Basura
Ayer iba en taxi hacia el centro de Barcelona cuando algo peque?o, pero contundente, cay¨® sobre el dorso de mi mano derecha. Plim. Ondia, me dije, estoy sudando. Deslic¨¦ la palma de la susodicha mano por mi frente: seca como el dep¨®sito de silicona de un cirujano est¨¦tico californiano en viernes por la tarde. Ondia dos, me dije, estoy llorando. Realic¨¦ una operaci¨®n similar a la anterior, pero con la punta de los dedos y en el sector pupilas, y en absoluto: unas casta?uelas, era yo, ateni¨¦ndome al resultado.Entonces me puse a pensar. Pod¨ªa ocurrir que estuviera sudando sin sudar en m¨ª, es decir: que mi cuerpo lo hiciera y que ni mi mente ni mi mano se dieran cuenta (cosas m¨¢s raras hemos visto: Felipe Gonz¨¢lez no se da cuenta de que hace el rid¨ªculo; Almunia, Borrell y los barones no entienden que hunden al PSOE, desmoralizan a la militancia y cabrean a los antirr¨¦gimen). Incluso era factible que llorara, pero sin desesperaci¨®n ni reacciones internas, sin desaz¨®n siquiera.
Por fin comprend¨ª. Hay una consecuencia f¨ªsicamente in¨¦dita, y que no est¨¢ descrita en los diccionarios ni en las enciclopedias de funciones corporales, porque es absolutamente in¨¦dita, muy nuestra (de nuevo, ?el asombro de Europa!), y que oso llamar verg¨¹enza mental. Es decir, que a la mente, al cerebro, le da un sofoco brutal por algo que acontece y le ata?e y, t¨ªmidamente, suelta una gota de agua como para aliviar la presi¨®n, que es la apoplej¨ªa, el derrame, el telele. Una gota de agua fr¨ªa.
Esa l¨¢grima que cay¨® en mi mano, en mi mano cay¨® esa l¨¢grima, no fue sino la expresi¨®n, in¨¦dita pero apreciable, del bochorno que me est¨¢ haciendo pasar la actitud de siete machos del presidente Aznar impartiendo lecciones a los democristianos europeos. Es como Franco con la democracia org¨¢nica, pero en centrismo. ?Por qu¨¦ no se dedica a reciclar otro tipo de basuras?
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