No fue un recital m¨¢s
Eva Mei Obras de Marini, Monteverdi, Merula, Legrenzi, Mancini, Pergolesi, Scarlatti, Vivaldi, Haendel y Paisiello. Eva Mei, soprano. Il Giardino Armonico. Director: Giovanni Antonini. Palau de la M¨²sica, Sala Rodrigo. Valencia, 12 enero 1999.Est¨¢ nuestro p¨²blico tan hecho al f¨¢cil aplauso frente a oxidadas reliquias canoras (Caball¨¦, Carreras, Te Kanawa...) que la presencia de una cantante plet¨®rica de facultades, como fue anteayer el caso de Eva Mei, constituy¨® una sorpresa may¨²scula para los aficionados desprevenidos. Si el concierto, aunque tard¨ªamente, se vendi¨® muy bien fue gracias al tir¨®n popular que en esta ciudad tiene Il Giardino Armonico. La joven formaci¨®n milanesa, remedo latino de los grupos historicistas tan del gusto de ciertos paladares discogr¨¢ficos, fue sin embargo lo menos convincente de la velada. Antonini y sus m¨²sicos practican la ejecuci¨®n de ¨¦poca en el modo m¨¢s crudo que uno se puede imaginar: subrayando constantemente la para nuestros o¨ªdos actuales precaria afinaci¨®n de los instrumentos antiguos. Eso s¨ª, en medio del desorden derrochando fiereza en los contrastes de ritmo y din¨¢mica que hacen olvidar el rancio lavado de grupos como I Musici, hasta hace poco referencia en la interpretaci¨®n de la m¨²sica italiana de los siglos XVII-XVIII. Bellos registros Los reparos t¨¦cnicos no existieron en el caso de Eva Mei. Soprano l¨ªrica de amplio espectro tonal, con registros central y grave bellamente asentados, Mei desminti¨® la leyenda anglosajona de que la m¨²sica barroca ha de ser cantada sin vibrato y con tintes neutros. La versi¨®n de la cantata Agrippina, de Haendel, atestigu¨® la carnosidad del timbre, la riqueza de las modulaciones y la perfecta dosificaci¨®n del aliento en la cl¨¢sica mesa di voce, donde la Mei logr¨® pianissimi y reguladores de m¨¢gico efecto. Su arte brill¨® en los pasajes dram¨¢ticos de agilidad, como antes nos sedujo en la sensual pastorella de Scarlatti, Sento nel core, o en el delicado tratamiento vocal del Se tu m?ami de Pergolesi. El aria variada de La molinara de Paisiello, ofrecida como propina, revel¨® la paternidad de este compositor sobre el posterior belcantismo de Rossini, cuya m¨²sica Eva Mei canta hoy como casi nadie en el mundo. Acaso fue en exceso contenida su recitaci¨®n monteverdiana (Ohim¨¨ ch?io cado), pero el detalle carece de importancia ante la abrumadora lecci¨®n de musicalidad, expresi¨®n textual y dominio t¨¦cnico que presidi¨® todo el recital. Sin duda, hemos escuchado en el Palau de la M¨²sica de Valencia una de las voces m¨¢s importantes del momento, y por a?adidura en estado de gracia. L¨¢stima que esta ciudad, hu¨¦rfana de actividad oper¨ªstica, no pueda disfrutar con las mieles de una Eva Mei sobre la escena. Ser¨ªa el acabose, vaya.
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