrasta fuertemente con la tranquila conciencia expresada por los cient¨ªficos Leakey y Lewin en su libro La sexta extinci¨®n, cuando dicen: "Si alguna certeza podemos inferir del conocimiento del flujo de la vida y de las fuerzas que lo forman es que llegar¨¢ el d¨ªa en que pereceremos todos, nosotros y nuestros descendientes, y la Tierra y sus pobladores seguir¨¢n andando sin nosotros". Claro que alguien podr¨ªa decir que es muy f¨¢cil mostrarse templado ante la muerte siempre que ¨¦sta no tenga se?alada su d¨ªa y su hora, m¨¢xime si este d¨ªa y esta hora son ya mismo. En la pel¨ªcula Gringo viejo (basada en la novela hom¨®nima de Carlos Fuentes) asistimos a una dur¨ªsima escena en la que se pone de manifiesto lo distinto que es enfrentarse a la muerte como posibilidad futura o como hecho actual. En cualquier caso, a pesar de todas las dificultades, conviene mantener una actitud de atenci¨®n vigilante hacia el fen¨®meno sectario. Para ello, la vieja distinci¨®n de Max Weber sigue siendo de utilidad: una iglesia es una instituci¨®n en la que, necesariamente, caben justos y pecadores, mientras que una secta es una comunidad constituida ¨²nicamente por los verdaderos fieles, por los renacidos, y s¨®lo por ellos. Conviene sospechar siempre de aquellos que nos invitan a formar parte de la comunidad de verdaderos creyentes previo paso por el peaje de la regeneraci¨®n, tenga esta como referencia simb¨®lica el Palmar de Troya, Lizarra o Guadalajara.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.