Las elecciones europeas
La importancia pol¨ªtica global que han adquirido las pasadas elecciones en Euskadi, la sombra incierta que proyectan las elecciones catalanas con una fecha que s¨®lo el dios Pujol conoce y la trascendencia ciudadana inmediata de las elecciones municipales, acompa?adas en muchas autonom¨ªas de las regionales, hacen olvidar a menudo que dentro de siete meses, es decir, el pr¨®ximo 13 de junio, se celebrar¨¢n tambi¨¦n elecciones al Parlamento Europeo.Es ¨¦ste un olvido tan explicable como se quiera, pero tambi¨¦n pol¨ªticamente peligroso, porque demuestra una falta de tensi¨®n de la conciencia de ciudadan¨ªa europea y una infravaloraci¨®n de las instituciones de la Uni¨®n, cuando condicionan ya una parte muy importante del conjunto de las pol¨ªticas econ¨®micas y sociales de todos los pa¨ªses. Incluso para los antieurope¨ªstas m¨¢s radicales se va imponiendo en la pr¨¢ctica que, mientras patalean con los pies, intentan trabajar en la pol¨ªtica europea con las manos.
La construcci¨®n de la Uni¨®n Europea es un proceso avanzado, irreversible y necesario en la situaci¨®n actual, pero que precisa de la participaci¨®n ciudadana para su consolidaci¨®n democr¨¢tica. Es cierto que es el ¨¢mbito econ¨®mico y comercial en el que se han producido los mayores avances y que ha venido siendo el Consejo -es decir, las relaciones intergubernamentales- el que ha acumulado la mayor capacidad de decisi¨®n. Pero a partir de ah¨ª se impone ahora superar esta fase para entrar de lleno en una regulaci¨®n plenamente participativa de la Uni¨®n, que asegure no s¨®lo la correcci¨®n de las din¨¢micas devoradoras del mercado, sino que fundamentalmente elabore y practique una pol¨ªtica social justa e internacionalmente solidaria.
Hoy, avanzar en este sentido exige sacar a la Uni¨®n de las pr¨¢cticas predominantemente economicistas y situarla en el campo de la pol¨ªtica, es decir, en el de la democracia, no s¨®lo parlamentaria sino tambi¨¦n social.
El Consejo debe dejar de ser el c¨®nclave secreto en el que se negocian intereses al margen de la opini¨®n p¨²blica, para pasar a convertirse en una c¨¢mara transparente en la que se toman decisiones por mayor¨ªa y en la que cada uno responde de su voto ante los ciudadanos. En sus funciones legislativas, el Consejo debe dar participaci¨®n a las regiones, al menos en aquello que las concierne, y ha de compartir en igualdad de condiciones esa capacidad legislativa con el Parlamento Europeo, un Parlamento que debe arbitrar procedimientos de colaboraci¨®n con los parlamentos estatales y de participaci¨®n continuada de la sociedad civil. Todo ello, acompa?ado del refuerzo de la Comisi¨®n Europea, pensada con un Gobierno europeo para dirigir la pol¨ªtica que se derive de sus competencias y, por tanto, con un presidente elegido y censurable por el Parlamento, como podr¨ªa ya desprenderse de una interpretaci¨®n positiva de las modificaciones de los tratados acordadas en Amsterdam.
Parece ser que en la reciente reuni¨®n de jefes de Estado y de Gobierno de los d¨ªas 15 y 16 de octubre en P?rtschach, sobre el futuro pol¨ªtico de la Uni¨®n Europea, el Consejo ha iniciado una andadura m¨¢s de acuerdo con las necesidades de participaci¨®n pol¨ªtica y de justicia social.
En esta cumbre, el Parlamento Europeo ha estado doblemente presente. Por una parte con la voz autorizada de su presidente, el se?or Jos¨¦ Mar¨ªa Gil-Robles, que con la claridad que le caracteriza ha se?alado las urgentes responsabilidades que tiene ante s¨ª el Consejo. Por otra parte, con la resoluci¨®n propuesta por el presidente de la Comisi¨®n Institucional, Biagio de Giovanni, y aprobada en el pleno del Parlamento Europeo por una ampl¨ªsima mayor¨ªa, y que constituye un programa cuyo cumplimiento garantizar¨ªa el refuerzo de la legitimidad democr¨¢tica y de la eficacia en el seno de la Uni¨®n.
En este contexto, las elecciones al Parlamento Europeo del pr¨®ximo 13 de junio adquieren una importancia que no debiera escapar a ning¨²n ciudadano de la Uni¨®n. En primer lugar, porque ¨¦ste es ya nuestro espacio propio, un espacio que no entra en contradicci¨®n con nuestra identidad nacional. Bien al contrario, es una v¨ªa para resolver, con naturalidad y sin innecesarias confrontaciones est¨¦riles, las aspiraciones leg¨ªtimas ligadas al reconocimiento de identidades hist¨®ricas. En segundo lugar, porque, de acuerdo con nuestras opiniones pol¨ªticas y bas¨¢ndonos en la confianza que nos proporcionen los balances del trabajo realizado en la instituci¨®n durante toda la legislatura, as¨ª como en la calidad de las propuestas de futuro que ofrezcan los candidatos, podremos elegir libre y responsablemente a nuestros representantes. Y, en tercer lugar, y esto es lo que hoy me parece m¨¢s importante resaltar, porque una participaci¨®n alta y practicada con el ejercicio de un voto consciente de la finalidad a que va destinado, sea cual sea la opci¨®n escogida, contribuir¨¢ a reforzar la autoridad democr¨¢tica del Parlamento Europeo y har¨¢ a cada votante m¨¢s europeo, al margen de la cantidad de euros que lleve en el bolsillo.
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