El ascua kurda
CON LA detenci¨®n en Italia de Abdullah Ocalam, el jefe del Partido Kurdo de los Trabajadores (PKK) que pretende por las armas la autonom¨ªa de su pueblo en Turqu¨ªa, le ha estallado en las manos al nuevo primer ministro D?Alema uno de los m¨¢s candentes conflictos contempor¨¢neos. Y no s¨®lo a Italia, tambi¨¦n a Alemania, donde conviven millones de turcos y refugiados kurdos, y cuya polic¨ªa le busca desde 1990 por asesinato. Aunque el ministro de Exteriores, el verde Fischer, ya se ha apresurado a considerar la pelota en el tejado italiano.Ocalam, de 49 a?os, con un historial de tirano, es el rostro internacional del nacionalismo armado kurdo. Procedente de Rusia y expulsado en octubre de Siria tras amenazas militares turcas, ha pedido asilo en Italia despu¨¦s de asegurar que su organizaci¨®n ha renunciado a la violencia. Turqu¨ªa, un aliado en la OTAN y segundo cliente de Italia (m¨¢s de 3.500 millones de d¨®lares anuales), anuncia represalias si Roma no le entrega. Ankara, y tambi¨¦n EEUU, le consideran un terrorista, responsable de miles de muertes en 14 a?os de conflicto. D?Alema alega que su pa¨ªs, donde existe amplia simpat¨ªa por la causa kurda entre la izquierda y al que llegan anualmente centenares de refugiados, no puede entregar al l¨ªder secesionista a un Estado donde existe la pena de muerte.
Los kurdos -descritos como el mayor grupo ¨¦tnico del mundo sin una naci¨®n- resultaron perdedores en la eclosi¨®n de Estados en Oriente Medio que sigui¨® a la ca¨ªda del imperio otomano, tras la Primera Guerra Mundial. La historia nunca les dio el prometido Kurdist¨¢n. De sus cerca de 27 millones, casi la mitad viven en Turqu¨ªa, donde en algunas zonas representan m¨¢s del 60% de la poblaci¨®n, al igual que en sus territorios de Irak o Ir¨¢n. Desde hace 14 a?os, el PKK, la organizaci¨®n marxista de Ocalam, que en 1994 renunci¨® a la independencia, lucha por controlar el sudeste del pa¨ªs.
Turqu¨ªa no est¨¢ en las mejores condiciones para conseguir la extradici¨®n. El r¨¦gimen de Ankara, que aspira firmemente a integrarse en la Uni¨®n Europea y mantiene la pena capital, tiene un acusado d¨¦ficit en el reconocimiento y respeto de los derechos humanos (sobre todo de los kurdos), como ha se?alado repetidamente el Parlamento Europeo. Pese a que la justicia sigue su curso, la decisi¨®n italiana sobre Ocalam ser¨¢, al final, pol¨ªtica. Por eso, quiz¨¢ sea el momento -como D?Alema y Fischer han sugerido, y no por altruismo- para impulsar desde Europa una soluci¨®n pol¨ªtica de la irresuelta cuesti¨®n kurda.
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