La educaci¨®n, seg¨²n Xavier Zubiri
Hoy, 4 de diciembre, se cumplen los cien a?os del nacimiento de Xavier Zubiri, quien, al poder ser considerado como un trabajador ¨²nico de filosof¨ªa pura, de metaf¨ªsica, es, hist¨®ricamente hablando, el primer fil¨®sofo espa?ol, el fil¨®sofo cl¨¢sico de la historia del pensamiento espa?ol. Mientras Unamuno y Ortega pueden ser calificados de pensadores o ensayistas, Zubiri s¨®lo puede ser tenido por fil¨®sofo que, sin contaminaci¨®n alguna ni concesi¨®n ninguna, va intentando construir una filosof¨ªa primera que pretende seguir fielmente y analizar cumplidamente la marcha implacable de la inteligencia humana por desentra?ar y comprender la realidad. De ello ten¨ªa Zubiri plena conciencia y su compromiso con esa profesi¨®n era total, como ¨¦l mismo pusiera de manifiesto meses antes de su fallecimiento: en la recepci¨®n del Premio Ram¨®n y Cajal (18-10-82) sosten¨ªa que investigar es dedicarse a la realidad verdadera y que la filosof¨ªa investiga qu¨¦ es ser real, y en la presentaci¨®n de los dos ¨²ltimos vol¨²menes de su trilog¨ªa sobre la Inteligencia sentiente (1-2-83), afirmaba que su vida hab¨ªa sido una inquisici¨®n de la realidad. De aqu¨ª que su labor pedag¨®gica haya sido tan distinta de la realizada por quienes, a pesar de sus diferencias tanto en la concepci¨®n cuanto en el ejercicio de la tarea intelectual, hicieron posible la filosof¨ªa zubiriana: si Unamuno persegu¨ªa una pedagog¨ªa de la inquietud y Ortega practicaba una pedagog¨ªa de la seducci¨®n, Zubiri procesaba una pedagog¨ªa de la inmersi¨®n, la consistente -seg¨²n escribiera Juli¨¢n Mar¨ªas hacia 1946- en "sumergir al alumno, desde luego, y sin advertencias, en el "elemento de lo filos¨®fico". Nada que recordase las artes tradicionales de la pedagog¨ªa: ni preparaci¨®n, ni insinuaciones, ni el menor intento de poner las cosas f¨¢ciles. El oyente se encontraba inmerso, sin previo aviso, en el problematismo filos¨®fico. Pero, sobre todo", concluye Mar¨ªas, "Zubiri introduc¨ªa, casi violentamente, en la filosof¨ªa a los que sent¨ªan la llamada de ¨¦sta".Su preocupaci¨®n y ocupaci¨®n exclusivas por y en la metaf¨ªsica mantuvieron alejada la atenci¨®n directa y expresa de Zubiri de una filosof¨ªa de la educaci¨®n y de una pedagog¨ªa estrictamente entendidas, al igual que de otras filosof¨ªas segundas, que, no obstante, se han beneficiado de su obra metaf¨ªsica. Al tema pedag¨®gico, sin embargo, dedic¨® Zubiri un temprano art¨ªculo que, con el t¨ªtulo Filosof¨ªa del ejemplo, fue publicado en 1926 en la Revista de Pedagog¨ªa, as¨ª como ha hecho referencias indirectas cuando se ha ocupado de otras dimensiones del animal de realidades que es el hombre, en los cursos privados impartidos tras la renuncia presentada en 1942 a su c¨¢tedra universitaria.
