Sat¨¦lite
Los problemas de este mundo ya no pueden entenderse en toda su profundidad si no es por medio de un sat¨¦lite. Las pasiones humanas forman una mara?a indescifrable si se las contempla de cerca una a una, pero detectadas en su conjunto desde la estratosfera se mueven como una marea planetaria no muy distinta a la corriente del Ni?o. Entonces comprende uno por qu¨¦ se bombardea a Irak. Al pensamiento ¨²nico, a la econom¨ªa globalizada, a la informaci¨®n total corresponde un nuevo ojo divino, que en lugar de estar encapsulado en un tri¨¢ngulo equil¨¢tero como en la Biblia, lo est¨¢ dentro de un artefacto espacial como en la NASA. Hoy el individuo se confunde con el g¨¦nero, la unidad con el todo, la esencia con la superficie. El sat¨¦lite artificial que nos reduce a una suma es un instrumento cient¨ªfico tan revolucionario como en su tiempo lo fue el microscopio. Con una lente de aumento los investigadores se adentraron en la intimidad de los tejidos humanos, y en ese camino hacia el alma descubrieron que las batallas de virus contra anticuerpos obedec¨ªan a una estrategia uniforme. Asimismo se rige hoy la geopol¨ªtica. El alma humana todav¨ªa no est¨¢ al alcance del microscopio electr¨®nico m¨¢s sensible. Alg¨²n d¨ªa se sabr¨¢ que el alma s¨®lo es un virus muy vacil¨®n, pero mientras dura su b¨²squeda y captura por los cient¨ªficos en la intimidad de alg¨²n tejido sacro, los sat¨¦lites artificiales detectan en sus sensores las pasiones humanas como una forma de calor que libera la Tierra. El ojo espacial va analizando los cambios de clima en el planeta, el avance de los desiertos, la licuaci¨®n de los polos, el movimiento de los glaciares y el comportamiento de las hormigas. En este ¨²ltimo apartado entramos los humanos, desde los obispos hasta los saltimbanquis, como un modo ciego de avanzar sobre las fuentes de abastecimiento y energ¨ªa. Por el espacio gira un sat¨¦lite encargado de revelar el resplandor que despide en el mundo la luz el¨¦ctrica. Se ve a Europa y Norteam¨¦rica encendidas como enormes antorchas. En cambio ?frica y Asia est¨¢n a oscuras y en Latinoam¨¦rica s¨®lo aparecen algunas brasas aisladas que son las metr¨®polis en medio de una inmensidad de tinieblas. He aqu¨ª la profundidad de la filosof¨ªa y de la pol¨ªtica desde el sat¨¦lite: saber si es inevitable, como una convulsi¨®n fisiol¨®gica, bombardear Irak para que esas dos grandes antorchas sigan iluminando sin peligro una gran fiesta.
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