Los peligros de la celebridad
Toda celebridad es esclava de la imagen p¨²blica que se ha creado, pero ante esa esclavitud hay dos tipos de personas: las que salen huyendo de su propio personaje y las que se instalan en ¨¦l como en un sill¨®n c¨®modo. Gloria Fuertes, tal y como yo la he conocido, era La Escritora Infantil, la que hac¨ªa ripios ingeniosos que le¨ªan los padres a los ni?os. No s¨¦ calibrar qu¨¦ valor tiene esa literatura, pero s¨ª s¨¦ de qu¨¦ forma la vida de un escritor puede verse alterada si se queda s¨®lo en la superficie de la popularidad y tocando siempre la misma nota. Un d¨ªa, estando yo en casa de Gabriel Celaya, sali¨®, en medio de una larga conversaci¨®n, el nombre de Gloria Fuertes; Celaya se lamentaba del camino que hab¨ªa tomado esa mujer, de la que ¨¦l hablaba con cari?o. Con cari?o y respeto he o¨ªdo hablar a otros escritores de su generaci¨®n de la poes¨ªa que escribi¨® antes de sumergirse voluntariamente en la ola de los versos infantiles.Toda celebridad corre el peligro de convertirse en una caricatura, y el peligro es mayor si uno se convierte en el escritor infantil de turno. De la misma forma que en los medios de comunicaci¨®n se echa mano del soci¨®logo de turno o del fil¨®sofo de turno, hay un sitio para el escritor infantil; generalmente, ese sitio se ocupa en navidades, en esas fechas en que los ni?os parecen ser lo m¨¢s importante, o en el D¨ªa Mundial del Ni?o.
A Gloria Fuertes no le import¨® jugar a ser ese personaje entra?able que, con las gafas apoyadas en el final de la nariz, le¨ªa un cuento rodeada de ni?os en la televisi¨®n. Esas actuaciones levantaban muchas simpat¨ªas en algunas personas y muchos prejuicios en otras. Reconozco, y no s¨¦ si es el momento, que a m¨ª me causaron malestar desde antes de imaginar que yo escribir¨ªa alg¨²n d¨ªa libros que leer¨ªan los ni?os. Tal vez lo que me molestaba era esa profesionalizaci¨®n en la literatura infantil, ese prestarse a salir rodeada de ni?os en la televisi¨®n, cuando yo no creo que los ni?os puedan gustar en abstracto, en general, sino como sucede con los adultos: gustan y se les quiere en particular, como individuos, cuando se les conoce. Por fiarme, me fiar¨ªa m¨¢s del escritor sin adjetivos que en alg¨²n momento de su vida y por razones ¨²nicamente creativas escribe libros que yo llamar¨ªa "para todos los p¨²blicos".
No quiero entrar en su valor literario, no puedo entrar, no la he le¨ªdo, s¨®lo la he escuchado, pero s¨ª llamar la atenci¨®n sobre una cosa: si es cierto eso de que la popularidad tiene un precio, Gloria Fuertes lo pag¨® con creces, porque su escritura qued¨® oscurecida por el personaje que ella misma se cre¨® con la ayuda de los que estereotipan el mundo infantil. Contra lo que piensan algunos insensatos, no siempre la popularidad es buena; la popularidad, y m¨¢s en tiempos de la televisi¨®n, es dif¨ªcil, enseguida te convierte en un mu?eco al que pueden imitar los humoristas de turno. Gloria Fuertes qued¨® sepultada por la programaci¨®n infantil y por todos esos requisitos que se le exigen al escritor de ni?os: buen humor permanente, apoyo continuo y activo a cualquier causa, amor a la infancia del planeta y escribir todos los a?os un villancico de corte moderno.
Creo que aquellos que la conocieron m¨¢s antes de llegar a ser el personaje que todos conocemos tienen el deber ahora de ense?arnos qu¨¦ era aquello que merec¨ªa la pena, porque, si algo bueno tiene la literatura, es que nunca es tarde, y no es preciso que el escritor est¨¦ presente para apreciar su obra; es m¨¢s, aunque parezca demasiado radical, cada vez estoy m¨¢s convencida de que el escritor sobra.
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