Establecidos, al inicio del art¨ªculo mencionado, los ejes sobre los que ha de girar todo proyecto educativo, "la idea del sujeto humano de la educaci¨®n y la idea de aquello para que se le va a educar", pasa Zubiri a ocuparse de la educaci¨®n intelectual, de la que, seg¨²n la filosof¨ªa fenomenol¨®gica, "el ejemplo es el instrumento esencial". Al enfoque racionalista de la educaci¨®n intelectual, cuyo ideal consiste en un ense?ar a pensar que se identifica con ense?ar a conocer verdades discursivamente de acuerdo con normas l¨®gicas, se opone Zubiri por entender que la funci¨®n discursiva no puede ser lo primero, ni en l¨®gica ni en pedagog¨ªa, ya que todo razonamiento v¨¢lido parte y se apoya en una previa percepci¨®n de los objetos. Por eso en la educaci¨®n debe ense?arse, antes que a demostrar verdades, a mirar con los sentidos y a contemplar con la inteligencia los objetos inmediatamente dados, para poder intuir en ellos sus propiedades sensibles e inteligibles. "El verdadero educador de la inteligencia", sostiene Zubiri, "es el que ense?a a sus disc¨ªpulos a ver el "sentido" de los hechos, la "esencia" de todo acontecimiento. La intuici¨®n se tiene o no se tiene, no cabe refutarla ni reforzarla. En estas condiciones la misi¨®n del maestro es colocar al disc¨ªpulo en "el punto de vista" adecuado para que "vea" el objeto". No se puede, sin graves consecuencias, confundir intelecci¨®n con conocimiento, como tampoco oponer los sentidos y la inteligencia, puesto que los unos y la otra tienen por intuici¨®n la presencia inmediata de los objetos; de aqu¨ª que, en palabras de Zubiri, "al dualismo cl¨¢sico entre el entedimiento que juzga y los sentidos que perciben es preciso oponer en¨¦rgicamente la unidad de ambas funciones". Perm¨ªtaseme se?alar que en esta frase se halla incoativamente enunciado lo que, m¨¢s de cincuenta a?os despu¨¦s, encontrar¨¢ acabada expresi¨®n en el primer volumen de su obra sobre la intelecci¨®n humana: "El sentir humano y la intelecci¨®n no son dos actos num¨¦ricamente distintos, cada uno completo en su orden, sino que constituyen dos momentos de un solo acto de aprehensi¨®n sentiente de lo real: es la inteligencia sentiente".
Mas dado que, seg¨²n Zubiri, el ser humano, a la par que inteligencia sentiente, es voluntad tendente y sentimiento afectante, tambi¨¦n la educaci¨®n ha de ocuparse de la una y el otro. As¨ª lo vio Zubiri, a la altura de 1961: en relaci¨®n con el sentimiento advert¨ªa que "el hombre actual huye de s¨ª mismo y para lograrlo, queri¨¦ndolo o sin quererlo, o incluso tal vez queriendo todo lo contrario, ha cultivado un r¨¦gimen de aturdimiento. El hombre de hoy necesita, entre otras cosas, la higiene de la tranquilidad. Necesita tambi¨¦n la higiene de la fruici¨®n. Parece que el hombre actual se halla en tal forma disparado hacia el futuro que carece de tiempo y de holgura para saber d¨®nde tiene apoyados sus pies; no tiene funciones, sino perpetuos proyectos en que se devora a s¨ª mismo". Sobre la voluntad hac¨ªa notar que, aun cuando "la volici¨®n es la dimensi¨®n m¨¢s preciosa del hombre, puede decirse que, en el sentido de esfuerzo, es la cenicienta del educador"; se precisan, por tanto, todos los medios, "desde el punto de vista de la educaci¨®n, para ense?ar a una voluntad a esforzarse y a ser due?a de s¨ª misma", al tiempo que "es menester que a la voluntad se le den cauces, se le den convicciones, con las cuales, efectivamente, la realidad tenga sentido para ella".
S¨®lo una educaci¨®n que tenga en cuenta tanto a todo el ser humano como el prop¨®sito ¨ªntegro de la labor pedag¨®gica podr¨¢ conseguir -as¨ª lo sostiene Xavier Zubiri- la promoci¨®n "de lo que "es" el hombre hacia lo que "valen" sus ocultas posibilidades".
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