Muere el pianista Michel Petrucciani, joven leyenda del jazz europeo
El artista franc¨¦s grab¨® parte de su discograf¨ªa en el sello Bluenote
El pianista Michel Petrucciani (1962, Orange, Francia) falleci¨® el pasado d¨ªa 5 en un hospital de Nueva York a causa de una infecci¨®n pulmonar. Acababa de cumplir los 36 a?os. A pesar de sufrir una grave enfermedad ¨®sea que hab¨ªa detenido su crecimiento a edad muy temprana, hace tiempo que figuraba entre la ¨¦lite de los instrumentistas de jazz, y hab¨ªa conseguido trascender las fronteras europeas.
Los expertos y aficionados destacaban el empuje y virtuosismo de Petrucciani, su trabajo y voluntad sin l¨ªmites para superar la osteog¨¦nesis imperfecta que padec¨ªa. "Mi enfermedad no tiene nada que ver con el enanismo, tuve una infancia feliz pero fracturada", bromeaba. Petruche, como era conocido en su c¨ªrculo familiar, tuvo siempre dificultades por la facilidad con la que se romp¨ªan sus huesos, pero logr¨® forjarse una moral de acero hasta convertirse en un seguidor libre y universalmente reconocido de Bill Evans, uno de sus principales modelos. Su ¨²ltima visita a Espa?a se produjo el pasado mes de noviembre, cuando toc¨® a piano solo dentro del programa de distintos festivales. Sal¨ªa al escenario apoyado en unas diminutas muletas y se encaramaba a la banqueta con un esfuerzo que parec¨ªa dolerle m¨¢s a la audiencia que a ¨¦l mismo. Pero una vez aposentado en la cumbre lo dominaba todo con unas manos centelleantes -la naturaleza no las da?¨®- y una mente sencillamente privilegiada. Cuando se le escuchaba tocar con elegante vehemencia una m¨²sica densa y profunda, inspirada en el jazz de Evans, pero tambi¨¦n en los impresionistas franceses y en otras est¨¦ticas de valor, se ten¨ªa la certeza de estar asistiendo a un peque?o milagro sonoro, de estar viendo a un tit¨¢n burlando por completo la crueldad de las limitaciones f¨ªsicas.
Era m¨²sico por vocaci¨®n. Estudi¨® piano cl¨¢sico durante ocho a?os, y antes de cumplir los 12 daba conciertos junto a su padre, guitarrista, y a su hermano Louis, contrabajista. No hab¨ªa ning¨²n secreto en la asombrosa rapidez de su desarrollo art¨ªstico. Practicaba nueve horas diarias y, seg¨²n dec¨ªa, prefer¨ªa ser su propio juez, corrigiendo los errores y sopesando los aciertos. No es extra?o entonces que su autoridad t¨¦cnica y claridad expresiva impresionara a un m¨²sico americano expatriado en Francia, Kenny Clarke, aunque no ser¨ªa este inolvidable inventor del lenguaje de la bater¨ªa del bebop su principal valedor. Ese honor le corresponde al trompetista Clark Terry, quien le invit¨® a compartir escenario en 1978. La palabra de un maestro es determinante en el jazz, y el nombre de Petrucciani empez¨® a ser conocido m¨¢s all¨¢ de los exclusivos c¨ªrculos de conocedores. Toc¨® en Europa con las mejores secciones r¨ªtmicas, por lo general en f¨®rmula de tr¨ªo, hasta que en 1982 decidi¨® instalarse en California. Es probable que el entusiasmo y la originalidad del pianista fueran argumentos que animaron al veterano Charles Lloyd (saxofonista enormemente popular en los a?os sesenta, en cuyo cuarteto lleg¨® a militar Keith Jarrett) a reemprender su carrera.
Un hueco americano
A partir de ese momento, Petrucciani empez¨® a codearse con los grandes. Grab¨® y realiz¨® una gira a d¨²o con el saxofonista alto Lee Konitz, uno de los improvisadores m¨¢s l¨²cidos de la segunda mitad de siglo, y fich¨® por el sello Concord. Para un europeo, encontrar un hueco en la hipercompetitiva escena norteamericana, saturada de grandes nombres, nunca es una tarea f¨¢cil, pero Petrucciani propon¨ªa otra forma de entender el piano, refinada y orquestal, que cautiv¨® de inmediato tambi¨¦n en aquel lado del Atl¨¢ntico.
El franc¨¦s inici¨® en 1985 una formidable serie de discos para el hist¨®rico sello Blue Note que incluyeron un encuentro estelar con el guitarrista Jim Hall y el saxofonista Wayne Shorter (Power of three) y un espl¨¦ndido homenaje en solitario a Duke Ellington (Promenade with Duke). Completada con ¨¦xito la aventura americana, hab¨ªa regresado para grabar con la etiqueta francesa Dreyfus. Los ¨²ltimos a?os estaban resultando particularmente propicios para el pianista: planeaba completar una sinfon¨ªa y ya hab¨ªa plasmado en disco algunos proyectos llenos de imaginaci¨®n y frescura. A la estimulante colaboraci¨®n en Marvellous con un cuarteto de cuerda y el tambi¨¦n ya fallecido bater¨ªa Tony Williams, antiguo colaborador de Miles Davis, le hab¨ªa seguido un ins¨®lito encuentro con el organista Eddy Louiss en Conf¨¦rence de presse, premiado por algunas de las revistas especializadas de m¨¢s prestigio. Con todo, las p¨¢ginas m¨¢s brillantes las hab¨ªa escrito en solitario. Au Th¨¦?tre des Champs-?lys¨¦es (1994) y Solo live (1997) se convertir¨¢n ahora en su inesperado epitafio. El repertorio de ambos discos es muy similar al que regal¨® en su estremecedor concierto del Auditorio Nacional de Madrid. All¨ª toc¨® un B¨¦same mucho que sonaba a caricia; l¨¢stima que fuera de despedida.
Babelia
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