El capuch¨®n
Ordinariamente introduzco el capuch¨®n en el bol¨ªgrafo despu¨¦s de escribir unas letras. En los ¨²ltimos d¨ªas he contemplado los anuncios que la Comunidad de Madrid ha promovido con el fin de favorecer el uso del preservativo, especialmente dentro de la poblaci¨®n juvenil.Una de las cosas que m¨¢s me ha llamado la atenci¨®n de ellos han sido las im¨¢genes que forman el anuncio: en la mitad derecha hay una foto grande de un preservativo; en la parte izquierda hay, entre varias rayas sin sentido, dos corazones rojos entrelazados. La identificaci¨®n es clara: amor y preservativo. Preservativo, todos lo sabemos, puede llegar a significar muchas cosas y, desde luego, la gran mayor¨ªa de ellas no tiene nada que ver con el amor. Un preservativo puede significar 15.000 pesetas en un viejo club de carretera, una copa de m¨¢s con esa chica que acabo de conocer, un problema serio de timidez, un par de pastillitas rojas un viernes por la tarde o la ceguera ansiosa de un p¨²ber enloquecido. Probablemente hubiera sido mucho m¨¢s acertado dibujar unos cuantos d¨®lares o el contorno de un div¨¢n psicoanalista. Lo que est¨¢ claro es que la identidad amor-preservativo tiene una relevancia similar a la de "Coca-Cola-Sensaci¨®n de vivir". Identificar amor con preservativo es m¨¢s propio de un fabricante de cervezas que de una entidad p¨²blica. ?Me tomo una coca-cola o uso un preservativo?
Estamos en la modernidad, hemos conseguido liberarnos de los tab¨²es que hemos arrastrado a lo largo de la historia. El destape es una realidad. Ha vencido la libertad de expresi¨®n. No nos enga?emos, ampararse en el progreso para usar el preservativo es como beber coca-cola con el convencimiento de que as¨ª no envejeceremos.
No da igual usar el preservativo que no usarlo. Es un acto responsable de muy graves consecuencias. Esconderse en la cultura para usarlo es hacer a sus promotores m¨¢s culpables del enga?o.
Repito, no da igual usar el preservativo que no usarlo; del mismo modo que no da igual publicar esta carta que no publicarla. La diferencia est¨¢ en que publicarla s¨ª que ser¨ªa un acto de libertad de expresi¨®n y pluralidad de opiniones, y no publicarla, otro paso m¨¢s hacia el absolutismo m¨¢s perverso. Ahora pongo el capuch¨®n en mi bol¨ªgrafo. Quiz¨¢ no lo ponga y lo acabe tirando a la basura. Haga lo que haga s¨¦ que dar¨¢ igual.- .
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