El exdictador espera la decisi¨®n sobre su futuro en una lujosa mansi¨®n escondida entre ¨¢rboles
Si el general Augusto Pinochet Ugarte, exdictador de Chile, estaba ayer con ¨¢nimos de explorar su nuevo entorno obligado, seguramente habr¨ªa quedado embelesado por el paisaje, la flexibilidad de la justicia brit¨¢nica y la generosidad de sus partidarios que van a tener que pagarle el alquiler de una mansi¨®n de nueve dormitorios, un patio y el panorama rural de Londres donde entre abetos, abedules, pinos y cipreses, los muy ricos de Inglaterra se refugian del mundanal ruido para descansar en uno de los m¨¢s exclusivos barrios al que la prensa inglesa describe como "el circuito de la ginebra".
Nadie hasta anoche hab¨ªa descubierto con precisi¨®n si el general habita una mansi¨®n llamada Twin Pines o si m¨¢s bien reposaba en otro edificio igualmente rodeado de arboledas rojizas en cuya entrada, aparte de agentes de polic¨ªas con sus chalecos color naranja, est¨¢ el nombre de otra hacienda, la Everglades. Llegar a establecer el exacto paradero de Pinochet tras su expulsi¨®n de la cl¨ªnica Priory era ayer una misi¨®n igualmente imposible a la que se enfrentan los familiares de millares de chilenos a los que el r¨¦gimen militar impuesto en 1973 les impide saber la exacta ubicaci¨®n de los restos de sus seres queridos.El general vive desde la noche del martes en la urbanizaci¨®n Wentworth, unos 70 kil¨®metros al suroeste de Londres, donde habita la gente rica en mansiones separadas por bosques y letreros de advertencia. "Propiedad privada", dicen al que se pasea por all¨ª. "Prohibido el paso". Otros letreros advierten al conductor: "Cuidado, golfistas caminando".
El ¨²nico lugar donde cualquier extranjero halla cierta hospitalidad es el Club de Golf de Wentworth, un enorme complejo semimoderno donde ayer, despu¨¦s del almuerzo, los vecinos de Pinochet reflexionaban sobre los efectos de la masiva curiosidad internacional sobre el m¨¢s reciente paradero del general. Fundado en 1925, el club ofrece desde la entrada una postal de la opulencia brit¨¢nica. Tres de cada cinco coches aparcados a la entrada de un edificio donde flamea la bandera azul del condado de Surrey y la Union Jack, son Mercedes Benz, Jaguars o BMW. Refugi¨¢ndose del fr¨ªo, en el bar del club, seis golfistas sesentones consum¨ªan considerables dosis de brandy y jerez bajo la atenta mirada de tres diligentes camareras que celebraban sus ocurrencias detr¨¢s del bar. A los se?ores les delataban trajes elegantes, corbatas exclusivas y el hecho aparente que el resto del d¨ªa ser¨ªa de descanso.
"A mi lo de Pinochet me parece una canallada del Gobierno de Blair", exclam¨® uno de los robustos miembros del club cuya enrojecida nariz era todo un certificado de a?os de dedicaci¨®n al Claret. "?Como es posible que lo dejen a este pobre hombre irse a morir en paz en su pa¨ªs?", se pregunt¨® alzando otra vez la copa. "Est¨¢ viejo, cansado y no tiene ya futuro", dijo antes de apurarse otro trago. A su lado se sentaba otro ingl¨¦s de indudable fortuna y alcurnia, a juzgar por su acento. "Lamentablemente aqu¨ª hay una pol¨ªtica de doble rasero", dijo el segundo hombre, que iba ya por la tercera o cuarta copa. "?Nos hemos planteado acaso si Nelson Mandela no ten¨ªa las manos manchadas de sangre?".
"Es hora de olvidarlo todo, abrir una nueva p¨¢gina", opin¨® otro hombre, un hombre de impecable traje azul, camisa azul a rayas y corbata del club. "No es que nos guste tener de vecino a un dictador, pero es que es hora de dejar que se vaya a morir a su pa¨ªs", dijo y se pidi¨® otra copa de vino. Las camareras avanzaron por un pasillo llamado el Hall de Honor, donde descansa un palo de golf donado y firmado por Seve Ballesteros.
Seg¨²n fuentes fiables, Pinochet est¨¢ pagando cerca de 10.000 libras esterlinas (2.500.000 pesetas)por la casona de Wentworth State. Que se sepa, los gastos corren a cuenta de la Fundaci¨®n Pinochet -un ¨®rgano integrado por empresarios simpatizantes del r¨¦gimen militar- y, en parte, por el Gobierno chileno y la empresa tabacalera British and American Tobacco company (BAT) . Es, a todas luces, un lugar super exclusivo. All¨ª viven personajes como Bruce Forsyth y el comediante Russ Abbot. Hasta no hace mucho alquilaba all¨ª una casa la Duquesa Sarah de York, la exmujer del pr¨ªncipe Andr¨¦s. Seg¨²n versiones period¨ªsticas, entre los que contribuyen al confort oto?al del general figuran Nico Rogerson, exsocio de la empresa de relaciones p¨²blicas Dewe Rogerson, y Sebasti¨¢n Santa Cruz, el hermano de Luc¨ªa Santa Cruz, una antigua amiga del Pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra.
Ayer no hubo visitas importantes. Para hoy, sin embargo, se espera la llegada de 200 simpatizantes derechistas chilenos que convertir¨¢n a la estrecha calle de Lindale Close, que conduce hasta la mansi¨®n de Pinochet, en una pesadilla para la polic¨ªa. No toda la gente de Wenworth Estate est¨¢ contenta con la llegada de Pinochet. "El general deber¨ªa ser extraditado a Espa?a. Debe comparecer ante un tribunal. No debemos permitir que ex jefes de Estado se sientan libres o por encima de la ley. Esto ser¨ªa inmoral. Pienso firmemente que debe respetarse la ley. Lo contrario ser¨ªa inmoral", dijo el joven director de una compa?¨ªa de seguros que se identific¨® como Harry Walls.
Ese sentimiento no est¨¢ aislado. Una se?ora dijo que se sent¨ªa inc¨®moda con la proximidad f¨ªsica con Pinochet. "Es como si Hitler se nos hubiera acomodado al lado de nuestra casa", dijo. "Pero ello no me causa sorpresa", agreg¨®. "En esta vecindad hay supuestamente miembros de la mafia rusa y de la mafia de Hong Kong. Por eso, la presencia de Pinochet no nos causa mayor sobresalto".
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