Jornada Mundial de la Paz (1999)
Lamentablemente la guerra forma parte del panorama habitual de las relaciones internacionales. Seg¨²n los expertos, la historia universal arroja un balance negativo en contra de la paz y a favor de la guerra, de tal modo que se puede afirmar que por cada a?o de paz la humanidad ha padecido una docena de a?os de guerra. Despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, las terribles destrucciones y matanzas y la amenaza de una destrucci¨®n at¨®mica han mostrado la irracionalidad de la actividad b¨¦lica. Sin embargo, a pesar de que en la opini¨®n p¨²blica se va abriendo camino la convicci¨®n de que ning¨²n conflicto se resuelve verdaderamente con la guerra, ¨¦sta contin¨²a estando presente en muchas partes del planeta. E incluso, recientemente, hemos asistido a la transmisi¨®n casi en directo de unos terribles ataques a¨¦reos de brit¨¢nicos y americanos a Irak. Sin olvidar las terribles masacres que las guerras de estos ¨²ltimos decenios han producido en la antigua Yugoslavia, en la regi¨®n de los Grandes Lagos Africanos, en M¨¦xico, en Colombia, en Corea, en Irak, en Palestina... etc. Cada a?o, desde el 1 de enero de 1968, se celebra la Jornada Mundial de la Paz. Fue instituida por Pablo VI y su iniciativa no pretend¨ªa ser exclusivamente papal, religiosa y cat¨®lica, por eso suscit¨® un consenso favorable en muchos jefes de Estado, hombres de gobierno y estudiosos de los problemas pol¨ªticos y sociales. A partir de 1969 cada a?o ha contado con un mensaje espec¨ªfico, en el que es glosado un lema. El del a?o 1969 fue La promoci¨®n de los Derechos Humanos, camino hacia la paz, y el del ¨²ltimo 1999: El secreto de la Paz verdadera reside en el respeto de los Derechos Humanos. Los objetivos de estos mensajes son: la necesidad de defender la paz frente a los peligros a los que est¨¢ expuesta constantemente; el riesgo de violencia, que amenaza siempre a los pueblos que no ven respetados sus derechos fundamentales y su dignidad; el esc¨¢ndalo de los enormes gastos producidos en armas destructoras, cuando tantas y tan graves necesidades dificultan el desarrollo de los pueblos; el peligro de creer que las desavenencias entre los pueblos no pueden ser resueltas por la v¨ªa de la raz¨®n, sino s¨®lo por la fuerza de las armas. Objetivos perfectamente asumibles por todos los hombres de buena voluntad, creyentes o no creyentes. El mensaje del 1 de enero de 1999, justamente por la proximidad de la celebraci¨®n del cincuenta aniversario de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos, es una afirmaci¨®n clara y rotunda del compromiso de la Iglesia en su defensa y tutela. Para la mayor¨ªa de los expertos, aunque la Iglesia no tuvo una intervenci¨®n expl¨ªcita en su redacci¨®n -e incluso se convirti¨® tard¨ªamente a ellos por diversas razones- en los Derechos Humanos subyace con naturalidad la filosof¨ªa judeocristiana. El mensaje de Juan Pablo II analiza con finura y sutileza las carencias y las amenazas en la realizaci¨®n de cada uno de ellos. Sin embargo, el Papa, a pesar de su evidente merma f¨ªsica, manifiesta una gran lucidez y un conocimiento profundo de las sensibilidades de nuestro tiempo, por eso subrayo aquellos aspectos m¨¢s importantes: Denuncia abiertamente la globalizaci¨®n insolidaria de los mercados, que condena a muchos seres humanos a la pobreza extrema. Juan Pablo II insta, particularmente "a los que tienen la responsabilidad a escala mundial de las relaciones econ¨®micas, para que se interesen por la soluci¨®n del problema acuciante de la deuda internacional de las naciones m¨¢s pobres". Est¨¢ claro que los perdedores de la globalizaci¨®n econ¨®mica ser¨¢n muchos m¨¢s que los ganadores, si no escuchamos las voces de la solidaridad. Es inevitable, aunque no inmediato, un conflicto social, si muchos pa¨ªses no salen de una situaci¨®n absolutamente insostenible. El Papa apuesta por una soluci¨®n satisfactoria y definitiva del problema de la deuda externa, para que el milenio que tenemos delante sea tambi¨¦n para las naciones m¨¢s desfavorecidas "un tiempo de esperanza". La defensa del medio ambiente la relaciona, Juan Pablo II, directamente con la dignidad humana: "El peligro de da?os graves a la tierra y al mar, al clima, a la flora y a la fauna, exige un cambio profundo en el estilo de vida t¨ªpico de la sociedad moderna de consumo". Para el Papa es necesario adquirir una "conciencia ecol¨®gica" como elemento integrante de la paz y de la defensa de la dignidad de la persona humana. El derecho a la paz. Aqu¨ª, Juan Pablo II, tiene palabras de gran actualidad que condenan claramente la ¨²ltima agresi¨®n de Clinton al pueblo iraqu¨ª: "La guerra destruye, no edifica; debilita las bases morales de la sociedad y crea ulteriores divisiones y tensiones persistentes". Denuncia la proliferaci¨®n de las minas antipersonales, el desarrollo masivo e incontrolado de armas ligeras. A las puertas del Tercer Milenio, este mensaje del Papa, lleno de gran riqueza y esperanza, es una clara invitaci¨®n a construir un mundo m¨¢s justo y solidario. Entre nosotros ha tenido un eco positivo, ya que este a?o la celebraci¨®n de esta Jornada Mundial de la Paz, a instancias del Arzobispo de Valencia, se va a celebrar con diversas propuestas, durante el mes de enero, a lo largo y ancho de la Di¨®cesis: en Valencia, Mislata, Bu?ol, Alcoy y D¨¦nia. ?Bienvenida esta iniciativa!
Jos¨¦ Luis Ferrando Lada es profesor de Filosof¨ªa y Teolog¨ªa.
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