Una est¨¦tica ef¨ªmera y fascinante

Philip Glass es un m¨²sico de extraordinaria habilidad. Escoge bien a sus compa?eros de viaje: Cocteau, Wilson, Freyer..., y se mueve como pez en el agua en los condicionamientos de mercado de la sociedad actual. Con base en la m¨²sica seria y m¨¢s de un coqueteo con la ligera, Glass ha contribuido al acercamiento a la ¨®pera de un p¨²blico no habitual. Su minimalismo ha sido embriagante y queda como una de las referencias de la est¨¦tica musical de las ¨²ltimas d¨¦cadas. En Corvo branco se sujeta a los condicionamientos de un texto po¨¦tico e ir¨®nico de la escritora portuguesa Luisa Costa Gomes. Su m¨²sica -con m¨¢s melod¨ªas que de costumbre- se ve reforzada por el potente soporte visual. Robert Wilson ha conseguido resonantes triunfos en ¨®peras como Pelleas et Melisande y El castillo de Barba Azul y con obras teatrales como La muerte de Danton. Se siente m¨¢s a gusto en t¨ªtulos de corte est¨¢tico, en los que puede hacer prevalecer la potencia de sus cuadros esc¨¦nicos. En Corvo branco su planteamiento teatral es la m¨¦dula dorsal del espect¨¢culo, la base de una fascinaci¨®n irresistible.La fuerza creadora e imaginativa es inmensa. En el movimiento, en el gesto, en la pl¨¢stica, en la iluminaci¨®n. Cuadros como los de la corte portuguesa, el viaje m¨¢s all¨¢ de la muerte del ep¨ªlogo o el del tr¨ªo de personajes formado por un gallo de Barcelos, Judy Garland y el hombre de hojalata de El mago de Oz son deslumbrantes. En el retrato de otros personajes como Miss Universo en La Luna se notan elementos de lenguaje procedentes de montajes anteriores. Es positiva esta s¨ªntesis integradora. Wilson ha creado un lenguaje personal de signos, de cuadros esc¨¦nicos vivos, que es a la vez barroco en su capacidad de sorpresa y tambi¨¦n racionalista, en cierto modo oriental, hier¨¢tico y un poco manierista. Arrastra y seduce. Su sentido del movimiento desemboca en la danza. El vestuario es magn¨ªfico, as¨ª como tambi¨¦n la coreograf¨ªa. Para bien o para mal Corvo branco es un espect¨¢culo representativo de una est¨¦tica fin de siglo: ef¨ªmero, visual, seductor, m¨¢gicamente arbitrario, invitando a una fantas¨ªa controlada.

La Orquesta Sinf¨®nica de Madrid responde estupendamente, dirigida por G¨¹nter Neuhold. Los cantantes son en general correctos, como los bailarines o el coro. Destaca el actor portugu¨¦s D. Infante como escritor-narrador. Lo que permanece, en cualquier caso, es el sentido del espect¨¢culo, su capacidad de comunicaci¨®n. Queda en el aire la duda de si estos buenos tiempos para la escena no encubren unos malos tiempos para la l¨ªrica. Pero eso es otra historia. Para el Real el ¨¦xito ha sido rotundo.