Cuando Barajas estaba lejos
Antes de que Barajas fuera el lugar de donde part¨ªan y llegaban los aviones, para m¨ª, el pueblo que dio nombre al aeropuerto tiene unos recuerdos muy especiales, pues durante un tiempo de all¨ª obtuve parte de la comida que me ayud¨® a sobrevivir en la guerra civil.Una vez a la semana viv¨ªa una aventura viajando a Barajas. Desayunaba cebada tostada que bautizaba como caf¨¦ y endulzaba con "palo dulce" en cuyo l¨ªquido negro flotaban unos pedazos de pan blanqu¨ªsimo hecho con harina de arroz.
Con esa primera comida iniciaba la aventura, llegando con mi madre a Las Ventas, de donde part¨ªa un tranv¨ªa, que se me antojaba enorme, de color blanco, despu¨¦s de tomarlo al abordaje. Lleg¨¢bamos a Canillejas, y desde aqu¨ª, a Barajas; unas veces a pie y otras andando arrib¨¢bamos a nuestro destino. Llamando en una puerta s¨ª y en otra tambi¨¦n consegu¨ªamos cambiar los vestidos que mi madre hab¨ªa confeccionado durante la semana por patatas o por melones verdes. Las primeras se transformaban en dos platos: las patatas cocidas y sus pelas fritas. El ni?o de nueve a?os que era yo recib¨ªa como obsequio un tomate, que me serv¨ªa para cambiarlo por un polo, cuya fabricaci¨®n era toda una lecci¨®n de ingenio. Con algo parecido a un cepillo de carpintero sacaba virutas el artesano a una barra de hielo, y entre capa y capa de esas virutas pon¨ªa un palo y por encima echaba un l¨ªquido verde o rosa, con lo que el polo era de menta o naranja. A cambio de lo cual hab¨ªa de entregarle el tomate recibido.
Despu¨¦s de pasado el d¨ªa volv¨ªamos por el mismo camino, y al final del trayecto, en Las Ventas, me compraban pipas de girasol sin tostar que cab¨ªan en un cubilete de los empleados en el juego del parch¨ªs. As¨ª estuvimos viajando a Barajas hasta que no qued¨® nada por cambiar. Dejamos de ir y me encontr¨¦ en Matar¨®, pero ¨¦sa es otra historia.
Por todo, Barajas tiene para m¨ª un especial grato recuerdo, y con estas l¨ªneas quiero testimoniarlo.-
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