Duelo en la arena
Las cenizas del torero Antonio Ord¨®?ez fueron enterradas ayer en el Albero de Ronda, su ciudad natal.
Ser¨¢ testigo privilegiado de todas las corridas que se celebren a partir de hoy en Ronda (M¨¢laga). Y lo ser¨¢ para siempre. Las cenizas de Antonio Ord¨®?ez, el torero al que todos los calificativos le resultaban estrechos, descansan desde ayer donde s¨®lo los matadores con m¨¢s valor reciben al toro: frente a la puerta de chiqueros de la plaza de toros de su ciudad natal.Como en una de sus mejores corridas, cada movimiento estuvo perfectamente hilvanado. Las banderas luc¨ªan cresp¨®n negro a media asta. La estatua de Ord¨®?ez, rodeada de flores, sacaba pecho desafiando ya in¨²tilmente a la muerte. Una foto suya de alguna tarde de gloria presid¨ªa la puerta del coso. Hasta el d¨ªa, resplandeciente y fr¨ªo como el dolor, acompa?¨®. S¨®lo los tendidos, pr¨¢cticamente vac¨ªos, no dieron la talla.
"Si es por sentimiento, toda Ronda est¨¢ aqu¨ª", dec¨ªa, como pidiendo disculpas, uno de los pocos aficionados que se acercaron. Y es que el adi¨®s fue c¨¢lido, pero solitario. Toreros hubo los m¨ªnimos -Paco Camino, Palomo Linares, Espartaco, Curro Dur¨¢n y ?scar Higares, entre otros-; autoridades, m¨¢s bien pocas; los maestrantes estuvieron casi al completo, esos s¨ª; pero rostros an¨®nimos s¨®lo hubo cerca de mil. Y eso a pesar de que era un acto p¨²blico, con la ¨²nica excepci¨®n de los periodistas gr¨¢ficos, que tuvieron que abandonar la plaza porque el diestro Franciso Rivera Ord¨®?ez, nieto del maestro, mand¨® elegir entre ellos o ¨¦l.
La puerta del ruedo se abri¨®. Eran m¨¢s de las doce cuando Pilar Lezcano, la viuda del torero, aparec¨ªa con la urna en la mano, flanqueada por las dos hijas de Ord¨®?ez, Carmen y Bel¨¦n; sus cuatro nietos, y sus hermanos Alfonso y Jos¨¦. S¨®lo entonces el silencio fue total. Y fue s¨®lo un segundo, el tiempo que tardaron en romperlo con un aplauso eterno el millar de personas que acudi¨® a decirle adi¨®s.
Pilar Lezcano deposit¨® la urna sobre un capote de paseo grana y oro flanqueado por la bandera de Espa?a y la de Andaluc¨ªa. La acarici¨®. Los familiares, de riguroso luto, escucharon, sin l¨¢grimas casi, la ceremonia que celebr¨® el capell¨¢n de la Real Maestanza, Gonzalo Huesa. Los funerales celebrados el pasado domingo en Sevilla ya les hab¨ªan desgastado el dolor. El diestro Francisco Rivera -heredero de una dinast¨ªa taurina que comenz¨® con el Ni?o de la Palma, padre de Ord¨®?ez- se quit¨® unas gafas que le cubr¨ªan del sol que pegaba de frente e introdujo la urna en el albero ante un caluroso aplauso que se abri¨® paso por segunda y ¨²ltima vez entre el p¨²blico. S¨®lo entonces, y como de golpe, le quebr¨® el llanto.
"[Ord¨®?ez] sentir¨¢ las primeras pisadas de las nobles fieras a las que tanto amaba y a las que mataba con arte", dijo el p¨¢rroco antes de pronunciar una de las frases m¨¢s repetidas: "descanse en paz". Y as¨ª lo har¨¢ el torero no s¨®lo en el albero de Ronda, sino tambi¨¦n en compa?¨ªa de los toros bravos de la Camarga, en la Provenza francesa, donde en mayo ser¨¢ enterrada otra urna con sus cenizas. Se cumple as¨ª la voluntad que el maestro dej¨® escrita y su nieto Francisco se encarga de hacer cumplir.
Cuando las cenizas del torero quedaron sepultadas bajo el hormig¨®n y el albero, el p¨²blico se acerc¨® a dar el p¨¦same a la familia. Ni tan larga rutina logr¨® terminar con el llanto de su hija Bel¨¦n. Entonces los asistentes comenzaron a hablar y la leyenda de Ord¨®?ez pobl¨® una vez m¨¢s la tierra.
"Se ha muerto el toreo con ¨¦l. Y no lo digo por pasi¨®n", comentaba una ronde?a. "Yo he visto a los hombres llorar con su arte", dec¨ªa otra como si eso fuera la m¨¢xima expresi¨®n de emoci¨®n humana. "Pues yo le he visto torear dentro de un sombrero de ala ancha", comentaba otra mujer del que fue amigo del escritor Ernest Hemingway y del cineasta Orson Welles.
Pero todo se quedaba corto ante un hombre tan grande. "Yo he visto c¨®mo le tiraban pulseras de oro en la plaza". Y aun as¨ª, era imposible explicar el valor y el arte del "que llamaban el capote m¨¢gico". Todo parec¨ªa poco para explicar que el torero no pudiera lidiar con el toro de pitones m¨¢s afilados: la enfermedad. Una enfermedad que ya en octubre le impidi¨® acudir a la boda de su nieto Francisco. El s¨¢bado pasado, sobre las 17.30, fallec¨ªa en Sevilla el torero. Hasta la muerte le vino a llevar en hora taurina.
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