Una b¨²squeda irrepetible
Con la muerte de Jerzy Grotowski desaparece del territorio del teatro -tan diverso en desiertos y vergeles, cumbres y depresiones- uno de sus m¨¢s distinguidos habitantes. Pese a formar parte de ese pu?ado escaso de maestros que los tiempos alumbran de cuando en cuando, desapareci¨® voluntariamente hace m¨¢s de d¨¦cada y media de las p¨¢ginas centrales o las portadas de los peri¨®dicos y revistas para sumergirse en una de las b¨²squedas m¨¢s apasionantes y luminosas del teatro de Occidente. Para los que vieron sus espect¨¢culos o conocieron la esencia de su trabajo, ese apartamiento no ha dejado de suscitar continuas interrogaciones. Las informaciones sobre el estado y momento de sus pesquisas han sido escasas, contradictorias y, en muchos casos, mal¨¦volas: la malicia de los ignorantes. La irrupci¨®n del teatro de Grotoswki a finales de los sesenta conmovi¨® la escena de Occidente. El impacto de El pr¨ªncipe constante, sobre textos de Calder¨®n, con las im¨¢genes inolvidables de Richard Cieslak, dio la vuelta al mundo. La radicalidad del rito y de la acci¨®n, la fisicidad generosa, sin fronteras, de los actores, el concierto de voces entrenadas mucho m¨¢s all¨¢ de los h¨¢bitos imperantes, la intensidad del montaje anal¨®gico de texto y acci¨®n f¨ªsica -no en sentido esc¨¦nico, sino cinematogr¨¢fico, a la manera de Einsenstein; un referente querido para ¨¦l- que traspasaba cualquier realismo superficial y ara?aba las entra?as de una peculiar verdad art¨ªstica, marcaron un hito en la historia del teatro. La publicaci¨®n por parte de su gran disc¨ªpulo -querido maestro, ¨¦l mismo- Eugenio Barba, fundador del Odin Teatret, sobre las formas de trabajo en el Teatr Laboratorium de Grotoswki, bajo el t¨ªtulo Hacia un Teatro Pobre, hizo el resto. Se le asoci¨® con Artaud y el teatro de la crueldad, en el desconocimiento de las verdaderas ra¨ªces de su trabajo; los ep¨ªgonos brotaron, con sus excesos, como hongos e hicieron el peor de los servicios a una de las m¨¢s irrepetibles b¨²squedas de teatro de la mitad del siglo. Seguramente el temor a los ep¨ªgonos haya sido, entre otras, una de las razones de su retiro a un trabajo silencioso y an¨®nimo. Todo esto ocurr¨ªa, como no pod¨ªa ser menos, en torno a 1968, y muchos actores j¨®venes del mundo se sintieron atra¨ªdos. Yo, entre tantos. Por aquellos a?os, inserto en el territorio teatral de Alemania, que me impon¨ªa, por su misma naturaleza, una lengua distinta a la propia, sent¨ªa la necesidad de otro horizonte. Y, a riesgo de perder la continuidad laboral en aquel pa¨ªs, decid¨ª concurrir a un curso con Jerzy Grotoswki en Polonia, despidi¨¦ndome del teatro donde trabajaba. En el intervalo entre la decisi¨®n tomada y el viaje a Wroclaw vengo a Espa?a. Jerzy Grotoswki da una conferencia en Madrid, en el Espa?ol, invitado por Miguel Narros. Hay aglomeraci¨®n de p¨²blico asistente, la entrada a la sala parece imposible. Suplico a Narros, desconocidos el uno para el otro, que me facilite el acceso. No recuerdo el contenido de aquella conferencia, s¨®lo su figura: metido en carnes y todo de negro, zapatos, traje, corbata, hasta las gafas. A la salida lo abordo brevemente y le digo que he solicitado una opci¨®n para estudiar con ¨¦l . Me contesta que ojal¨¢ se pueda hacer ese curso. Un a?o m¨¢s tarde, en la ciudad polaca cubierta de nieve, la sala del teatro laboratorio est¨¢, del suelo al techo, pintada de negro. Unos 15 actores de diversas nacionalidades y lenguas esperan largo rato el momento. Otro grupo de personas, polacos, miembros evidentes de la casa, entran y se sientan en el suelo frente a nosotros. Mi coraz¨®n palpita y busco, in¨²tilmente, entre ellos a Grotoswki. Richard Cieslak, de quien tengo memoria por las fotos de El pr¨ªncipe constante, nos pregunta en franc¨¦s, la lengua de comunicaci¨®n acordada, a qu¨¦ hemos venido. Alguien dice: "A trabajar, a entrenarnos"; Cieslak contesta impasible: "Pues comiencen". Y se quedan ellos, sin pesta?ear, a esperar qu¨¦ hacemos. Jerzy estaba entre ellos: hab¨ªa perdido la mitad de su peso anterior -que nunca ya recobrar¨ªa-, a resultas de un largo periplo a pie en la India, abandonando el color negro de la vestimenta, y su semblante irradiaba amabilidad. No voy a relatar la intensidad e