Liderazgo a prueba
LA ETAPA de bicefalia ha terminado. La resoluci¨®n del Comit¨¦ Federal del PSOE ha concedido a Jos¨¦ Borrell la preeminencia que exig¨ªa su condici¨®n de candidato a la presidencia del Gobierno por el primer partido de la oposici¨®n. El comit¨¦ federal ha corregido as¨ª el reparto de papeles entre Borrell y Almunia que estableci¨® el pasado mes de mayo y que ha dado lugar a una penosa dualidad de legitimidades, de la que s¨®lo sacaba provecho el PP.Era urgente para los socialistas situarse en buen orden de marcha paras las sucesivas citas electorales del a?o pr¨®ximo, empezando probablemente por las catalanas en marzo. La crisis de autoridad sufrida tras las primarias imped¨ªa al PSOE acudir a las elecciones con posibilidades de cambiar el signo adverso en las urnas. Puede que la resoluci¨®n no sea la mejor f¨®rmula, porque no est¨¢ exenta de ambig¨¹edades. Pero como m¨ªnimo permite empezar de nuevo el camino con un l¨ªder reconocido y unas reglas de funcionamiento.
Borrell ve reconocida su condici¨®n de l¨ªder de la oposici¨®n, "primer representante y portavoz de las propuestas de los socialistas", y debe integrarse con su equipo en la estructura de la direcci¨®n del PSOE, pero desaparece la oficina del candidato y la dualidad organizativa que planteaban las plataformas territoriales de apoyo. Se ha evitado as¨ª la convocatoria de un congreso extraordinario que pod¨ªa dar pie a una nueva dualidad de legitimidades y agravar todav¨ªa m¨¢s la crisis. La resoluci¨®n del ¨®rgano de direcci¨®n del PSOE, en cambio, extrae todas las consecuencias que se derivan de las primarias, y ¨¦stas son poner toda la estructura del partido al servicio del candidato para intentar vencer en las elecciones generales. El partido socialista pudo tomar este camino muchos meses antes, pero a lo que se ve era necesaria la purga de un doble liderazgo y el debilitamiento del llamado efecto Borrell -los 10 puntos de ventaja sobre Aznar que le dieron al principio las encuestas- para que todos aprendieran la lecci¨®n.
El debate entre las dos cabezas visibles de los socialistas no ha versado sobre programas, ideas o equipos. Ni siquiera ha tratado sobre el modelo de partido, una cuesti¨®n realmente de primer plano en un momento de renovaci¨®n de los liderazgos. Lo que se debat¨ªa era lisa y llanamente ver qui¨¦n mandaba en el PSOE, tras unas primarias que hab¨ªan dado la legitimidad de candidato presidencial a Borrell y un congreso que hab¨ªa otorgado tambi¨¦n la legitimidad, pero en la direcci¨®n del partido, a Joaqu¨ªn Almunia. Ahora, este ¨²ltimo, corresponsable de la confrontaci¨®n surgida de unas primarias por ¨¦l convocadas, ha tenido que ceder terreno a cambio del reconocimiento de una legitimidad org¨¢nica ni superior ni inferior a la emanada de las primarias.
La soluci¨®n arbitrada, gracias a la mediaci¨®n de los barones territoriales, subordina expl¨ªcitamente la acci¨®n del nuevo l¨ªder a los ¨®rganos del partido y concretamente al comit¨¦ federal. Es una forma de decirle a Borrell que la preeminencia que solicita exige de su parte un esfuerzo para ganar la autoridad mediante un ejercicio eficaz del liderazgo. Borrell tendr¨¢ prohibidos a partir de ahora los ejercicios de reivindicaci¨®n de s¨ª mismo. Deber¨¢ actuar como jefe y dirigir el esfuerzo de renovaci¨®n de ideas y de programa necesario para que los votantes puedan considerar de nuevo que el PSOE est¨¢ preparado para las responsabilidades de gobierno. Es decir, demostrar que tiene capacidad para ejercer el liderazgo que se le reconoce.
El acuerdo es fruto de la mediaci¨®n de las organizaciones territoriales. En manos de sus dirigentes, que han vuelto a demostrar su inmenso poder en el seno del partido, queda ahora la tutela del nuevo equilibrio de fuerzas. De ah¨ª que la principal prueba para Borrell sea c¨®mo superar las contradicciones entre los distintos modelos de Estado y de financiaci¨®n auton¨®mica que plantean las distintas federaciones del PSOE.
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