Los beb¨¦s de siete meses usan reglas abstractas para interpretar el lenguaje
Cient¨ªficos de Nueva York aportan s¨®lidas evidencias a favor de las teor¨ªas de Chomsky
Una de las ideas revolucionarias que avanz¨® Noam Chomsky en los a?os cincuenta -que el lenguaje humano es en gran medida un sistema de reglas innatas, no aprendidas- ha sido confirmada por cient¨ªficos de la Universidad de Nueva York, que han demostrado que los beb¨¦s de siete meses utilizan ya reglas abstractas, de tipo algebraico, para tratar de interpretar las frases que oyen. Los resultados no pueden explicarse con hip¨®tesis alternativas basadas en el aprendizaje por imitaci¨®n o por deducci¨®n, ni con los modelos inform¨¢ticos conocidos como redes neuronales.
Evidentemente, un beb¨¦ de siete meses no tiene la menor idea de lo que es un sustantivo, ni un verbo ni un adjetivo, ni conoce la sintaxis ni los significados de las palabras de la que luego ser¨¢ su lengua materna. Pero Gary Marcus y sus colegas del departamento de Psicolog¨ªa de la Universidad de Nueva York han demostrado por encima de toda duda razonable que el beb¨¦ emplea reglas sint¨¢cticas abstractas para intentar extraer alg¨²n sentido de las frases que oye, incluso cuando ¨¦stas son completamente absurdas. El trabajo se publica hoy en la revista t¨¦cnica Science.Merece la pena detenerse un poco en los detalles del experimento. Los beb¨¦s -hasta 16 de ellos, todos de siete meses- fueron primero habituados a o¨ªr frases de unos lenguajes artificiales y absurdos dise?ados a prop¨®sito para la prueba. Un grupo de beb¨¦s fue habituado a un lenguaje en el que abundaban las palabras del tipo ABA, es decir, con la primera s¨ªlaba igual a la tercera (por ejemplo, gatiga o linali). A otro grupo se le habitu¨® a un lenguaje de tipo ABB (con abundantes palabras como gatiti o linana).
Palabras distintas
En la siguiente fase del experimento, los mismos beb¨¦s escucharon frases de lenguajes que tambi¨¦n eran de tipo ABA o ABB, pero -y esto es lo fundamental- cuyas palabras eran completamente distintas a las de la fase anterior (por ejemplo, wofewo y wofefe, respectivamente).
El resultado fue espectacular. Los beb¨¦s que hab¨ªan sido habituados a un lenguaje ABA mostraron en la prueba posterior un comportamiento clar¨ªsimamente diferente cada vez que se les presentaba una frase de tipo ABA en mitad de muchas otras y largas frases sin ninguna estructura reconocible. Esa diferencia de comportamiento no se produc¨ªa nunca con palabras de tipo ABB. Los beb¨¦s habituados a lenguajes ABB se comportaban al rev¨¦s.
Lo crucial es que los beb¨¦s manifiestan estas conductas a pesar de que no han o¨ªdo nunca las palabras que se les presentan en la segunda fase: lo que est¨¢n reconociendo no puede ser el sonido, ni por supuesto el sentido, sino la mera estructura abstracta de las nuevas voces.
La diferencia de comportamiento aludida se mide con t¨¦cnicas fiables ya muy estudiadas por los psic¨®logos experimentales en todo tipo de pruebas. Estos m¨¦todos estiman el esfuerzo que invierte un individuo en tratar de entender las frases que se les presentan. En general, las personas emplean mucho menos tiempo con las frases que tienen alg¨²n tipo de sentido para ellas que con los meros encadenamientos de s¨ªlabas en los que no pueden reconocer una estructura. Y as¨ª se comportan los beb¨¦s de siete meses en la segunda fase de la prueba.
Marcus y su equipo concluyen que, al ser habituados a uno u otro tipo de lenguaje, los beb¨¦s de siete meses obtienen reglas abstractas, similares a las del ¨¢lgebra, que representan relaciones entre los elementos de la frase. Un ejemplo de esas reglas, aplicado al lenguaje de tipo ABA del experimento anterior, ser¨ªa algo como esto: "el primer elemento de las palabras es igual que el tercero".
Un aspecto importante es que los beb¨¦s de siete meses poseen la capacidad de formular esas reglas abstractas muy r¨¢pidamente, y sin m¨¢s que o¨ªr unas cuantas frases sueltas del lenguaje en cuesti¨®n. Pese a ello, generalizan las reglas y las aplican luego para analizar nuevas frases que no hab¨ªan o¨ªdo nunca.
Estas dos caracter¨ªsticas -rapidez y escas¨ªsimo requerimiento de informaci¨®n de entrada- son, por as¨ª decir, las marcas de f¨¢brica de las facultades innatas: es imposible que un beb¨¦ pueda lograr ese prodigio con las meras armas del razonamiento l¨®gico general.
Marcus y su equipo han llevado a cabo experimentos adicionales para excluir todos los tipos imaginables de error en la interpretaci¨®n: por ejemplo, que las palabras de los dos tipos de lenguajes artificiales tengan similares secuencias de vocales y consonantes, y por lo tanto los ni?os puedan utilizar esos parecidos para deducir que sus estructuras son comunes. Ninguna de estas hip¨®tesis ha resistido la prueba experimental.
Sin embargo, la investigaci¨®n no puede discriminar si el sistema de generar reglas que usan los beb¨¦s es estrictamente ling¨¹¨ªstico o pertenece a un mecanismo cerebral m¨¢s general, que se encargar¨ªa de detectar patrones y normas generales no s¨®lo en las frases, sino tambi¨¦n en cualquier tipo de secuencia aparentemente ca¨®tica que presente la realidad. Los neurobi¨®logos han encontrado m¨²ltiples evidencias de que el cerebro humano es un verdadero profesional en ese tipo de tareas interpretativas.
Un tipo de programas de inteligencia artificial conocidos como redes neuronales ha salido tambi¨¦n perjudicado por los resultados de Marcus. Las redes neuronales han conseguido gran popularidad gracias a su sobrecogedora capacidad para aprender a formar frases. Pero esos programas, al menos en sus versiones actuales, no pueden generalizar reglas y aplicarlas a palabras nuevas. Despu¨¦s de Deep Blue, empate a uno.
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