?ngeles sin alas
Podr¨ªa ser un ¨¢ngel y llamarse Said. Pero el nombre es falso y hace tiempo que perdi¨® las alas en una largo viaje por la marginaci¨®n. Said, un joven de 16 a?os, lleg¨® a Ceuta hace dos por la red de alcantarillado que conecta esta ciudad con Marruecos. Despu¨¦s de volar por varios pa¨ªses europeos y por m¨¢s comunidades aut¨®nomas, se pos¨® en C¨®rdoba, donde desde julio y gracias a un convenio entre la Consejer¨ªa de Asuntos Sociales y la Asociaci¨®n Pro Inmigrantes de C¨®rdoba (APIC) existe un servicio pionero a nivel nacional: un centro de primera acogida y diagn¨®stico de inmigrantes menores de edad. El centro naci¨® de una necesidad muy clara: la de dar respuesta a los problemas de conducta que presentaban estos menores, en su mayor parte magreb¨ªes, cuando se les ingresaba en centros de acogida normalizados. "Son chicos, que aunque sean menores de edad, son muy diferentes a los menores espa?oles. Vienen de ambientes marginales, tienen una cultura distinta, en el mayor de los casos no hablan espa?ol, vienen rebotados de varios servicios sociales y sus intereses se pueden resumir con la palabra papeles", asegura Elena Arce, abogada de ASPIC. Es la historia de Said, que estuvo en Alemania y Francia y de muchos de los 155 magreb¨ªes que la Junta tiene en acogida. Pero s¨®lo Said, y otros siete m¨¢s, pasan por el centro de C¨®rdoba durante tres meses antes de ser devueltos a los Servicios Sociales de donde proven¨ªa. S¨®lo tres meses porque "no se trata de crear guetos", seg¨²n dice Elo¨ªsa Ruano, la directora. El objetivo es dise?ar a los ni?os un proyecto educativo "para suplir las carencias que presentan" para que sea m¨¢s f¨¢cil su integraci¨®n en un centro de acogida normalizado e iniciar un tr¨¢mite que les han prometido muchas veces: el de su documentaci¨®n. Es algo a lo que les da derecho la ley del Menor. El centro intenta reproducir el ambiente familiar del pa¨ªs de origen con el trabajo de dos educadores espa?oles, uno argelino y otro marroqu¨ª. Adem¨¢s la se?ora de la limpieza es guineana. "Respetamos su religi¨®n y reciben formaci¨®n sobre su propia cultura, que en la mayor¨ªa de los casos desconocen por llevar mucho tiempo y desde muy j¨®venes en el extranjero", comenta Ruano. Adem¨¢s, se les escolariza o acuden a alg¨²n curso de formaci¨®n profesional seg¨²n el caso particular. "Hemos conseguido muchos cambios de conducta enganch¨¢ndolos de nuevo a su cultura", asegura Ruano. "Ni ellos son angelitos ni esto es como una lavadora donde los chicos entran sucios y salen totalmente limpios", matiza Arce. "Pero s¨ª es verdad que nos lleg¨® uno que era poco m¨¢s o menos como El Lute y ahora est¨¢ cuidando reses y que otro entr¨® rajando los sillones del centro y ahora est¨¢ trabajando en una cooperativa de papel reciclado". En el proceso siempre es fundamental seg¨²n Arce ganarse la confianza del menor, algo que han perdido en su peregrinaje por las instituciones. Menores adultos Y es que si algo tienen claro estos j¨®venes inmigrantes es que est¨¢n es Espa?a para trabajar. "Por eso es tan complicado", explica Arce. "La Junta (que tiene competencias plenas en tema de menores) se encuentra con la paradoja de que los tiene que proteger como a cualquier ni?o, pero lo que ellos quieren es recoger aceitunas ahora, para poder comprarse un Mercedes y volver a Marruecos a buscar a su madre y a sus familiares". Es decir, ni m¨¢s ni menos dejar de ser menor de edad cuanto antes y convertirse en un adulto m¨¢s. En este sentido, Arce opina que la administraci¨®n deber¨ªa tener m¨¢s en cuenta la posibilidad legal que tienen los j¨®venes de pedir su emancipaci¨®n a los 16 a?os para poder trabajar. "No hay que rasgarse las vestiduras por esto. Es verdad que es triste. Pero tenemos que tener claro que lo normal no es que estos inmigrantes terminen estudiando ingenier¨ªa agr¨®noma".
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