Un guardia civil desconect¨® varias veces la alarma y permiti¨® la fuga de tres presos de Alcal¨¢-Meco
Alcanzar la libertad fue cuesti¨®n de media hora. Tres j¨®venes delincuentes de poca monta, espoleados por el s¨ªndrome de abstinencia, consiguieron fugarse el s¨¢bado de la prisi¨®n madrile?a de Alcal¨¢-Meco, considerada de m¨¢xima seguridad y donde esperan juicio 40 presos de ETA. Saltaron alambradas de tres metros y un muro de seis, pisaron las alarmas, que se activaron por tres veces, se deslizaron junto a una garita vac¨ªa, robaron el coche de un guardia civil ante sus propias narices y salieron a toda velocidad por una puerta que vigilaban una pareja de guardias y otra de funcionarios de prisiones. Hubo un disparo al aire, que se perdi¨® en la niebla. No los han encontrado todav¨ªa. Las direcciones generales de Instituciones Penitenciarias y de la Guardia Civil investigan lo que oficiosamente califican de "una negligencia humana detr¨¢s de otra".
La primera vez que la alarma son¨® acababan de dar las seis y media de la tarde. El guardia civil de servicio en la sala de control ni siquiera se inmut¨®. Le dio al interruptor y volvi¨® el silencio. Afuera ya estaba anocheciendo. La niebla difuminaba las figuras de Jos¨¦ Mar¨ªa Mu?oz Jim¨¦nez, natural de Zaragoza, de 21 a?os, de complexi¨®n atl¨¦tica, 1,80 de estatura, ojos y pelo oscuro; Sebasti¨¢n Utrera Fern¨¢ndez, nacido en Murcia, de 20 a?os, tambi¨¦n fuerte, 1,65, ojos y pelo casta?o, y Ra¨²l G. S., de 17 a?os, 1,80 de altura, delgado, pelo y ojos casta?os, un tatuaje en el que se lee Amor de Madre y una peque?a atrofia en el ¨ªndice derecho.Los tres reclusos, compa?eros del m¨®dulo 2 destinado a presos j¨®venes, siguieron su aventura. Una c¨¢mara de seguridad, que en su momento nadie mir¨®, empez¨® a grabar la primera toma. Jos¨¦ Mar¨ªa -condenado a dos a?os por robo-, Sebasti¨¢n -encarcelado por robo y tr¨¢fico de drogas a peque?a escala- y Ra¨²l -tambi¨¦n encerrado por robo- dejaron atr¨¢s el primer obst¨¢culo: una valla de alambre de tres metros de altura, denominada t¨¦cnicamente concertina-antisaltos. Oyeron que la alarma hab¨ªa empezado a sonar, pero siguieron adelante al darse cuenta -no sin cierta sorpresa- que se apagaba de pronto sin que nadie les diera el alto.
Una garita vac¨ªa
Ni los funcionarios de prisiones -encargados de la seguridad en el interior del recinto carcelario- ni los guardias civiles -responsables de vigilar el per¨ªmetro de seguridad desde las garitas y la sala de control- se percataron de nada. Los tres presos, ya en el foso de m¨¢xima seguridad, pisaron de nuevo el dispositivo de alarma, que -seg¨²n fuentes de la prisi¨®n- funcion¨® en todo momento "autom¨¢tica y selectivamente", o lo que es lo mismo, indicando "cu¨¢ndo y por d¨®nde se estaba produciendo la evasi¨®n". Sin embargo, de la garita n¨²mero tres no lleg¨® a asomarse ning¨²n guardia: estaba vac¨ªa. La sirena se apag¨® otra vez. Las c¨¢maras autom¨¢ticas de seguridad los segu¨ªan enfocando. Consiguieron subir al muro, de seis metros de altura y coronado por material cortante, ayudados por una silla y un bid¨®n de metal, escalando sus propios cuerpos y protegi¨¦ndose del espino con una manta y una chaqueta.Antes de que alcanzaran el patio, la alarma salt¨® y se apag¨® por tercera vez. Alucinados por su buena suerte, se dispusieron a robar un coche. En ese momento, por fin un guardia civil que estaba en la prisi¨®n de mujeres (enfrente de la que hab¨ªan dejado atr¨¢s) se extra?¨® por su actitud. Vio c¨®mo los reclusos dudaban si forzar un Fiat Uno o un Opel Kadett de color rojo. Se decidieron por el segundo, matr¨ªcula M-2249-HU, sin sospechar que con esa decisi¨®n redondeaban el esperpento: el veh¨ªculo pertenec¨ªa a un cabo de la guardia civil destinado en la c¨¢rcel.
Mientras los fugitivos se afanaban en hacerle el puente al Opel, el guardia que divisaba la escena desde su garita avis¨® por tel¨¦fono a su compa?ero el cabo
-"Tres presos te est¨¢n robando el coche", le dijo- y ¨¦ste sali¨®, subfusil reglamentario en mano, para evitarlo. Intent¨® convencerles para que no consumaran la fuga. Pero los ex presos se dirigieron, pisando el acelerador a fondo, hasta una de las puertas. El cabo no lleg¨® a disparar. Los delincuentes debieron frenar y girar en seco para sortear el sistema de seguridad de la entrada, que rompe la trayectoria recta para evitar coches bomba dirigidos a distancia. Uno de los guardias, alertado por el cabo due?o del veh¨ªculo, sali¨® del puesto de control y dispar¨® al aire. Ya s¨®lo quedaban unos minutos para las siete. Demasiado tarde.
El Opel Kadett fue encontrado horas despu¨¦s abandonado en el poblado de La Rosilla, una de las zonas m¨¢s deprimidas de Madrid, rebautizada gr¨¢ficamente como "el hipermercado de la droga". El hecho de que los delincuentes se aventuraran a visitar esa zona -antiguo domicilio de uno de los fugados y por tanto el primer lugar que rastre¨® la polic¨ªa- tiene una explicaci¨®n: necesitaban hero¨ªna urgente, quiz¨¢ la ¨²nica causa de su huida desesperada. Sobre todo teniendo en cuenta que Ra¨²l -clasificado en segundo grado penitenciario- estaba a punto de acceder al tercer grado y en consecuencia optar a la libertad condicional en mayo.
La polic¨ªa espera detenerles en las pr¨®ximas horas y lanz¨® un mensaje tranquilizador: no estaban en la c¨¢rcel por santos, pero tampoco son extremadamente peligrosos.
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