Un Mestalla disparatado J. J. P. B.
La remodelaci¨®n del Campo de Mestalla fue una temeridad, tal como se ha emprendido y medio acabado. El consejo de administraci¨®n que tom¨® la iniciativa, los t¨¦cnicos que la ejecutaron y el Ayuntamiento que la autoriz¨® son reos de la misma demas¨ªa, que bien puede tipificarse como delictiva. Unos y otros, pas¨¢ndose la ley por la entrepierna, decidieron que la reforma hab¨ªa de ser de ese modo y no de otro, por m¨¢s que se alzasen voces contundentes y admonitorias del riesgo que se asum¨ªa. El accionista Jos¨¦ Peris Fr¨ªgola y el ingeniero Agust¨ªn D¨ªez Cisneros, entre otros, pero de manera muy relevante, arguyeron sobradamente el desmadre que se planificaba. Hasta previnieron que no habr¨ªa espacio suficiente para las localidades que se dise?aban. Y as¨ª ha resultado, como prueba la protesta masiva de los espectadores damnificados, quejosos por la sencilla raz¨®n de que no caben en sus asientos. Alguien calcul¨® mal las posaderas, y se qued¨® tan ancho. Pero siendo ¨¦ste un aspecto importante, no era el decisivo. El nuevo Mestalla constitu¨ªa una ilegalidad fruto de la prepotencia y de la cobard¨ªa. Eran prepotentes los gestores del club que, presuntamente arropados por cientos de miles de aficionados, impusieron su proyecto. ?Qui¨¦n podr¨ªa oponerse? ?Unas decenas de vecinos, por m¨¢s incordio que se les inflingiese? ?Acaso habr¨ªa que tener alg¨²n miramiento con el PGOU, cuando es bien sabido que es papel mojado en manos de los mun¨ªcipes? En suma, que ante el imperio del gol, les importaba un r¨¢bano el Estado de Derecho. Y asimismo a la pinturera alcaldesa, que sabe multiplicar sus votos a cada una de sus debilidades, tan populares. Sin embargo, la arbitrariedad ha topado con su propio delirio. El nuevo Mestalla no se podr¨¢ ejecutar avasallando a unos ciudadanos ni el suelo p¨²blico de la ciudad. No ha transigido la Consejer¨ªa de Obras P¨²blicas y est¨¢ por ver -pero se presiente- qu¨¦ resolver¨ªa la justicia. Todo preludia que ser¨¢ un proyecto frustrado, inconcluso, un monumento a la improvisaci¨®n y frivolidad de ambiciosos petulantes y gobernantes oportunistas. En contrapartida, ser¨¢ tambi¨¦n un exponente de la justicia convertida en S¨¦ptimo de Caballer¨ªa.
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