Quebec comienza la cuenta atr¨¢s hacia el refer¨¦ndum separatista
Los nacionalistas del Parti Qu¨¦b¨¦cois, favoritos en las elecciones de ma?ana
"El lunes empu?aremos de nuevo el arma del refer¨¦ndum, la cargaremos a conciencia durante unos meses y finalmente nos dispararemos otra vez en el pie". El sarcasmo de Pierre H¨¦bert, comerciante en la calle de Sainte Cath¨¦rine de Montreal, resume -si los sondeos no mienten- el estado de ¨¢nimo de muchos quebequeses. La victoria del Parti Qu¨¦b¨¦cois (PQ, nacionalista) se da por segura en las elecciones de ma?ana.
Con ella se inicia la cuenta atr¨¢s para un tercer refer¨¦ndum sobre la soberan¨ªa de Quebec y la ruptura con el resto de la federaci¨®n canadiense. El PQ no ha fijado fecha, pero el refer¨¦ndum se mantiene en el encabezamiento de su programa. La paradoja es que la mayor¨ªa de los votantes del PQ no desean revivir la tensi¨®n de la anterior consulta, en 1995, cuando el no se impuso por un afilad¨ªsimo 50,6 contra 49,4. Pero tampoco desean renunciar a la amenaza referendaria en sus siempre conflictivas relaciones con el Canad¨¢ angl¨®fono. Atrapado en una situaci¨®n puramente defensiva frente a las otras nueve provincias y, sobre todo, frente a Ottawa, la capital federal, el minoritario Quebec franc¨®fono parece aceptar como mal menor una guerra fr¨ªa que dura ya dos d¨¦cadas.Las elecciones de ma?ana eran consideradas, en el conjunto de Canad¨¢, como la gran oportunidad para acabar con el conflicto de Quebec. Desde el punto de vista de Ottawa, hab¨ªa que derrotar al PQ y demostrar que, tal como indicaba el refer¨¦ndum de 1995, una mayor¨ªa de los quebequeses, por estrecha que fuera, prefer¨ªa seguir siendo canadiense. Hac¨ªa falta encontrar a alguien capaz de derrotar a Lucien Bouchard, el carism¨¢tico l¨ªder del PQ; alguien que, legitimado por las urnas, colocara al fin la firma de Quebec al pie de la Constituci¨®n (la provincia franc¨®fona nunca ha aceptado la reforma constitucional de 1982).
Unidad
El Partido Liberal de Quebec (PLQ) se prest¨® en cuerpo y alma a la estrategia: su jefe, Daniel Johnson, dimiti¨® para dejar paso al ungido y los militantes aceptaron actuar como arietes de la unidad del pa¨ªs. La operaci¨®n se complet¨® con una extraordinaria pirueta: el l¨ªder del Partido Conservador Progresista de Canad¨¢, Jean Charest, dej¨® su puesto en Ottawa y asumi¨® la jefatura del Partido Liberal de Quebec, en el que nunca hab¨ªa militado. Charest, un hombre joven (40 a?os) con gran capacidad dial¨¦ctica y un futuro prometedor, desembarc¨® en Quebec present¨¢ndose a s¨ª mismo como "el salvador de Canad¨¢". Durante unos meses, en verano, Charest super¨® en popularidad al nacionalista Bouchard. La victoria liberal parec¨ªa muy posible.Charest, sin embargo, cometi¨® dos errores. El primero, comprensible en un hombre que proced¨ªa de las filas conservadoras, fue redactar un programa econ¨®mico ultraliberal en una provincia de tradici¨®n socialdem¨®crata. El segundo, cuando el primer ministro federal, el liberal -y tambi¨¦n quebequ¨¦s- Jean Chr¨¦tien, declar¨® que no estaba dispuesto a hacer nuevas ofertas para acomodar a la provincia d¨ªscola en el orden constitucional, ¨¦l se mostr¨® de acuerdo. Desde aquel d¨ªa, en octubre, la sombra de la derrota flot¨® sobre su campa?a electoral. En el decisivo debate de los candidatos en televisi¨®n, Bouchard le asest¨® la estocada final: "Usted y Chr¨¦tien", le espet¨®, "son la pareja ideal: uno no pide nada y el otro no ofrece nada".
Mientras Charest se desga?itaba con la amenaza de que una victoria del PQ supondr¨ªa "de forma irreversible" la ruptura de Canad¨¢, su habil¨ªsimo rival dise?¨® una campa?a perfectamente ambigua. Bouchard prometi¨® un nuevo refer¨¦ndum, por supuesto, pero matiz¨® que s¨®lo lo convocar¨ªa cuando se dieran las condiciones para ganarlo. "No podemos permitirnos una nueva derrota", dijo. Era un buen argumento para dejar que la espada siguiera alzada, lo que aseguraba el voto nacionalista, pero sin dar se?ales de que el golpe fuera inmediato. Bouchard supo ser tan contradictorio como la sociedad quebequesa.
Se trata de una posici¨®n muy costosa. Quebec paga desde hace a?os la incertidumbre sobre su futuro, ya que numerosas inversiones se desplazan a la contigua y absolutamente canadiense provincia de Ontario, y el Gobierno federal mantiene en el m¨ªnimo su aportaci¨®n.
Si Bouchard renueva mandato, lo primero que har¨¢ ser¨¢ estudiar concienzudamente los resultados. "Simplificando, una victoria muy amplia permitir¨¢ celebrar pronto el refer¨¦ndum; si es menos amplia habr¨¢ que tomarse un tiempo", explica un dirigente del PQ en Montreal. Bouchard volver¨¢ a provocar enfrentamientos con Ottawa, tratar¨¢ de que el cada vez m¨¢s duro Gobierno federal o las dem¨¢s provincias, hastiadas de la incertidumbre franc¨®fona, hieran la extrema sensibilidad quebequesa y aprovechar¨¢ un momento de m¨¢xima tensi¨®n para convocar el tercer refer¨¦ndum. El que, seg¨²n el PQ, ha de ser definitivo.
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