Accesos al metro cerrados
FRANCESC ARROYO Un lector remite por correo electr¨®nico una queja sobre el cierre de algunos accesos de las estaciones de metro de Barcelona los fines de semana y d¨ªas festivos. No es la primera que llega de este tipo. En general, los usuarios del servicio creen que la medida del cierre, que tiene que ver con el descanso de la plantilla de la empresa, estaba justifica en otros tiempos, cuando la entrada al suburbano se hac¨ªa, mayoritariamente, comprando el billete en la taquilla. En cambio hoy, a?aden, una buena parte de los pasajeros utilizan la tarjeta multiviaje, y si uno no la tiene, puede adquirirla en las m¨¢quinas autom¨¢ticas que la empresa ha ido situando en las estaciones. En resumen, como en tantas otras ciudades europeas o en los propios Ferrocarrils de la Generalitat, no es imprescindible la presencia de un empleado para que el acceso se mantenga abierto y los usuarios lo utilicen sin tener que desplazarse hasta el siguiente. Una de las personas que se quejan a?ade que se ha encontrado reiteradamente con que en el acceso en cuesti¨®n no se informa de que hay otro muy cercano disponible, algo que no es, dice, indispensable para el barcelon¨¦s, pero que resulta de gran utilidad para el forastero. El lector asegura que la falta de cartel se produce en una de las entradas del metro de la estaci¨®n de Rocafort. Una afirmaci¨®n que rechaza el portavoz de la empresa, quien asegura que siempre se pone la nota informativa y quita hierro al cierre asegurando que entre acceso y acceso no hay m¨¢s de 80 metros. Tambi¨¦n rechaza que los accesos deban permanecer abiertos en festivo, pero no porque la empresa no quiera ofrecer servicio, sino porque, asegura, es demasiado costoso. Y explica que en el momento en que se dispuso de expendedoras autom¨¢ticas de billetes se inici¨® la experiencia de abrir las estaciones por todas sus bocas, con un resultado nefasto: el vandalismo hace imprescindible la presencia de un responsable. En alg¨²n caso, los gamberros han llegado a prender fuego a las m¨¢quinas, que cuestan cinco millones de pesetas cada una. "Es decir, mantener abierto un acceso sin apenas usuarios puede representarnos 10 millones de p¨¦rdidas en un solo fin de semana, porque, ya puestos, queman las dos".
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