Hator, hator
IMANOL ZUBERO En las ¨²ltimas semanas la cuesti¨®n de la dispersi¨®n se ha convertido en uno de los centros de debate y reivindicaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco. En un marco nuevo, sin violencia, el hator, hator mutil etxera se ha expresado como una reivindicaci¨®n mayoritaria. Qu¨¦ duda cabe de que tras esa reivindicaci¨®n hormiguean muy distintas motivaciones, entre ellas la pretensi¨®n de escenificar una Euskal Herria en pie tras las banderas del abertzalismo radical y enfrentada a la contumacia espa?ola. Sin embargo, no hay sospecha fundada que pueda devaluar una ya anta?ona y no menos fundada reivindicaci¨®n. Una reivindicaci¨®n, por cierto, que no nace de Lizarra, pues es muy anterior a ese acuerdo; una reivindicaci¨®n que no pertenece al denominado MLNV, pues ha sido formulada tambi¨¦n desde fuera (desde muy afuera) de ese mundo a partir de coordenadas ¨¦ticas. Un Gobierno responsable puede y debe tomarse tiempo para hacer pol¨ªtica; tambi¨¦n pol¨ªtica penitenciaria. El control de los tiempos es, en estas cuestiones, tan importante o m¨¢s que los contenidos del debate. La referencia temporal, siempre inminente, constituye un elemento fundante para el imaginario radical: "para Navidad", "orain". El brutal asesinato de Miguel ?ngel Blanco fue cometido, no lo olvidemos nunca, bajo el paraguas autolegitimador de un chantaje en el que el control del tiempo (cuarenta y ocho horas) era m¨¢s importante que la reivindicaci¨®n misma, imposible de satisfacer. Lo criticable no es tomarse tiempo, pero s¨ª lo es el objetivo y las consecuencias de esa parsimonia: el Gobierno sigue supeditando la pol¨ªtica a la violencia, reduciendo a miles de personas al papel de peones sacrificables en su particular partida de ajedrez . Adem¨¢s, se est¨¢n vinculando cuestiones que jam¨¢s habr¨ªan de vincularse. Por una parte, los derechos individuales de los presos y de sus familiares y el reconocimiento de ETA como instancia legitimada para negociar. As¨ª, se dice que ETA da por supuesto el final de la dispersi¨®n y que por ello no lo reivindica; y se teme que si el fin de la dispersi¨®n es fruto de un movimiento unilateral del Gobierno, ¨¦ste se quedar¨¢ sin nada con lo que negociar con ETA. Pero es que a lo mejor es cierto eso tantas veces repetido de que no hay nada que negociar con ETA; tampoco el futuro de los presos, resoluble mediante una aplicaci¨®n comprensiva y humanitaria de la legalidad. Se mezclan tambi¨¦n las tan distintas situaciones de los presos y de las v¨ªctimas de la violencia. Ambas situaciones son incomparables y poner en los dos platillos de una balanza las reivindicaciones de unos y de otras, como si de un juego de suma cero se tratara -si doy treinta a unos es porque les quito treinta a otros-, resulta una perversi¨®n del sentido de la justicia. Presos y v¨ªctimas tienen, cada uno, sus derechos, distintos los unos de los otros, pero igualmente debidos a todos e irreductibles unos a otros. La misma sociedad vasca que se ha movilizado durante a?os en contra del terrorismo es la que se va a movilizar el pr¨®ximo s¨¢bado en contra de la dispersi¨®n. Los partidos pol¨ªticos que est¨¢n llamados a ocuparse del Gobierno de Espa?a deber¨ªan saber que la ¨²nica garant¨ªa contra las posibles imposiciones antidemocr¨¢ticas que alguien pretenda desarrollar bajo la amenaza impl¨ªcita de un rebrote de la violencia es la propia ciudadan¨ªa vasca: nadie va a llevarla a donde no quiera ir, pero tampoco nadie va a detenerla en los itinerarios que tenga a bien transitar. Esta sociedad, que ten¨ªa raz¨®n cuando exig¨ªa el cese de la violencia, tiene raz¨®n cuando exige el final de la pol¨ªtica de dispersi¨®n. Es bueno que la gente se movilice en contra de la dispersi¨®n, pues eso indica que la ciudadan¨ªa no se ha contaminado a¨²n de ese c¨¢lculo rastrero en que se ha convertido la pol¨ªtica en los ¨²ltimos a?os. Si es verdad que el coraz¨®n tiene razones que la raz¨®n no entiende, las calles del Pa¨ªs Vasco vuelven a evidenciar un poderoso p¨¢lpito de humanidad que la raz¨®n de Estado es incapaz de valorar.
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