Cuna de guardias civiles
En las casas de los vecinos de Somont¨ªn -un pueblo del interior de la provincia almeriense que apenas supera el medio millar de almas-, el rinc¨®n preferente del mueble del sal¨®n no lo ocupa la foto del chaval cuando hac¨ªa el servicio militar. En estas casas el uniforme de la instant¨¢nea es otro, tambi¨¦n verde, pero con tricornio incluido. Y es raro el hogar donde esta imagen no est¨¦ inmortalizada, porque es muy rara la vivienda en la que alguno de sus miembros no es de profesi¨®n guardia civil. Somont¨ªn no tiene cuartel, nunca lo ha tenido. Pero, curiosamente, concentra la mayor proporci¨®n de guardias civiles de toda Andaluc¨ªa. Superan el centenar los varones que, en un pueblo de 508 habitantes donde no son pocos los jubilados, visten el uniforme que les compromete a dar todo por la patria. En el a?o 1924, dos peque?as f¨¢bricas de talco se instalaron en la estaci¨®n de ferrocarril de Purchena, un municipio que dista 9 kil¨®metros de Somont¨ªn y que es el puesto de la Guardia Civil m¨¢s cercano a los somontineros. Tras la guerra civil se alcanz¨® una producci¨®n r¨¦cord que rozaba las 8.000 toneladas y en el a?o 1942 llegaron al 45% de la producci¨®n nacional. Pero aparecieron nuevas f¨¢bricas y la bonanza econ¨®mica se trunc¨®. Eso provoc¨® que muchos de los vecinos de Somont¨ªn se vieran obligados a optar por la emigraci¨®n. De los 1.047 habitantes que hab¨ªa en 1950, se pas¨® a 680 veinte a?os despu¨¦s. Muchos escogieron Catalu?a como horizonte para un futuro mejor. Otros optaron por una v¨ªa m¨¢s curiosa: ingresaron en la Guardia Civil. Francisco Oliver Garc¨ªa, de 57 a?os, es un ejemplo de aqu¨¦llos a los que la crisis de las minas de talco les llev¨® a pensar en el uniforme. "Yo ingres¨¦ en el a?o 66. No ten¨ªa ning¨²n antecedente en mi familia pero las minas se hab¨ªan agotado y en el pueblo hab¨ªamos tenido algunos generales y coroneles. Todo eso influy¨® para que muchos decidi¨¦ramos hacernos guardias". Oliver, que ha dedicado 30 a?os de su vida al instituto armado, est¨¢ actualmente jubilado. Sin embargo, el ejemplo de su trabajo ha cundido entre los suyos: Antonio Francisco Oliver Fern¨¢ndez, tiene 29 a?os y ya ha pasado por Teruel, Pamplona y Macael (Almer¨ªa). "Nunca pens¨¦ en dedicarme a otra cosa. Lo m¨ªo es por vocaci¨®n. C¨®mo no iba a tener vocaci¨®n si he pasado toda mi vida en casas cuartel". Toda su vida jugueteando entre se?ores vestidos de verde y tocados con tricornio, y cinco a?os haciendo el servicio con su padre, hasta que ¨¦ste se retir¨®. Antonio Francisco es el ¨²nico hijo var¨®n de Francisco Oliver, pero a este afable guardia civil jubilado hasta sus hijas le han sido fieles en aquello de la vocaci¨®n: sus dos hijas casadas lo est¨¢n tambi¨¦n con guardias civiles. Ahora los nietos de Francisco juguetean con el tricornio del abuelo dejando traslucir una continuidad generacional en eso de la profesi¨®n escogida. Los habitantes de Somont¨ªn son conscientes del arraigo que ha alcanzado en su pueblo la presencia de guardias civiles y cuidan con esmero la tradici¨®n. Ya se encuentran casi ultimados los detalles de la ermita que han construido para albergar la imagen de la nueva Virgen del Pilar que adquirieron en Zaragoza. Y casi todo el pueblo es miembro de la Hermandad de la Virgen del Pilar. Somont¨ªn, enclavado en la sierra, se ha convertido en cuna de guardias civiles. Primero fue, para muchos, la necesidad de encontrar un trabajo con el que poder buscarse las habichuelas. Ahora, es la vocaci¨®n que los hijos y los nietos han mamado de sus progenitores.
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