iluminaci¨®n de aquellas semanas inolvidables, ¨²nicamente que Grotoswki -que nunca le¨ªa curr¨ªculos, tan s¨®lo observaba a las personas- me convoca al cabo de un tiempo, y me pregunta: "Usted tiene nombre hisp¨¢nico, pero en su trabajo habla siempre en alem¨¢n. ?Por qu¨¦?". "Porque me form¨¦ como actor en Alemania y trabajo all¨ª". "?Por qu¨¦ vino al Teatro Laboratorio?" "Le¨ª Hacia un Teatro Pobre", me fascinaba ese entrenamiento, pero no hemos hecho ejercicios". "No, en este momento no se trata de eso. ?Cu¨¢nto tiempo podr¨ªa quedarse?" "Unos tres meses. Tendr¨ªa que volver a cumplir compromisos a Alemania". "Eso es muy poco. Ser¨ªan necesarios uno o dos a?os". "No dispongo de ese tiempo. ?Qu¨¦ hago?" Jerzy Grotoswki me mira unos instantes en silencio y concluye: "Vuelva a su pa¨ªs. Hable su lengua. No haga teatro por un tiempo. Mire las fiestas populares". Meses m¨¢s tarde volv¨ª a Espa?a definitivamente. Llevaba conmigo interiormente la huella de aquellas semanas y la visi¨®n duradera del ¨²ltimo espect¨¢culo dirigido por ¨¦l hasta su muerte. El estreno tuvo lugar en febrero de 1969. Lo vimos en Wroclaw, en aquel invierno de 1970: era Apocalipsis cum figuris, un montaje de textos de la Biblia, T.S. Eliot, Dostoievski y Simone Veil. No comprend¨ª los textos, pero s¨ª la tristeza, pasi¨®n y esperanza de aquel evento, interpretado por actores ataviados con largos y oscuros abrigos, iluminado por haces de velas y el reflejo de luces rebotadas en el techo blanco. Oscuridad y resplandor. Nada de "Teatro de la Crueldad", m¨¢s bien la b¨²squeda de una verdad de la acci¨®n del actor manifestada m¨¢s a la manera del poeta que del comediante. Supe que hab¨ªa cursado como actor cuatro a?os en Cracovia y que una beca le llev¨® a estudiar Direcci¨®n en el Guitis de Mosc¨² de la mano de Yuri Zavadski, actor-director, a su vez, de Stanislavski y Vajt¨¢ngov. Se puede asociar el trabajo de Grotoswki a la l¨ªnea de reformas y b¨²squedas teatrales de la primera mitad de siglo: Stanislavski-Vajt¨¢ngov-Mayerhold-Einsenstein-Grotoswki. O a una l¨ªnea menos usual, atenta al trabajo del actor y el director dentro y contra el texto: Mayerhold-Brecht-Grotoswki. O, m¨¢s preciso todav¨ªa a una l¨ªnea que lleva, m¨¢s all¨¢ del horizonte del espect¨¢culo como fin ¨²nico del trabajo teatral: Stanislavski-Sulerzhitsky-Copeau-Osterwa-Grotoswki. Quiz¨¢ aqu¨ª est¨¦ la clave precisa. Lo vi por ¨²ltima vez hace tres a?os: Copenhague, Jornadas de Antropolog¨ªa Teatral organizadas por Eugenio Barba; b¨²squeda de ra¨ªces b¨¢sicas comunes en las diversas formas de actuaci¨®n de Oriente y Occidente. A altas horas de la noche est¨¢ programada la proyecci¨®n de un filme documental sobre el trabajo que conduce Grotoswki desde 1986 en Pontedera, Italia. A continuaci¨®n habr¨¢ un coloquio con ¨¦l. Sab¨ªa que estaba inmerso en una pesquisa sobre las "acciones f¨ªsicas" desde el punto en que las dej¨® Stanislavski. La acci¨®n veraz es lo m¨¢s dif¨ªcil de asumir realmente en escena; con demasiada frecuencia se "grafica" o se "ilustra" o se "cuenta" la acci¨®n, no se hace realmente. Como en la vida: ?Qu¨¦ dif¨ªcil hacer "lo que se debe hacer"! El documental no muestra un espect¨¢culo. Se trata de un ritual luminoso, con varios actores vestidos de blanco que danzan, se mueven, cantan en vibrante, conmovedora armon¨ªa. Me viene a la memoria, como un rel¨¢mpago, la imagen de aquella Apocalipsis cum figuris sombr¨ªa, aliviada tan s¨®lo por alg¨²n resplandor. Los t¨ªtulos de cr¨¦dito nos dicen que el trabajo se llama Acci¨®n y los int¨¦rpretes no son designados como tales, sino como "hacedores", como los que hacen. Tras la proyecci¨®n hay un largu¨ªsimo silencio de muchos minutos en los casi 300 asistentes. Despu¨¦s Jerzy habla largamente, ir¨®nicamente, cari?osamente, del teatro y del "arte como representaci¨®n"; luego, pudorosamente, explica con brevedad su actual trabajo sobre el Arte como Veh¨ªculo. Me acerco para saludarle al final. Trato de llevarle a la memoria aquellas semanas de 1970 en Wroslaw. Al cabo de un esfuerzo las recuerda. Mucha vida transcurrida. Le pregunto: "?Jerzy, Arte como Veh¨ªculo para qu¨¦?" Me mira en silencio. Tras una pausa a?ado: "?Para ser?" Me vuelve a mirar y dice: "S¨ª".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.