Seres de otros mundos
JUSTO NAVARRO Mientras el p¨¢nico se apoderaba de las bolsas de todo el mundo por la crisis de Brasil, la extranjera se qued¨® helada de incredulidad al ver al aborigen de Nerja. Era admirable aquel hombre encogido en un abrigo, y la extranjera lo observaba con sonrisa de asombro o piedad, feliz forastera en sandalias y manga corta al pie de los montes con nieve, aunque s¨®lo fuera nieve de un minuto. El fen¨®meno del abrigo gris, el motivo de risue?o pavor, era yo. En alg¨²n punto muy lluvioso de Noruega, anot¨® una vez el c¨®nsul Ganivet, los caballos se espantan cuando ven a un hombre sin paraguas: lo toman, sin duda, por un ser monstruoso y mal¨¦fico. La extranjera hab¨ªa descubierto a un hombre sin calor: una cosa impensable. Es que est¨¢bamos en la costa, bajo el cielo claro de enero, a la sombra de ¨¢rboles cargados de naranjas y gordos gorriones. El hombre aterido, yo, pod¨ªa ser una muestra de las inexplicables costumbres nativas en materia de indumentaria, o un alien¨ªgena. Quiz¨¢ la se?ora hab¨ªa o¨ªdo que en la costa no son raros los seres de otros mundos, sandalias y abrigos, ella y yo, extravagantes y extraterrestres, abor¨ªgenes de muchos sitios y muchas historias. Yo vi una vez en Almu?¨¦car al aviador que lanz¨® la bomba at¨®mica sobre Jap¨®n, castigado por Dios a no envejecer jam¨¢s para que jam¨¢s terminara de arrepentirse. Y ayer mismo, en el Nerja Book Centre, librer¨ªa de segunda mano, encontr¨¦ un libro de portada amarilla, ilustrado, sobre la isla y el penal de Alcatraz, con una dedicatoria del autor, en ingl¨¦s, que traduzco: -Con mis mejores deseos desde la isla de Alcatraz. Suena como una maldici¨®n llegada a Nerja misteriosamente, trazada con letra extendida y vigorosa, de bol¨ªgrafo negro. En la contraportada est¨¢n las fotos penitenciarias de Al Capone y de aquel hombre que cuidaba p¨¢jaros y se convirti¨® en una pel¨ªcula de Burt Lancaster. La primera p¨¢gina del libro ha sido arrancada, quiz¨¢ porque alguna vez registr¨® el nombre del propietario del volumen, que debe andar por Nerja y a quien el autor dese¨® lo mejor desde Alcatraz. El autor, un tal Hartley, hijo de un carcelero, lleg¨® a maestro de los ni?os de la isla, hijos de carceleros seguramente. Aqu¨ª tengo su foto, con toga y birrete de diplomado o licenciado. Cojo otro libro: An anthology of Modern Verse (1900-1920), de Sir Algernon Methuen, de la biblioteca del Convent of Our Lady, Colegio de Nuestra Se?ora, en Saint Leonard on Sea. Sigue pegada a la primera p¨¢gina la ficha con el nombre de las alumnas que hicieron uso de este ejemplar, doce letras y doce nombres distintos, a pluma o, desde el curso 69-70, a pluma o bol¨ªgrafo. ?Qui¨¦nes son o fueron Clare Deacon, Brigid O"Rorke, Georgina Jodd, Helen D"Almeida o Lisa Garrini? ?Qu¨¦ ha sido de Brided Gardener, de Tercero A en 1971, que se negaba a escribir su nombre como lo corrigi¨® la profesora: Bridget Gardner? Una nota proh¨ªbe hacer cualquier clase de marcas en el libro, pero alguien ha doblado el ¨¢ngulo superior de la p¨¢gina 57, donde aparece precisamente uno de mis poemas preferidos, un poema de Walter de la Mare que trata de fantasmas que no responden al viajero que los llama.
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