La ministra y yo

?Qu¨¦ venturoso azar, pens¨¦, ha favorecido que la ministra de Educaci¨®n, do?a Esperanza Aguirre, y yo, una insignificante profesora de Filosof¨ªa desplazada del tristemente c¨¦lebre instituto de Villaverde Celestino Mutis, coincidi¨¦ramos un viernes por la noche en un ¨ªntimo y peque?o restaurante? ?sta es mi oportunidad, me dije, de preguntarle por su furibundo empe?o en acabar con la ya maltrecha ense?anza p¨²blica. Pero la vi tan distante, sonriendo entre alegres volutas de humo, tan parlanchina, tan lejos de todo y de todos: de las navajas, de los encierros de los profesores, de la desesperaci¨®n de los profesores, de los del Mutis y de todos los dem¨¢s -porque Fuenteovejuna, ya se sabe, somos todos-, que, la verdad, no me atrev¨ª. Y es que el destino rara vez es venturoso, s¨®lo se burlaba de m¨ª, poni¨¦ndome delante a una ministra a la que, por m¨¢s que yo mirara, nunca me ver¨ªa.-