Taifas
Contra pron¨®stico, los lores de la ley han decidido por mayor¨ªa hacer honor a la instituci¨®n brit¨¢nica del Common Law, que antepone la primac¨ªa de los derechos civiles sobre cualquier principio de soberan¨ªa. Habr¨ªa resultado chocante que el mismo Parlamento que hace 349 a?os orden¨® ejecutar a Carlos I Estuardo reconociese ahora la inmunidad de un dictador papista. Y, como no fue as¨ª, con esta sentencia hist¨®rica adquiere un impulso decisivo la necesaria globalizaci¨®n de la justicia. Pero surge entre nosotros la paradoja de que, mientras la Audiencia Nacional reclama jurisdicci¨®n extraterritorial, la escena pol¨ªtica espa?ola se territorializa cada d¨ªa m¨¢s.As¨ª sucede en el primer partido de la oposici¨®n, que, ante el vac¨ªo de poder causado por su orfandad de liderazgo, ha recurrido al poder f¨¢ctico de los triunviros de la B¨¦tica, disolviendo la jerarqu¨ªa federal en una mera confederaci¨®n de taifas. Pero algo parecido sucede en Espa?a, que con Aznar est¨¢ entrando en un proceso de creciente centrifugaci¨®n territorial. Es el precio de apoyo que prestan los nacionalismos perif¨¦ricos a la dif¨ªcil gobernabilidad del Estado de las Autonom¨ªas, que cada vez se parece m¨¢s no al Imperio Austro-h¨²ngaro, sino al mosaico de Reinos de Taifas en que degener¨® el Califato de C¨®rdoba. ?Habr¨¢ que echar de menos al se?or Gonz¨¢lez como ¨²ltimo califa vertebrador de una Espa?a en v¨ªas de desarticulaci¨®n y desguace?
El ¨²ltimo episodio de esta escalada territorial lo ha protagonizado el porfiado Pujol al reclamar un ajuste de cuentas fiscales para equilibrar el saldo catal¨¢n. La cuesti¨®n es compleja pero, para simplificarla, reduzcamos el problema a los t¨¦rminos planteados por Pujol, para quien "los catalanes pagan un 20% por encima de la media espa?ola y reciben un 17% por debajo". Pues bien, es justo que as¨ª sea, ya que si el catal¨¢n paga m¨¢s impuestos y percibe menor protecci¨®n es porque genera m¨¢s renta: as¨ª que noblesse oblige. Otra cosa es qui¨¦n deba gestionar pol¨ªticamente esa mayor presi¨®n fiscal: si la Hacienda espa?ola o la catalana. Pero ?tendr¨ªa sentido que un sindicato de rentistas reclamase la cesi¨®n del 100% de su contribuci¨®n fiscal?
?ste es el verdadero dilema. Para la teor¨ªa neocl¨¢sica, seg¨²n el modelo del free rider propuesto por el desaparecido Mancur Olson, la acci¨®n colectiva s¨®lo es posible si las partes perciben incentivos selectivos proporcionales a su participaci¨®n: y tales incentivos han de ser suministrados por el empresario pol¨ªtico responsable de la coordinaci¨®n. Al aplicar este modelo a la organizaci¨®n territorial del Estado auton¨®mico, suele pensarse que el poder central debe atraer a los poderes perif¨¦ricos trat¨¢ndoles como a clientes o usuarios, lo que implica pagar con incentivos selectivos el precio de su corresponsabilidad. Y el ejemplo extremo es el concierto vasco, al que ahora aspira Pujol.
Pero as¨ª se hace posible que el cliente se desinterese de la suerte que pueda correr el negocio, seg¨²n demuestra el propio ejemplo vasco. S¨®lo quien paga se compromete con la propiedad que adquiere, pues el usuario de los servicios gratuitos tiende a despreciarlos. Y de lo que se trata es de lograr que se cumpla la m¨¢xima de Pujol: "Lo que es bueno para Espa?a es bueno tambi¨¦n para Catalu?a". Lo cual exige un m¨¦todo opuesto al concierto vasco, haciendo del fisco catal¨¢n no un mero cliente de la empresa Espa?a, SA, sino un socio elevado a la categor¨ªa de copropietario del com¨²n negocio espa?ol. Entendido as¨ª, el saldo fiscal catal¨¢n equivale a suscribir una ampliaci¨®n del capital de Espa?a, SL: una inversi¨®n empresarial en el com¨²n futuro espa?ol.
Por eso, en la relectura de la Constituci¨®n que ahora se propone, convendr¨ªa cerrar de una vez la apertura del modelo auton¨®mico sustituyendo la excepci¨®n del concierto vasco por un m¨¦todo como el catal¨¢n actual (lo que quiz¨¢ exigir¨ªa ofrecer a cambio el derecho de autodeterminaci¨®n), pero elevando la corresponsabilidad fiscal hasta el 50% (de acuerdo a la regla Olson). S¨®lo as¨ª resultar¨ªa cierto que lo bueno para Espa?a sea tambi¨¦n para Euskadi igualmente bueno.
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