El t¨² del taxista
Recuerdo que, en una ocasi¨®n, Lerma se burl¨® de Lizondo por un asunto de palabras. Creo que tuvo algo que ver con aquello tan chusco de las consellerias de Facenda y Mig Ambient, perlas que mostraban a la perfecci¨®n el estilo obtuso del finado. La sorna con que el bar¨®n del PSOE trat¨® al dirigente regionalista dejaba claro el poco respeto que su incultura despertaba en ¨¦l. ?Es a¨²n defendible hoy la pureza del lenguaje? Los ling¨¹istas de aqu¨ª se desga?itan explic¨¢ndole al personal que se dice alhesores, no entonces, o servei, no servici. ?Y de qu¨¦ vale? La gente sigue hablando como le da la gana, pues el castellano ha contaminado muchos aspectos del catal¨¢n que Jaume I trajo al Pa¨ªs Valenci¨¤, y es probable que eso ya no tenga remedio. Al castellano, a su vez, le est¨¢ sucediendo algo similar con el ingl¨¦s, y de la misma manera que las masas ignaras de Europa fueron corrompiendo el lat¨ªn, el mestizaje forzoso que hoy impone la televisi¨®n injerta expresiones y vocablos ajenos en las culturas colonizadas. El mes pasado me re¨ªa yo en esta columna de que T¨¢rsilo Piles quisiera organizar un evento "a nivel mundial". Pocos d¨ªas despu¨¦s, Forges dedicaba su chiste al "D¨ªa ib¨¦rico sin decir a nivel de...". Y es que ahora, para pol¨ªticos, obispos, jueces, tertulianos, rockeros, jesulines y dem¨¢s famosos, todo tiene un nivel, ya sea el tr¨¢fico, los garbanzos o la l¨ªbido. Signo audiovisual de los tiempos: el deterioro expresivo nos invade hoy a trav¨¦s de la hermosa voz de indoctos locutores de radio y televisi¨®n. En la postguerra el culpable fue el cine de Hollywood, de la mano de unos torpes doblajes. La lengua inglesa permite, por ejemplo, que cuando uno habla de s¨ª mismo, se tutee como si estuviera conversando con otra persona: "When you cross the street, if you don"t watch out, they hit you" (Cuando vas por la calle, si te descuidas, te atropellan), dir¨ªa un neoyorquino. Pero el castellano tiene reglas precisas para eso, la forma impersonal con verbos reflexivos o pronominales: Cuando uno va por la calle, si se descuida, lo atropellan. Ese principio impersonal ya ¨²nicamente lo emplean cuatro o cinco nost¨¢lgicos de Cervantes. Un amigo m¨ªo, que se dedica a la ling¨¹¨ªstica, me cont¨® que su maestro le llamaba a dicha manera de hablar "el t¨² del taxista", sin¨¦cdoque un tanto injusta que viene a condensar en esos profesionales un defecto verbal tan pegadizo que suena en todas las bocas, incluso en las m¨¢s insospechadas: Camilo Jos¨¦ Cela, el gran palad¨ªn del correcto hablar, lo utiliz¨® con prodigalidad el mes pasado en el programa de la 2 Negro sobre blanco. Pero la mayor sorpresa me la llev¨¦ hace poco hojeando el libro El dardo en la palabra de Fernando L¨¢zaro Carreter, presidente de la RAE, que ha hecho profesi¨®n de desfacedor de entuertos en esta materia. All¨ª, en la p¨¢gina 378, en el art¨ªculo Penalties, all¨ª mismito estaba: "Se admira a Gaud¨ª, pero no se olvida al arquitecto que te mete un rascacielos en el ojo cuando contemplas un paisaje donde no deb¨ªa estar". Horror, me dije: ?El cazador cazado? No, sencillamente una prueba m¨¢s de que las lenguas son algo vivo, ind¨®mito, y las academias una construcci¨®n posterior que siempre viene a remolque.
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