Disidencia en China
LA PR?CTICA de la realpolitik no exig¨ªa explicaci¨®n alguna hasta hace bien pocos a?os. Los Estados actuaban dentro de la regla de su mejor conveniencia, y s¨®lo hab¨ªa que procurar no meterse en calamidades demasiado obvias para que el mundo opinara que las cosas son como son. Las ¨²ltimas presidencias norteamericanas se han destacado, sin embargo, por envolver su pol¨ªtica exterior en un haz de luminosidad moral no siempre f¨¢cil de compaginar con la realidad. La reciente sentencia a fuertes penas de c¨¢rcel a tres disidentes chinos, a los que se acusa de "querer formar un partido de oposici¨®n", le crean, as¨ª, al presidente Clinton un problema suplementario, adem¨¢s de su pr¨®ximo juicio en el Senado, como es el de da?ar la imagen de su apertura hacia Pek¨ªn.Al regreso, hace seis meses, de su viaje a China, Clinton hab¨ªa cre¨ªdo reivindicado su apoyo a la futura integraci¨®n del pa¨ªs en la estructura del comercio mundial bas¨¢ndose en lev¨ªsimas medidas de liberalizaci¨®n pol¨ªtica de Pek¨ªn. Hoy se le dice, sobre todo desde la derecha, que su debilidad liberal le ha jugado una mala pasada y que lo que toca es mano dura.
En China todo el asunto produce m¨¢s bien estupor y se replica que lo que hac¨ªan los disidentes, Xu Wenlin, 13 a?os de prisi¨®n; Wang Youcai, 11, y Quin Yongmin, 12, es "pura traici¨®n", y que, como en cualquier otro Estado de Derecho, lo que cabe es aplicar la correspondiente sanci¨®n.
De un determinado nivel de renta y de libertad econ¨®mica no se derivan inevitablemente la democracia y la liberalizaci¨®n pol¨ªtica. As¨ª se ha cre¨ªdo desde los pa¨ªses occidentales, donde la idea del mercado libre comporta una pluralidad de intereses que tarde o temprano parece que ha de extrapolarse a lo pol¨ªtico; pero no hay ning¨²n motivo para suponer que eso sea una verdad universal. El Partido Comunista Chino, puede que ya no sea comunista con la biblia de Mao en la mano, pero s¨ª es tan centralista y nada democr¨¢tico como hace 20 a?os y no se siente en absoluto inc¨®modo consintiendo una libertad econ¨®mica, fuertemente vigilada desde el poder, con el objetivo de que no se traduzca en otra cosa. La contradicci¨®n la ve s¨®lo Occidente.
Estados Unidos hace bien, en todo caso, tratando de instalar a China en unas pr¨¢cticas de relaci¨®n internacional comunes al mundo de la legalidad. Cuando menos es una forma de pedagog¨ªa comercial sobre c¨®mo hay que comportarse en sociedad. Y eso no es en absoluto aprobar una barbarie que no tiene remedio conocido en el corto plazo.
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