Alemania y el euro
Si El Cid gan¨® batallas despu¨¦s de muerto, el euro las ha ganado antes de nacer. La llamada crisis asi¨¢tica, en realidad, una mundial subterr¨¢nea que se traslada de un continente a otro -ahora amenaza en Am¨¦rica Latina, enfilando a Brasil- tiene su origen en Estados Unidos, el gran enfermo econ¨®mico, con la mayor deuda del mundo, cuya gravedad nos empe?amos en ignorar, temerosos de que al conocerse los datos que ocultan cuidadosamente las autoridades monetarias norteamericanas la crisis termine por explotar. Un euro todav¨ªa en camino nos libr¨® de las turbulencias de los ¨²ltimos meses, pero, una vez que, sin la menor convulsi¨®n ni sorpresa, ha nacido fuerte desde el primer d¨ªa, lejos de temer por su estabilidad, como todav¨ªa hace dos a?os se apuntaba que ser¨ªa su mayor riesgo -por qu¨¦ cambiar una moneda fuerte como el marco por una tan insegura como el euro, al participar socios, italianos y espa?oles, de los que uno no se puede fiar, seg¨²n rezaba el discurso que hac¨ªa furor en Alemania-, lo que nos tiene ahora preocupados es su excesiva fortaleza. Lo embarazoso es que el euro, condenado a competir con el d¨®lar como moneda de reserva y de cambio comercial, ha de fortalecerse en la medida en que se debilite la divisa americana. Las relaciones del d¨®lar con el euro se han convertido de pronto en fuente de desasosiego. Los norteamericanos conocen, por haberlas explotado al m¨¢ximo, las ventajas de una moneda de reserva que dicta a los mercados el tipo de inter¨¦s, pero tambi¨¦n el precio que han tenido que pagar por tama?o privilegio: a cambio de dominar el mercado financiero, han dejado de ser competitivos en cada vez m¨¢s sectores de la producci¨®n. El poder de Estados Unidos en buena parte est¨¢ ligado al capital especulativo, que de alguna forma es preciso controlar para evitar que el reparto de la riqueza se desprenda por completo de su creaci¨®n y al final consista tan s¨®lo en el traslado de un pa¨ªs a otro de un capital parasitario que sabe aprovechar, con el aporte o retirada de grandes sumas, las oscilaciones del mercado de divisas. El euro nos protege de este tipo de transacciones especulativas, a la vez que basa su poder en ser la moneda de una de las regiones exportadoras m¨¢s importantes del mundo, cuyo bienestar proviene de la producci¨®n de bienes y servicios. El peligro consiste en que nos acostumbremos a compartir con Estados Unidos las ventajas de una moneda de reserva y produzcamos cada vez menos, en posesi¨®n de una moneda supervalorada que nos permite importar barato, a la vez que dificulta las exportaciones, hasta el punto de que en los pr¨®ximos decenios el euro tal vez termine por ser el gran motor de la industrializaci¨®n de Asia y Am¨¦rica Latina. La casualidad ha llevado a que el euro nazca con la presidencia alemana, el pa¨ªs que m¨¢s ha sufrido en estos ¨²ltimos lustros con la revalorizaci¨®n del marco y, por tanto, al que m¨¢s se beneficia de la estabilidad monetaria que dentro del ¨¢mbito europeo comporta el euro. Si, pese a la subida continua del marco en relaci¨®n con las dem¨¢s divisas europeas, Alemania ha conseguido un enorme super¨¢vit comercial en el ¨¢mbito comunitario, con una moneda com¨²n fija las exportaciones alemanas en el mercado interior europeo no har¨¢n m¨¢s que aumentar. Si tomamos como criterio la balanza de pagos, Alemania es el pa¨ªs con un mayor rendimiento neto dentro de la Uni¨®n. Por eso llama tanto la atenci¨®n que, confrontada la Europa comunitaria a un nuevo reto, la ampliaci¨®n al Este, de la que el m¨¢s favorecido tambi¨¦n es Alemania, el nuevo Gobierno de coalici¨®n rojo-verde prolongue la ficci¨®n demag¨®gica que se invent¨® en la campa?a electoral el ex canciller Helmut Kohl para desviar la pol¨¦mica de un euro tan provechoso como impopular, y sigan mareando la perdiz con el tema de la contribuci¨®n excesiva de Alemania a las arcas comunitarias. El euro es un invento franco-alem¨¢n que, favoreciendo a todos los socios, lo hace muy en especial a Alemania.
Adem¨¢s, conviene recordar que cuando la Comunidad Europea, sin negociaci¨®n ni protestas de ning¨²n socio, se ampli¨® de hecho en 1990 con la Alemania del Este, tambi¨¦n pas¨® a recibir ayudas comunitarias destinadas a las regiones europeas menos desarrolladas. Es menester cerrar ya el falso debate sobre una excesiva contribuci¨®n alemana al presupuesto comunitario, en relaci¨®n con los dem¨¢s socios muy inferior a los beneficios netos que implica para Alemania la uni¨®n econ¨®mica y monetaria y ha de suponer la ampliaci¨®n al Este.
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