El viejo canciller aprende a llevar un r¨¦gimen de silencio
Kohl se resiste a engrosar las listas de ex l¨ªderes que pronuncian charlas y afronta discreto su nuevo estatus
Cuatro periodistas amodorrados y grupos de escolares en visita pedag¨®gica contemplaban el debate desde la tribuna Bundestag (Parlamento alem¨¢n) el pasado jueves cuando faltaba poco para las dos de la tarde. Abajo, en el hemiciclo, no estaba ni el presidente del Bundestag, ni el canciller Gerhard Schr?der, y la zona de los ministros permanec¨ªa casi desierta, mientras apenas una cuarentena de los 669 parlamentarios de la C¨¢mara segu¨ªan una mon¨®tona discusi¨®n sobre aspectos de la reforma fiscal.Uno de los diputados que escuchaba a los oradores en esa tediosa y gris tarde de oto?o era Helmut Kohl. El viejo canciller ten¨ªa los papeles cuidadosamente recogidos en una carpeta sobre el pupitre, y no se hallaba sumergido en ellos, subray¨¢ndolos furiosamente de amarillo, como anta?o.
Kohl manten¨ªa las manos plegadas sobre el regazo y, de vez en cuando, se ajustaba la americana o la corbata con sus gestos caracter¨ªsticos. En una ocasi¨®n, el diputado consult¨® la lista provisional de sus colegas de la nueva legislatura (con fotos para identificarlos). Intermitentemente conversaba con sus vecinos o se volv¨ªa hacia su izquierda para contestar al diputado Klaus Kinkel, el antiguo ministro de Exteriores, que hoy est¨¢ en la Comisi¨®n de Deportes. Mientras una bella y j¨®ven diputada le ense?aba unos documentos, Kohl pareci¨® animarse y se puso a explicarle algo con vehemencia. Luego, cuando incluso Kinkel y Wolfgang Sch?uble, el presidente de la CDU, hab¨ªan dejado el hemiciclo, el viejo canciller se levant¨® y sali¨® pesadamente de la sala. Su enorme cuerpo oscilante daba la impresi¨®n de haber incrementado de volumen en las semanas que han pasado desde el 27 de septiembre, cuando los electores alemanes decidieron poner fin a la era Kohl, un periodo hist¨®rico de 16 a?os que hoy parece haberse evaporado.
?D¨®nde est¨¢ Kohl? ?A qu¨¦ se dedica? ?Cu¨¢les son sus planes? ?Se puede esperar que asuma m¨¢s actividades de las que hoy realiza? Los que quieren y respetan al ex canciller creen que hay que darle tiempo, porque Kohl est¨¢ en una fase de transici¨®n y debe orientarse todav¨ªa en su nuevo papel, acostumbrarse a carecer de la infraestructura, de los colaboradores y del poder de anta?o. Los titulares de los peri¨®dicos, las c¨¢maras de la televisi¨®n, los comentarios ir¨®nicos, las cr¨ªticas que antes le persegu¨ªan han desaparecido. En su lugar se ha instalado el silencio. Los medios de comunicaci¨®n apenas escriben sobre Kohl, pero el ensimismamiento del viejo canciller, tras convertirse en el presidente honorario de la CDU, no es s¨®lo un producto de la crueldad de la pol¨ªtica, sino tambi¨¦n el resultado de un distanciamiento consciente.
Kohl, que hizo gala de un magn¨ªfico estilo como perdedor, ha ofrecido sus consejos a los nuevos dirigentes de Bonn, pero no pretende imponerlos. A pesar de ser vicepresidente de la Comisi¨®n de Cultura y Medios de Comunicaci¨®n del Bundestag, el ex canciller no ha asistido a la reuni¨®n que esta entidad celebr¨® esta semana, y eso que ante la comisi¨®n compareci¨® el ministro de Exteriores, Joschka Fischer, para explicar las nuevas concepciones de la pol¨ªtica cultural alemana para consumo internacional.
Sobre Kohl llueven las solicitudes para que d¨¦ conferencias y se incorpore a la lista de prestigiosos ex que, como George Bush, Margaret Thatcher o Mija¨ªl Gorbachov, adornan los foros internacionales a cambio de sustanciosos honorarios.
La capitalizaci¨®n de la experiencia vivida, sin embargo, no responde al estilo de Helmut Kohl, que siempre ha sido bastante indiferente a los asuntos econ¨®micos privados y que tiene sus propios criterios sobre la utilizaci¨®n de su tiempo. Hombre sumamente disciplinado, Kohl asiste regularmente al debate en el Bundestag -aunque no ha intervenido hasta ahora en ¨¦l-, como si tuviera que justificar su sueldo ante los electores. El viejo canciller tiene tiempo para atender -y comer- con sus allegados, e incluso recibir embutidos como los que le regal¨® un antiguo rival pol¨ªtico, el diputado Gerhard R¨¹benk?nig, del SPD, el 19 de noviembre.
Para ir desde el hemiciclo a su despacho o a su residencia, el viejo canciller no tiene que caminar mucho. El despacho, se?alizado por un simple r¨®tulo, est¨¢ en un pasillo cercano a la sala de plenos, justo enfrente del dispensario m¨¦dico, y muy cerca del servicio de documentaci¨®n del Bundestag.
Es un recinto mayor que el de un diputado normal, con una sala de trabajo y un gabinete adjunto para las visitas, semejante al que posee en el mismo edificio el socialdem¨®crata Helmut Schmidt, el otro viejo canciller.
Como viejo canciller, Kohl dispone de tres ayudantes, dos secretarias y un ch¨®fer pagados por la Administraci¨®n. Durante tres meses despu¨¦s de dejar el puesto, seguir¨¢ recibiendo su antiguo sueldo de canciller, un total de 27.212 marcos brutos al mes (2.300.000 pesetas). La suma se reducir¨¢ despu¨¦s a la mitad y podr¨¢ ser percibida durante un periodo de tres a?os como m¨¢ximo.
Kohl combina este sueldo con el de diputado y recibe tambi¨¦n 35.000 marcos anuales al a?o (casi tres millones de pesetas) para viajes, adem¨¢s de gozar de los beneficios de sus colegas, tales como desplazamientos de trabajo gratuitos.
Sigue habitando en el bungalow, la residencia oficial del canciller, situada en el territorio que alberga tambi¨¦n las dependencias de trabajo donde pasa la jornada Gerhard Schr?der. En el edificio donde se aloja Kohl hay dos entradas: una da al domicilio privado del viejo canciller y la otra, a los aposentos para recepciones oficiales del actual canciller.
Schr?der, cuya familia espera trasladarse directamente de Hannover a Berl¨ªn sin pasar por Bonn, no quer¨ªa utilizar el bungalow como residencia oficial y la Administraci¨®n ha ahorrado el dinero que hubiera debido invertir en seguridad, al permitir que el viejo canciller se quedara.
Kohl y Schr?der comparten el jard¨ªn. En su ¨²ltimo n¨²mero, el semanario Die Zeit publicaba un di¨¢logo-ficci¨®n de los dos cancilleres. Durante un paseo nocturno por los senderos del jard¨ªn com¨²n, Kohl habr¨ªa confesado a Schr?der que, cuando ¨¦ste se agarr¨® a la verja de la canciller¨ªa, a principio de los ochenta, expresando a gritos su deseo de entrar en el recinto, ¨¦l, Kohl, habr¨ªa estado al otro lado de la misma verja, gritando, a su vez, su deseo de salir, sin que nadie le hubiera o¨ªdo.
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