Homo Sapiens Sapiens
JAVIER MINA El hombre, como masculino del plural, representa una amenaza. Lo mismo nos sacamos un d¨ªa de la nada y a base s¨®lo de mamporros -o sea con el m¨ªnimo gasto de materia gris que caracteriza a tan viril pr¨¢ctica- para regal¨¢rselo a las mujeres maltratadas, que si somos indonesios musulmanes masacramos a un pu?ado de cat¨®licos. Indonesios. De vascos tampoco nos va mal poseyendo mayor n¨²mero de escopetas de caza que nadie y sac¨¢ndolas peri¨®dicamente a pasear para hacer alardes, que es como ir a cazar palomas pero con la tradici¨®n, es decir con el pico. Adem¨¢s siempre nos queda el consuelo de las merendolas en la sociedad, quiero decir para sublimar lo de la cama. Italia tampoco se queda manca, porque para viajar por huevos -aunque tambi¨¦n por Euskadi- cuenta con un baladr¨®n llamado Cossiga por m¨¢s que parezca Arzalluz. Y es que la testosterona no tiene fronteras. La tonter¨ªa tampoco. Me refiero a la que lleva asociada la hormona que nos constituye. Un despacho de agencia nos ha hecho saber que el marido de Paloma Picasso, argentino ¨¦l, exige un pellizco -monetario, aunque puede que tambi¨¦n suspire por los otros- a t¨ªtulo de compensaci¨®n por el sacrificio que realiz¨® anul¨¢ndose como m¨²sico a fin de cumplir con su ya ex como gigol¨®, digo, como fact¨®tum. Uno no sabe si celebrar en ¨¦l al z¨¢ngano o al caradura, pero lo que nadie le negar¨¢ es la eximente mental, pues tiene que ser la ¨®rdiga verte de patitas en la calle. ?Acaso no vale m¨¢s pecar de compasivo que de inclemente? Lo digo por un tal Wallis. Hay partes de la anatom¨ªa de un var¨®n con las que no se juega, de ah¨ª que haya que tomarse muy en serio el caso del amigo Wallis, aunque haya podido exagerar un poco a causa de los nervios. Ver¨¢n, el bueno de Wallis ha denunciado a la mujer con la que convivi¨® por haberse apropiado y haber hecho "mal uso" de su semen. Ya veo a muchas recurriendo a la chirigota y cayendo en el chiste f¨¢cil de si por apropiarse se entiende colocarlo a plazo fijo en un banco de ramo, y si, por mal uso, haberlo evacuado por el bid¨¦ o, peor a¨²n, por el WC. Pues no, el pionero Wallis entiende que se usa mal su licor seminal cuando se utiliza -espero que el Vaticano no est¨¦ leyendo esto- para fecundar, que no es, contra lo que pueda parecer, el objeto de la ?donaci¨®n? El razonamiento de Wallis podr¨ªa, como quien dice, ir a misa porque apela al abuso de confianza para denunciar a una novia que utiliz¨® el material que le fue dejado en dep¨®sito para construir algo distinto a lo con ¨¦l acordado, o sea un beb¨¦ y no un rato m¨¢s o menos pegajoso. Claro que tampoco se queda manca la interpelada cuando alega que el pegotillo de marras no es m¨¢s que una especie de regalo que va adjunto al lote en lo que la alegre y sana jerga legal califica de pro indiviso. Y, as¨ª, mientras Peter Wallis y Kellie Smith se proindividen, todos los hombres del mundo asistimos expectantes a la reivindicaci¨®n del espermatozoide que ponga fin al imperio del ovocito. Los picapleitos tambi¨¦n babean ante las posibilidades que Wallis acaba de abrir con su idea de que una declaraci¨®n de amor es un contrato. No ha de tardar mucho en llegar el d¨ªa en que medio mundo se querelle con el otro medio por haberse visto tachar de yogurcito -cuando les va m¨¢s la cuajada, tan nuestra- o por ciertas promesas de amor eterno que han caducado al mes. Como lo nuestro es sacar tajada, me refiero a lo nuestro de varones, propongo que apoyemos al semen de Wallis pero que en ning¨²n caso caigamos en la trampa de los contratos porque, al tratarse de artilugios de doble direcci¨®n, igual nos viene la espabilada de turno y nos mete un puerro, que tambi¨¦n es f¨¢lico. Ampar¨¦monos, por el contrario, en la costumbre y dictemos s¨®lo nuestra ley. Ocho mil siglos nos contemplan desde Atapuerca, ?tenemos derecho a defraudar a nuestro colega Antecesor? Ojo, que los enhiestos menhires de nuestros vascos montes nos vigilan.
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