Algunos ciudadanos de Bagdad presenciaron desde los tejados la lluvia de misiles
ENVIADO ESPECIAL"Escuch¨¦ una fuerte explosi¨®n que sacudi¨® la casa y todos nos asustamos mucho", asegura Ali Jouda, un escolar de 16 a?os, mientras se asoma a un cr¨¢ter de unos tres metros y medio causado por un misil en la calle Karada, en el centro de Bagdad. El misil de crucero cay¨® sobre la una de la madrugada, destruy¨® dos casas y dej¨® unas 30 personas heridas. Tras sufrir una primera noche de ataques con misiles, el esp¨ªritu que dominaba ayer en Bagdad era en general estoico, aunque tambi¨¦n se pod¨ªa respirar un soterrado nerviosismo.
La fuerza del misil que cay¨® en la calle Karada arranc¨® todas las hojas de un ¨¢rbol cercano. La metralla, caliente, todav¨ªa est¨¢ incrustada en la corteza. Tras escuchar a Ali Jouda, otro estudiante que vive en el barrio, Raad Ibrahim, le contradice: "Yo no tuve miedo. Estamos acostumbrados. Todo el mundo se subi¨® a los tejados para ver c¨®mo ca¨ªan los misiles".Ali Jouda muestra un pedazo de aluminio, gris por un lado y amarillo por el otro, un resto del misil en cuesti¨®n. Mientras, los trabajos de limpieza avanzan a buen ritmo. Una excavadora levanta un mont¨®n de escombros y restos diversos y unas bombas tratan de reducir el nivel de agua en el cr¨¢ter.
Tan s¨®lo unos pocos misiles cayeron sobre Bagdad en la madrugada de ayer. La mayor¨ªa de las explosiones que se adivinaban desde el centro de la ciudad ocurrieron m¨¢s all¨¢ de los barrios m¨¢s perif¨¦ricos, al contrario de lo sucedido durante la guerra del Golfo en 1991, cuando las plantas el¨¦ctricas fueron destruidas nada m¨¢s empezar el bombardeo.
Lo que s¨ª ha habido son muertos entre la poblaci¨®n civil. En el hospital Yarmuk, el doctor Dhina Kanan, jefe de cirug¨ªa, afirma: "Diez civiles llegaron ya muertos al hospital, as¨ª como otros 30 heridos, de los que cuatro ya han fallecido". Uno de los heridos es Hamid Mohsin, de 30 a?os. Su rostro muestra terribles quemaduras por la explosi¨®n y el calor ha chamuscado sus cabellos. Por debajo de la manta asoman sus manos, cubiertas por ung¨¹entos. "Puede perder las dos", dice el doctor Kanan.
Bagdad parece en calma por fuera. Las tiendas est¨¢n abiertas y el tr¨¢fico es intenso. Pero tambi¨¦n se distinguen signos de inquietud: largas colas de autom¨®viles en las gasolineras. Los iraqu¨ªes recuerdan que en 1991 los aliados destruyeron las refiner¨ªas y, pocos d¨ªas despu¨¦s, el mercado negro era la ¨²nica manera de lograr algo de gasolina.
Se ven pocos soldados en las calles y no hay informaci¨®n sobre bajas militares. Pero fuera del hospital Yarmuk, un teniente de uniforme llora cerca de un taxi blanco y naranja que lleva dos ata¨²des en el portamaletas. Los muertos eran soldados y los f¨¦retros est¨¢n envueltos en la bandera iraqu¨ª. Alguien asegura que el teniente no quiere hablar, pero explica que los soldados muertos eran sus mejores amigos. No hay ning¨²n signo de que esta vez se haya atacado las infraestructuras civiles, algo que result¨® devastador durante la guerra del Golfo. El puente principal sobre el r¨ªo ?ufrates, en Ramadi, uno de cuyos tramos fue bombardeado en la ¨²ltima guerra, est¨¢ intacto. Las torres de telecomunicaciones, que la ¨²ltima vez fueron objetivos declarados, no han sufrido da?o alguno.
Los iraqu¨ªes est¨¢n acostumbrados a ser bombardeados. Bagdad y Basora sufrieron bajo el fuego de los misiles en la guerra con Ir¨¢n en 1980 y 1988, y de nuevo en la guerra del Golfo. Para mucha gente en Bagdad, el de ayer fue el tercer bombardeo sostenido que sufren en su vida. "Estamos acostumbrados a los cohetes", asegura un tendero, "pero por debajo, la brava gente de Bagdad est¨¢ muy preocupada por lo que nos reserva el futuro".
? The Independent.
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