En el 50? aniversario de la Constituci¨®n
Aquel 4 de julio hubo una gran fiesta en Washington DC, pero, aunque hab¨ªan sido invitados, no pudieron asistir. Los dos hombres sab¨ªan que aquel d¨ªa ten¨ªan una cita ineludible con su biograf¨ªa. Como el anciano Sime¨®n, los dos hab¨ªan pedido sin duda que les fuera concedido vivir hasta ese 4 de julio; y cuando lleg¨® s¨®lo les quedaba mirar al cielo y pronunciar su propio Nunc dimittis servum tuum, Domine...Es cierto que el d¨ªa que escogieron para morir no era un d¨ªa cualquiera: era el 4 de julio de 1826 y se celebraba el 50? aniversario de la Declaraci¨®n de Independencia de los Estados Unidos de Am¨¦rica. El 4 de julio de 1826, hacia la una de la tarde, en su casa de Monticello (Virginia), muri¨® Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, firmante y principal autor de la Declaraci¨®n de Independencia. Pocas horas despu¨¦s, y muchas millas al norte, le llegaba el turno en Quincy (Massachusetts) a John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos y tambi¨¦n firmante de la Declaraci¨®n de Independencia. No pudo tener el gran periodo revolucionario y fundacional norteamericano un cierre m¨¢s ilustre y dram¨¢tico.
Jefferson y Adams hab¨ªan mantenido una buena amistad que las divergencias pol¨ªticas interrumpieron; pero al final de sus vidas se hab¨ªan reconciliado. Parecer¨ªa incluso que juntaron sus fuerzas en aquel prodigioso pulso que le echaron a la muerte. Las ¨²ltimas palabras que se atribuyen a John Adams, aunque equivocadas en el hecho, denotan una profunda conexi¨®n espiritual entre ambos, y tienen un gran sentido generacional: "Jefferson todav¨ªa sobrevive".
Los testimonios de sus amigos y familiares son concordantes. Los dos ex presidentes, ancianos y enfermos, hab¨ªan pugnado denodadamente por llegar a aquel aniversario. Ambos ve¨ªan la participaci¨®n que hab¨ªan tenido en la Declaraci¨®n de Independencia de 1776 como el hecho m¨¢s importante de su vida, m¨¢s a¨²n que haber sido presidentes de los Estados Unidos. As¨ª, en el epitafio de Jefferson figura su autor¨ªa de la Declaraci¨®n, y no su presidencia.
No es dif¨ªcil comprender la valoraci¨®n que estos dos padres fundadores hac¨ªan de la Declaraci¨®n de Independencia. Ya en el momento de su muerte era claro que la Declaraci¨®n, y la Constituci¨®n que sigui¨® once a?os despu¨¦s, conten¨ªan los principios que iban a regir la convivencia de muchas generaciones de norteamericanos.
En realidad, los a?os inmediatamente anteriores a 1826 se conocen en la historia de los Estados Unidos como la era of good feeling: es decir, un periodo caracterizado por la armon¨ªa pol¨ªtica, la prosperidad econ¨®mica y la confianza en las instituciones, todo ello al amparo de la situaci¨®n internacional favorable surgida tras el final de las guerras napole¨®nicas.
Diez d¨ªas antes de morir, Jefferson escribi¨® excusando su asistencia a la celebraci¨®n que se preparaba en la capital federal. En la carta, el octogenario ex presidente hizo constar su deseo de que la conmemorada Declaraci¨®n de Independencia sirviera de ejemplo para que otros pueblos de la tierra acabaran asumiendo "the blessings and security of self government".
En Espa?a las esperanzas de Jefferson han tardado 150 a?os en cumplirse plenamente. Pero ahora, por fin, s¨ª tenemos etapa fundacional cl¨¢sica (la transici¨®n), padres fundadores y una Constituci¨®n democr¨¢tica que en estos d¨ªas cumple un aniversario redondo y ya de alguna profundidad temporal. Es una Constituci¨®n, adem¨¢s, que no s¨®lo ha dotado de self government a Espa?a, sino tambi¨¦n a todas y cada una de las nacionalidades y regiones que la integran.
De este modo, instalados en una posici¨®n internacional -europea y atl¨¢ntica- s¨®lida y respetada, y cuando en nuestro pa¨ªs se viven momentos esperanzadores en el camino que conduce a la convivencia en paz, nada deber¨ªa impedir que empez¨¢ramos a disfrutar de nuestra propia era of good feeling.
En cualquier caso, a todos nos cabe en estas jornadas del 20? aniversario de la Constituci¨®n de 1978 algo del orgullo que dio su ¨²ltimo impulso vital a Jefferson y a Adams. Pero es indudable que la historia que aqu¨ª se relata resulta de especial aplicaci¨®n a los siete padres fundadores de la Constituci¨®n, y al pu?ado de grandes figuras de la transici¨®n que pueden aspirar a un t¨ªtulo semejante. A ellos corresponde la mayor satisfacci¨®n personal y, con ella, un deber de ejemplaridad, de mantenerse a la altura de su propia obra, y a lo mejor tambi¨¦n de conservar el consenso que cre¨® la Constituci¨®n a trav¨¦s de una amistad parecida a la que tuvieron Adams y Jefferson por encima de sus diferencias pol¨ªticas.
Pero eso no basta. Veinte a?os no es nada, hay que seguir aguantando. De ah¨ª que quepa decirles, con las ¨²ltimas palabras de Sancho a don Quijote: tomen mi consejo y vivan muchos a?os, que el 6 de diciembre del 2028 les espera una cita importante. Tienen que durarnos mucho; y la Constituci¨®n, todav¨ªa m¨¢s.
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