El equipo que fij¨® las primeras medidas de reparto de empleo aboga por un nuevo modelo de desarrollo
El equipo pol¨ªtico que aprob¨® en Espa?a (1996) las primeras medidas para incentivar en las empresas el reparto y la reordenaci¨®n del tiempo de trabajo ha escrito un libro con vocaci¨®n de manifiesto para un nuevo modelo de desarrollo sostenible y de relaci¨®n con el trabajo. Desde un enfoque multidisciplinar, un pol¨ªtico, Ram¨®n J¨¢uregui; un pol¨ªtico-empresario, Francisco Egea, y un periodista-fil¨®sofo, Javier de la Puerta, plantean en El tiempo que vivimos y el reparto del trabajo el debate de fin de siglo: la revoluci¨®n tecnol¨®gica como llave para la "liberaci¨®n del trabajo".
"En 1946, un asalariado de 20 a?os deb¨ªa contar con pasar en el trabajo un tercio de su vida despierta; en 1975 tan s¨®lo un cuarto; hoy en d¨ªa, menos de un quinto. De ah¨ª en adelante, los franceses mayores de 15 a?os pasar¨¢n menos tiempo en el trabajo del que pasan viendo la televisi¨®n. El sentido de tales cifras implica que ya no vivimos en una sociedad de productores, en una civilizaci¨®n del trabajo". El fil¨®sofo social Andr¨¦ Gorz, autor del ep¨ªlogo del libro (editado por Paidos Ib¨¦rica), centra de esta manera parte de la nueva realidad que se impone a fin de siglo y que va a marcar las relaciones sociales y de producci¨®n en el pr¨®ximo milenio. Los autores del libro, parafraseando al soci¨®logo Manuel Castells, pretenden provocar un debate abierto "porque sobre la cuesti¨®n del tiempo no se puede ser neutral". Y para ello utilizan un estilo alejado del academicismo y de la literatura economicista, para saltear las 463 p¨¢ginas con multitud de citas procedentes de disciplinas muy diversas (hay desde textos del Evangelio, hasta de fil¨®sofos de la Escuela de Frankfurt como Marcuse o Habermas). Como indica el propio Alain Touraine en el pr¨®logo del texto, hay un inter¨¦s en los autores por valorar las ciencias sociales y apostar por "su resurrecci¨®n". "La idea tambi¨¦n es arrebatar el tema a los expertos, a los economistas y abrirlo a otro mont¨®n de sectores que tienen muchas cosas que decir desde su ¨¢mbito", indica Egea, uno de los autores y consejero de Econom¨ªa, Trabajo y Seguridad Social, en el ¨²ltimo gabinete Ardanza hasta la salida de los socialistas del Gobierno. Tres revoluciones Los autores subrayan el car¨¢cter apasionante del debate y plantean en libro en tres partes transformaciones-revoluciones "con sentido propio". En una primera fase -"que atraer¨¢ sobre todo a economistas, gestores de empresa y de nuevas tecnolog¨ªas"- se defiende un modelo de democracia empresarial en el marco de la gran revoluci¨®n tecnol¨®gica en marcha y sus efectos en la ordenaci¨®n del trabajo. La segunda parte, m¨¢s pegada a la realidad tangible y a pol¨ªticas concretas, seducir¨¢ mucho m¨¢s a sindicalistas, pol¨ªticos, soci¨®logos, educadores y ecologistas. Aqu¨ª hay sitio para las experiencias francesas de reparto del tiempo de trabajo: desde el primer gobierno de izquierdas de la V Rep¨²blica francesa, bajo la presidencia de Fran?ois Mitterrand, hasta la pol¨ªtica radical del socialista Lionel Jospin (junto a comunistas y ecologistas) de la ley marco de las 35 horas, bautizada por su creadores como la semana francesa. Se recuerda las experiencias del gobierno belga en 1981 con la denominada operaci¨®n 5-3-3, que permiti¨® la creaci¨®n de 50.000 empleos (con reducciones de jornada (5%) y salarial (3%) y el acuerdo hist¨®rico de Volkswagen en diciembre de 1993 con el todopoderoso sindicato del metal alem¨¢n IG-Metal sobre la semana laboral de 4 d¨ªas en un momento en el que sobraban 30.000 empleos. Fue la primera empresa en reducir la semana laboral por debajo de 30 horas. "En este caso se ahorraron a las arcas p¨²blicas entre 200.000 y 360.000 millones de marcos en subsidios de paro", recuerdan los autores. Junto a las experiencia y discusiones filos¨®ficas francesas y el resto de experiencias en reducci¨®n del tiempo de trabajo (RTT) y de reducci¨®n y reorganizaci¨®n del tiempo de trabajo (2RT), se plantea tambi¨¦n la literatura de la Uni¨®n Europea: la resoluci¨®n de 1996 del Parlamento europeo sobre este asunto o el famoso punto siete de la Carta Social Europea. El texto destila, en alguna parte, un especial reconocimiento al anterior presidente de la Comisi¨®n Europea, Jacques Delors, como inspirador del debate en las instituciones comunitarias. La parte final del volumen es la "parte m¨¢s humanamente sustantiva del libro", segun reconocen sus autores. Frente al tristemente famoso lema del campo de concentraci¨®n nazi de Auschwitz El trabajo os har¨¢ libres, los autores plantean el ocio como terreno de liberaci¨®n. Se recuerda la procedencia del lat¨ªn del termino trabajo, Tripalium, como instrumento de tortura. Es la parte m¨¢s filos¨®fica, con una interpretaci¨®n del tiempo "como libertad y afirmaci¨®n del sujeto". Es la parte donde la mujer adquiere su papel de motor de cambio, un rol muy diferente al que le otorgaba Fukuyama, que tildaba su incorporaci¨®n al empleo como la "gran perturbaci¨®n" del orden social. Es en ese contexto donde se impone, seg¨²n los autores, un nuevo contrato social y un nuevo modelo de desarrollo sostenible.
Entre las palabras y los hechos
Una cosa son las palabras y otra los hechos. Y el mismo equipo que ensay¨® por primera vez en septiembre de 1996 en un gobierno medidas para incentivar el reparto de empleo y la contrataci¨®n indefinida, no ha podido recoger los frutos. Y no porque los socialistas abandonaran de manera tumultuosa el gobierno sin llevarse en el zurr¨®n los resultados. Seg¨²n datos oficiales, a mediados de febrero, s¨®lo 16 de las 300 empresas (con m¨¢s de 200 trabajadores) susceptibles de aplicar las medidas de reparto del empleo aprobadas por el Ejecutivo vasco se hab¨ªan apuntado a la lista. Es cierto que el equipo que ahora ha escrito este libro pretend¨ªa revolver a los agentes econ¨®micos y sociales para centrar el debate en el reparto, la contrataci¨®n indefinida y la lucha contra las horas extraordinarias en las empresas. Era una discusi¨®n de cultura del trabajo, de intentar superar, por ejemplo, esa actitud del obrero ante las horas extras como un pellizco necesario a fin de mes y de interpretar que las empresas en las que se hacen horas extras son las que van bien, como se indica en el texto. Lo cierto es que parte del debate se ha establecido en el ¨²ltimo a?o en el Consejo de Relaciones Laborales, instituci¨®n donde ha terminado por atascarse. Para los empresarios, la reducci¨®n de la jornada choca directamente con la competitividad y los sindicatos advierten un peligro serio en la flexibilidad. Nadie quiere perder. Ya lo dec¨ªa el fil¨®sofo existencialista Sartre: "No queremos perder nada de nuestro tiempo, tal vez los haya m¨¢s hermosos, pero ¨¦ste es el nuestro".
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