Hallado en el Pac¨ªfico un fragmento del asteroide que extermin¨® a los dinosaurios
La astilla sideral, de 2,5 mil¨ªmetros, salt¨® a 9.000 kil¨®metros del lugar del impacto
No fue un cometa, sino un asteroide, el ejecutor del colosal impacto que barri¨® a los dinosaurios de la faz de la Tierra hace 65 millones de a?os. El objeto celeste, de 10 kil¨®metros de di¨¢metro, cay¨® cerca de la pen¨ªnsula mexicana de Yucat¨¢n, pero una de sus astillas salt¨® 9.000 kil¨®metros hacia el oeste y se hundi¨® en el Pac¨ªfico. Y, por incre¨ªble que parezca, all¨ª mismo la ha encontrado ahora Frank Kyte, un cient¨ªfico del Instituto de Geof¨ªsica y F¨ªsica Planetaria de la Universidad de California. El hallazgo supone un gran espaldarazo a la teor¨ªa del impacto, una formidable cat¨¢strofe que cambi¨® el mundo y permiti¨® que los diminutos mam¨ªferos salieran de su interminable letargo evolutivo.
Los ge¨®logos dividen la historia de la Tierra en periodos con nombres fragorosos: prec¨¢mbrico, dev¨®nico, p¨¦rmico, jur¨¢sico. La transici¨®n entre dos de ellos, el cret¨¢cico y el terciario, se caracteriza en el registro f¨®sil por la brusca desaparici¨®n de una enorme cantidad de especies, incluyendo a los populares y hasta entonces omnipresentes ammonites, a gran parte de la vida marina y a la gran mayor¨ªa del plancton microsc¨®pico. Ah, y tambi¨¦n a los dinosaurios.Es en los estratos que corresponden a esa transici¨®n entre el cret¨¢cico y el terciario -un fugaz lapso de tiempo, seg¨²n las escalas de los ge¨®logos- donde ha aparecido ahora la astilla del asteroide, que mide 2,5 mil¨ªmetros. Podr¨ªa tratarse de una rara coincidencia, pero tanto su descubridor, Frank Kyte, como los cient¨ªficos que han evaluado el hallazgo para su publicaci¨®n en la revista Nature, creen muy probable que la astilla provenga de lo que llaman el impactor: una piedra llegada del espacio que sirvi¨® como mensajero del juicio final para los grandes reptiles.
El enemigo estaba m¨¢s cerca de casa de lo que se cre¨ªa. Hasta ahora se consideraba lo m¨¢s probable que el impactor hubiera sido un cometa, un mort¨ªfero visitante oriundo de alg¨²n lugar del espacio profundo, situado entre 50.000 o 150.000 veces la distancia del Sol a la Tierra.
Entre Marte y J¨²piter
Pero el an¨¢lisis geoqu¨ªmico y petrogr¨¢fico de la astilla de Kyte revela que no procede de un cometa, sino de un asteroide: uno de los millares de min¨²sculos planetas que giran entre las ¨®rbitas de Marte y J¨²piter. En concreto, se tratar¨ªa de un asteroide compuesto por condritas carbon¨¢ceas, un tipo de roca sideral rica en metales y sulfuros, y relativamente abundante en el cintur¨®n de asteroides del Sistema Solar.Adem¨¢s, la mera existencia del fragmento apoya la tesis del asteroide. Los cometas viajan a velocidades enormes, y su impacto hubiera sido tan potente que todo su material se habr¨ªa evaporado instant¨¢neamente. Un vecino asteroide, sin embargo, hubiera golpeado a la Tierra con la suficiente suavidad como para dejarse algunos fragmentos reconocibles esparcidos a lo largo de unos cuantos miles de kil¨®metros.
La relativa moderaci¨®n de esa velocidad, desde luego, no les sirvi¨® de gran cosa a los dinosaurios que dominaban la Tierra a finales del cret¨¢cico. El impacto liber¨® miles de veces m¨¢s energ¨ªa que una hipot¨¦tica explosi¨®n de la totalidad del arsenal nuclear del tranquilo mundo actual. Y extendi¨® tormentas de fuego por todo el planeta.Y lanz¨® a la atm¨®sfera tal cantidad de polvo y residuos terrestres que el sol no pudo verse durante varios meses. Despu¨¦s, ya no hab¨ªa nadie que pudiera verlo otra vez.
O casi nadie: los diminutos mam¨ªferos del cret¨¢cico, que llevaban rodando por el mundo unos 100 millones de a?os, reducidos al humillante papel de presas f¨¢ciles, sobrevivieron al impacto. Desaparecidos los dinosaurios, tuvieron por fin su gran ocasi¨®n hist¨®rica y pudieron evolucionar hacia formas m¨¢s grandes y complejas. Y aqu¨ª estamos ahora, esperando al pr¨®ximo asteroide.
Por cierto que algunos evolucionistas han cre¨ªdo detectar en el registro f¨®sil una curiosa periodicidad de las extinciones masivas de especies. Seg¨²n ellos, cada 26 millones de a?os ocurre un hecho m¨¢s o menos catastr¨®fico que barre del mapa buena parte de su variedad biol¨®gica. Por fortuna, estas teor¨ªas peri¨®dicas no disfrutan de general aceptaci¨®n.
El investigador Jes¨²s Mart¨ªnez Fr¨ªas, director del curso de Materiales y Geolog¨ªa Espacial del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, considera que el hallazgo de Kyte es fascinante, aunque apunta que el registro estratigr¨¢fico de la transici¨®n cret¨¢cico / terciario tiene una indeterminaci¨®n de algunos millones de a?os: un pesta?eo geol¨®gico, pero que hace posible que la astilla provenga de un meteorito distinto al que provoc¨® la extinci¨®n.
La evidencia de Kyte viene a sumarse a otras que han convertido la teor¨ªa del impacto en una hip¨®tesis casi universalmente aceptada por la comunidad cient¨ªfica. Un largo y victorioso camino para el f¨ªsico Walter ?lvarez, que postul¨® esa herej¨ªa en los a?os setenta.
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