Al Ammamary
Al Andalus, Almer¨ªa, Al Ammamary. Une la contracci¨®n al, separa el Estrecho. Es la distancia que existe entre cultura y miseria. Las ra¨ªces nacieron juntas y las aparta su vida, o peor, su muerte, porque Al Ammamary, inmigrante marroqu¨ª, ha sido asesinado por dos encapuchados en los campos de Almer¨ªa. Estos campos, hoy, se visten de palabras con la inauguraci¨®n de Expo Agro y se abren a Europa. Europa, con y sin palabras, conoce y va a seguir conociendo las bondades hortofrut¨ªcolas de Andaluc¨ªa. Es la huerta que cultivan algunos andaluces con ayuda bajosalarial y que, en condiciones infrahumanas, prestan, cuando no regalan, inmigrantes en el Poniente almeriense y en tantos otros. Es imposible que se haga verdad un lema: sembrando respeto para cosechar futuro. No se siembra respeto cuando se tolera y se deja vivir (es un decir) sin vivienda, sin salario, sin escuelas, sin sanidad y hacinados en los campos, despu¨¦s de atravesar el Estrecho, que no se contrae para unir dos continentes, a los inmigrantes por el solo hecho de serlo. La muerte de Al Ammamary, lo que hace de verdad es habituarnos a convivir con una violencia que se abre a otros campos, a la movida, al colegio, a la familia. Esta situaci¨®n pone en tela de juicio a la juventud y la escuela, cuando quienes est¨¢n en tela de juicio son quienes practican estas ense?anzas y estas pr¨¢cticas xen¨®fobas. No son los ni?os, ni los j¨®venes, sino la sociedad que exige a estos grandes y peque?os ciudadanos un comportamiento que no observan tan preocupados gobernantes. El futuro de la huerta est¨¢ servido, el de la juventud tambi¨¦n. Mientras preocupe m¨¢s el nombre de las calles que el saber conciliar la alegr¨ªa de la juventud con el descanso de la ciudad y las soluciones pasen por que la juventud siga los fines de semana en los colegios, o que los padres no formen parte de los ¨®rganos de la educaci¨®n y ¨¦sta se niegue para explotar miserablemente a ni?os, mujeres y hombres, es l¨®gico que la violencia enra¨ªce en la intimidad de quienes la consienten y es un acto de hipocres¨ªa trasladar esta responsabilidad a una juventud que lo que quiere es saber ser mayor.
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