La gran idea de Tina Brown
La directora que revolucion¨® 'Vanity Fair' y 'The New Yorker' se lanza al negocio multimedia con la Disney
El mundo de la comunicaci¨®n se tambale¨® hace unos meses, cuando Tina Brown, de 44 a?os, dej¨® la direcci¨®n de The New Yorker. Pero ?por qu¨¦ conformarse con dirigir una revista cuando se tiene la oportunidad de hacer pel¨ªculas y millones? En una de las escasas entrevistas que ha concedido, Tina Brown esboza sus planes para dominar el sector multimedia.Una atractiva joven inglesa, procedente de Oxford, se hace famosa porque escribe art¨ªculos a m¨¢s velocidad de lo que se tardan en leer, y es desvergonzada, ingeniosa y grosera ("Janet Street-Porter se viste como si fuera un sem¨¢foro y habla como un sistema de megafon¨ªa", por dar un ejemplo). Recorre la buena sociedad arrollando como una m¨¢quina de cortar el c¨¦sped, obtiene el Premio a la Joven Periodista del A?o, le dan una decr¨¦pita revista de sociedad para que la dirija y la convierte en Tatler. Con gran audacia, se traslada a Nueva York para hacerse cargo de una decr¨¦pita revista literaria, Vanity Fair: reinventa la prensa dedicada a los famosos y la convierte en la revista m¨¢s cotizada de Estados Unidos.
Productora millonaria
Despu¨¦s, los santones de la Costa Este se quedan at¨®nitos cuando a la joven le dan el oxidado buque insignia del periodismo norteamericano, The New Yorker. En cinco a?os arregla la revista, la pinta, la transforma, la revitaliza y logra que su tirada aumente en 270.000 ejemplares. Consigue estar entre los directores de publicaciones m¨¢s respetados de Estados Unidos, y de repente hace algo inimaginable, indescriptible: deja su puesto y se va a trabajar para Disney.Exactamente, se va a trabajar para Miramax, que pertenece a Disney. Es decir, forma una sociedad con los hermanos Weinstein (los productores de Pulp fiction y otras pel¨ªculas) y obtiene una participaci¨®n en su propia compa?¨ªa multimedia, llamada Talk Media (una revista cuyos art¨ªculos se prev¨¦ que se conviertan en libros, programas de televisi¨®n o pel¨ªculas), con una inversi¨®n de 30 millones de d¨®lares (4.200 millones de pesetas).
Es poco habitual que los creativos sean socios con participaci¨®n, especialmente los periodistas. Si el proyecto sale adelante, Tina ser¨¢ multimillonaria. Ser¨¢ productora, intermediaria y parte activa.
No es normal que los directores de revistas de gran tirada y en buena situaci¨®n dejen su puesto. Y los directores anteriores de The New Yorker no se han ido nunca por propia voluntad. Por eso existe en los medios brit¨¢nicos la opini¨®n bastante generalizada de que a Tina Brown la echaron. Por qu¨¦ otro motivo iba a abandonar el primer semanario de Estados Unidos para trabajar con los Weinstein.
Mientras desayunamos en Manhattan, le pregunto a Tina Brown si esa opini¨®n es acertada. Pero ella no comprende la pregunta, ni siquiera cuando la formulo de otra manera. ?Que si la echaron? No. Cuando se fue ten¨ªa sobre la mesa un nuevo contrato de cinco a?os que le hab¨ªa enviado el cacique feudal de Cond¨¦ Nast, el multimillonario Si Newhouse, en el que le ofrec¨ªa un incremento significativo del sueldo. Si se hace caso a los rumores que circulan por el mundillo de la prensa de Nueva York, parece que Tina estaba a punto de cobrar dos millones de d¨®lares anuales (280 millones de pesetas). Adem¨¢s, dispon¨ªa de los colaboradores que quer¨ªa y una tirada en aumento.
Desde luego, es verdad que la revista no produc¨ªa beneficios. Sin embargo, en Estados Unidos los directores est¨¢n rigurosamente excluidos de la parte empresarial. Tina aument¨® la tirada en un tercio durante sus cinco a?os en el puesto, pero no hab¨ªa suficiente publicidad, un problema que era responsabilidad exclusiva del editor. Para vender los espacios publicitarios de The New Yorker es preciso un editor de primera categor¨ªa.
Eso es lo que es Ron Galotti, y conviene mencionar que Galotti era el editor de Vanity Fair en la ¨¦poca en que Tina fue directora. El ¨²ltimo a?o que ambos estuvieron en dicha publicaci¨®n consiguieron que empezara a tener beneficios. Galotti dej¨® su puesto de editor de Vogue el mismo d¨ªa que Tina abandon¨® The New Yorker, y por la misma raz¨®n: para incorporarse como socio a Talk Media.
No obstante, hab¨ªa otro elemento que contribuy¨® al ¨¦xito de Tina en la revista: un sorprendente instinto de precauci¨®n, prudencia y reflexi¨®n antes de actuar. Por ejemplo, aunque, con el tiempo, prescindi¨® de 79 de los 120 redactores de The New Yorker, el primer a?o no hizo casi ning¨²n cambio. "Tard¨¦ el tiempo necesario para descubrir qui¨¦n era bueno", explica. "Dejar marchar a la gente es algo muy triste, as¨ª que lo hice con mucho cuidado".
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