Extranjera, negra y pobre
La sentencia lo dice. Eleucrecia P¨¦rez Matos fue asesinada por ser extranjera, negra y pobre. La mujer malviv¨ªa con otros dominicanos en la abandonada discoteca Four Roses (Aravaca). No era un lugar seguro. Pese a que los inmigrantes s¨®lo buscaban un trabajo, su presencia hab¨ªa generado el inmediato rechazo de un lustroso sector vecinal, al que pronto se sumaron las pintadas e incluso los apedreamientos. Corr¨ªa noviembre de 1992 y hab¨ªa nacido un brote racista en Aravaca. Este hecho no pas¨® inadvertido para Luis Merino P¨¦rez, un guardia civil amigo de los grup¨²sculos neonazis que en aquella ¨¦poca infestaban la plaza de los Cubos.El agente, que ya estaba siendo investigado por sus superiores, ten¨ªa amistad con Felipe M.B., alias Palalo, de 16 a?os. Les un¨ªa un recuerdo: el hermano de Felipe, un guardia civil muerto en extra?as circunstancias. Fue ese v¨ªnculo el que la ma?ana del 13 de noviembre de 1993 llev¨® a ambos al cementerio de Torrelodones. All¨ª, junto a la tumba del adorado, Luis sac¨® su pistola Star y en un negro homenaje dispar¨® dos veces contra el cielo.
Bajo ese espectro, los dos camaradas se reunieron por la tarde en la plaza de los Cubos con V¨ªctor F.R., alias Oxi, y Javier Q. M., ambos de 16 a?os. La camada neonazi estaba al completo. Y rabiosa. Hablaron de los incidentes de Aravaca y decidieron acudir all¨ª para dar un escarmiento. A las 21.00, llegaron en un Talbot Horizon a las ruinas de la discoteca. La jaur¨ªa empezaba a actuar. Luis llevaba su pistola reglamentaria, V¨ªctor un cuchillo de monte y Felipe una navaja y un punz¨®n. Afuera ya era de noche y dentro, en una habitaci¨®n iluminada con una vela, Lucrecia compart¨ªa estancia con tres dominicanos. Iban a cenar sopa. No pudo ser. Nada m¨¢s irrumpir en el cuarto, Felipe derrib¨® de una patada la mesa y la vela. Luego restall¨® el grito de "vamos a dispararlos". Y el guardia civil Luis Merino busc¨® la sangre con su pistola. Tres fueron los disparos, una la bala asesina.
Esa noche, de vuelta a los Cubos, Merino se jact¨® de haber "metido tres plomos" a los inmigrantes. "Que se los repartan como quieran", apostill¨®. Al morir, Lucrecia ten¨ªa 32 a?os y era madre de una ni?a de siete que viv¨ªa con su padre en la Rep¨²blica Dominicana.
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